El marqués de Comillas: el polémico magnate, emprendedor y mecenas
Antonio López fue el empresario más importante del siglo XIX, pero en el origen de su fortuna está el tráfico de esclavos

El marqués de Comillas.
Es habitual que algún sector de la sociedad muestre un cierto recelo hacia los personajes de éxito. La suspicacia tiene a veces razón de ser, mientras que otras tiene más que ver con el terreno de la envidia. Situaciones así las vemos hoy día, por ejemplo, con grandes empresarios como Amancio Ortega o Juan Roig, y hasta con deportistas —lo crean o no, Rafa Nadal no es santo de la devoción de todo el mundo—.
Hoy hablaremos de una de esas figuras discutidas, que aun a día de hoy, pese a que ya han pasado casi 150 años de su muerte, sigue causando controversia. Se trata de Antonio López y López, más conocido por su título de primer marqués de Comillas. Hablamos de uno de los grandes empresarios del siglo XIX español, banquero y mecenas. Eso sí, con una fortuna de dudosa moralidad en su origen.
El caso es que Antonio López del Piélago y López de Lamadrid nació en Comillas (Cantabria) en 1817. Ese año se crea la Bolsa de Nueva York, muere la gran Jane Austen y el barón Karl Drais inventa el velocípedo, el precursor de la actual bicicleta. Aunque Antonio llegaría a magnate, lo cierto es que nació en una familia humilde y que muy pronto se quedó huérfano de padre. Para abrirse paso, el joven salió de su pueblo natal y puso rumbo al sur, donde estuvo trabajando en una tienda de Lebrija, en Sevilla. Poco después, con sólo 14 años, se fue a Cuba a hacer las Américas. Abrió en Santiago un pequeño comercio, el primero de varios.
Un naviero bajo la sombra del tráfico de esclavos
Poco a poco, Antonio fue prosperando y, en 1848, se casó con la hija de un rico comerciante catalán. Con ese matrimonio, el futuro marqués de Comillas pudo apuntalar diversos negocios e inversiones, por ejemplo en azucareras y cafetales. Es también entonces cuando López se mete en el negocio de las navieras, tras ganar la licencia oficial del transporte de personas entre Santiago de Cuba y Guantánamo. En ese contexto, el empresario inicia el capítulo más oscuro de su trayectoria: el tráfico de esclavos.
El cuñado de Antonio, Francisco Bru, llegó a definirle años después como el negrero «más duro, más empedernido, feroz y bárbaro». Si bien Bru pudo estar influido por sus desavenencias con López, lo cierto es que hoy día parece suficientemente acreditado que, en aquellos años en Cuba, el futuro marqués de Comillas participó activamente en la compraventa de esclavos, pese a que sus descendientes lo hayan negado durante décadas.
Con la fortuna que fue acumulando en aquellos años, López decidió volver a la España peninsular, donde ya le esperaba su familia. A su llegada, fundó junto a unos socios la naviera Antonio López y Compañía, que en el futuro se llamaría Compañía Transatlántica, la empresa más importante que fundaría en su vida. En un principio, la compañía cubría la ruta entre Cádiz y Marsella, así como el transporte de tropas para la guerra de África de 1859. Por esos servicios prestados, en 1861, López dio el gran pelotazo de su carrera al ganar la licencia del Gobierno de Sagasta para transportar al Ejército y el correo desde la España peninsular hasta Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo.
Otros negocios y mecenazgos
En los años siguientes, López expandió sus intereses comerciales aterrizando en el mundo financiero, en el inmobiliario y en el ferroviario. Así, fue uno de los principales impulsores del banco Crédito Mercantil; invirtió en el ladrillo barcelonés y madrileño; y participó en la construcción de los enlaces de tren entre Barcelona, Zaragoza y Pamplona. Paralelamente, fue uno de los posibilitadores de la Restauración, que se materializó en 1874 con la vuelta al trono de los Borbones con Alfonso XII.
Poco después, en 1876, el Gobierno de Cánovas contrató con López un empréstito millonario para sufragar la guerra de Cuba. Este préstamo derivó en la fundación del Banco Hispano Colonial, presidido por el propio magnate, y en que el rey le concediese el título de marqués de Comillas. La entrada en la nobleza, que poco después se complementaría con la grandeza de España, no frenó la actividad empresarial de López, pero sí le añadió a su trayectoria la faceta de mecenas. Mientras el marqués ponía en marcha la aseguradora La Previsión, la Compañía General de Tabacos de Filipinas y compraba minas en Asturias, en estos años se dedicó también a financiar distintas iniciativas culturales o de desarrollo.
Por ejemplo, en 1878, sufragó la publicación de L’Atlántida, el poema épico de Jacinto Verdaguer. También invirtió mucho dinero en su Comillas natal, tratando de convertirla en un destino vacacional atractivo para las grandes fortunas del país. Se puede decir que lo consiguió, ya que el propio Alfonso XII pasó allí los veranos de 1881 y 1882. Con motivo de la visita real, el empresario se ocupó de inaugurar el primer alumbrado público permanente que se instaló en España. En la villa cántabra, López también hizo construir una capilla-panteón, el palacio de Sobrellano y un seminario para los jesuitas, que acabaría por convertirse en la Universidad Pontificia de Comillas. Con todo, el marqués no llegó a ver terminados muchos de estos proyectos, ya que murió en 1883.
Como apuntábamos, la figura del marqués de Comillas sigue causando controversia hoy en día. Durante su vida, y todavía mucho tiempo después, se le consideró como un ejemplo de empresario hecho a sí mismo, cosa que no deja de ser cierta. Sin embargo, en los últimos tiempos lo que ha quedado de su legado es su pasado esclavista. De hecho, en 2018, la entonces alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, retiró la estatua dedicada al marqués de Comillas que adornaba la vía Laietana de la Ciudad Condal.
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