'Fuera de la carretera': retrato íntimo de la generación 'beat'
Las memorias de Carolyn Cassady repasan los hitos del movimiento desde la mirada de la esposa de uno de sus autores

Carolyn Cassady junto a su esposo Neal. | kerouac.com
La generación beat conforma una suerte de galaxia independiente en la literatura estadounidense. Sus autores –Jack Kerouac, Allen Ginsberg, William Burroughs, Lawrence Ferlinghetti, Gregory Corso…– siempre han tenido un aura de estrellas de rock de las letras. Y el más beat y más ágrafo de todos ellos, Neal Cassady –el Dean Moriarty de En la carretera de Kerouac– adquirió con su temprana y trágica muerte un estatus de leyenda que lo emparenta con James Dean, por aquello del vivir rápido, morir joven y dejar un bonito cadáver.
Entre la literatura y el mito, los beats han dado pie a una avalancha de libros de todo tipo: crónicas, ensayos, memorias, testimonios de figuras colaterales, epistolarios, manuscritos inéditos rescatados… A ellos se suma Fuera de la carretera (Anagrama) de Carolyn Cassady (1923-2013), que fue esposa de Neal Cassady. De entrada, uno se esperaría un librito más o menos breve en el que la mujer de la leyenda hilvanase unos cuantos recuerdos más o menos amables o resentidos –según la huella que le dejara su convulso e infiel marido–, para consumo de los fans más hardcore de los beats.
Primera sorpresa: el grosor del libro, 650 páginas. Segunda y grata sorpresa: el brío de la narración y la sugestiva panorámica que traza del movimiento beat desde la perspectiva de la esposa que, como reza el título, se quedaba en casa, fuera de la carretera, mientras Neal aparecía y desaparecía, porque no era un tipo al que nadie pudiera apaciguar y domesticar con la promesa de una plácida vida hogareña.
En 1976 se publicó un primer esbozo de menos de cien páginas de las memorias de Carolyn, con el título de Heart Beat: My Life with Jack and Neal, y en 1990 aparecieron las definitivas, que ahora nos llegan en traducción al castellano: Fuera de la carretera. Para entonces Neal llevaba muchos años muerto: su cadáver apareció en 1968, junto a unas vías de tren en México, muerto por hipotermia y consumo de drogas, cuando tenía solo 41 años. Y hacía años que Carolyn se había mudado a Londres, donde falleció en 2013. Un par de años antes, dos cineastas suecos le hicieron una larga entrevista para el estupendo documental Love Always, Carolyn, que pudo verse en Filmin y que es un testimonio excepcional sobre la vida de esta mujer y su relación con la generación beat.
Mucho antes, en 1980, la había interpretado Sissy Spacek en una película hoy muy olvidada: Generación perdida: los primeros beatniks de John Byrum, en la que Nick Nolte daba vida a Neal Cassady. Y todavía más atrás en el tiempo, en 1957, Carolyn apareció como Camille en En la carretera de Kerouac, un roman à clef en toda regla en el que cada uno de los personajes representa a una persona real del círculo del autor. En esa biblia fundacional del movimiento beat Camille/Carolyn es presentada como símbolo de estabilidad y decencia, y también de vida aburguesada frente a las desenfrenadas aventuras y las experimentaciones vitales de los asilvestrados beats.
Infidelidades
Carolyn Robinson –así se llamaba antes de tomar el apellido de su futuro marido– era una chica de clase media cuando conoció en Denver a los bohemios Kerouac, Ginsberg y Neal Cassady. Quedó prendada de este último e inició con él una relación plagada de altibajos y sorpresas. La primera fue descubrir que Neal estaba casado con una tal LuAnne Henderson (con la que había contraído matrimonio cuando ella tenía solo 16 años). Se enteró cuando sorprendió a la pareja en la cama, con Ginsberg acoplado en formato trío. Neal se divorció y esto abrió la puerta a que en 1948 él y Carolyn se casaran y se instalaran en San Francisco. Fueron a California porque a ella le había salido un trabajo en Hollywood como diseñadora de vestuario, al que acabó renunciando al quedarse embarazada.
Tuvieron tres hijos, pero el ensueño de llevar una apacible vida burguesa se esfumó muy rápido. Neal Cassady tenía un pasado: criado por un padre alcohólico, en su juventud había flirteado con la delincuencia robando coches y había pasado por el reformatorio y la cárcel. Y tenía también una irrefrenable tendencia a la infidelidad. Su trabajo en la compañía de ferrocarriles Southern Pacific, que le obligaba a viajar constantemente y pasar días fuera de casa, no ayudó precisamente a cimentar la estabilidad familiar.
Durante los años de matrimonio –que acabaron en divorcio en 1963, aunque siguieron viéndose con frecuencia– las infidelidades de Neal –con mujeres y con algún hombre– dieron lugar a situaciones disparatadas. Como cuando Carolyn recibió la llamada de una tal Diana Hansen, amante de su marido, urgiéndola a divorciarse porque se había quedado embarazada de Neal y quería casarse con él. Sin embargo, hubo situaciones peores, como el día en que llamaron a la puerta dos detectives para detener a Neal, acusado de posesión y tráfico de estupefacientes –se trataba de marihuana–, lo cual derivó en un juicio y la necesidad de pagar una fianza para evitar la cárcel.
El libro repasa los hitos más relevantes de la generación beat, que la autora vivió de forma directa o indirecta: el escándalo y juicio por obscenidad de Aullido; la publicación de En la carretera; la huida de Burroughs, acusado de posesión de armas y drogas, a México, donde mató de un disparado a su esposa Joan Vollmer mientras jugaban a Guillermo Tell en una noche de borrachera; el viaje de los beats a Tánger y el de Ginsberg a la India (sobre este tema, por cierto, acaba de aparecer un libro muy interesante: La generación beat en la India de Deborah Baker, publicado por Fórcola).
Reciclándose en ‘hippies‘
Entre el abundante anecdotario, Fuera de la carretera también contiene valiosos retratos, como el de Jack Kerouac, con quien la autora mantuvo una relación amorosa a espaldas de Neal: «Estaba demasiado malhumorado, demasiado susceptible y encerrado en sí mismo. Quizá era ese ʽensimismamientoʻ lo que le ayudaba a escribir tan bien. Encerrado en la torre de marfil de su yo podía observar e informar de todos los detalles de vida exterior, pero sus esfuerzos para unirse y participar en lo que veía eran en su mayoría decepcionantes; se sentía amenazado y frustrado. Tal vez esa era una de las fascinaciones que Neal ejercía sobre él. Envidiaba la capacidad que tenía de conseguir que la vida sucediera, de ser protagonista de la acción, no un mero espectador. (…) A veces hacía ostentación de bravuconería y grosería, algo que me avergonzaba (…) Parecía que tratara de imitar el comportamiento de James Dean (…) Solía presumir de haberse metido en peleas a puñetazos si algún tipo ponía en duda lo duro que era. (…) Por lo general tenía que estar borracho para hacerse el macho de ese modo. En sus últimos años, nunca sin botella, fue a peor, grosero y repugnantemente masoquista».
En cuanto a Neal Cassady, en la última etapa de su vida conoció a Gordon Lish –futuro editor de Raymond Carver–, que entonces dirigía una revista en literaria en Palo Alto. Allí Neal también empezó a frecuentar a otro personaje relevante: «Se hizo amigo de Ken Kesey, cuyo libro Alguien voló sobre el nido del cuco acababa de publicarse. Como ahora Neal añadía LSD y otras nuevas drogas a su dieta, no le animé a visitarnos. No tenía ningún deseo de conocer a estos nuevos amigos, ni quería que influyeran en los niños. Hasta ahora no había visto nada de mérito en el estilo de vida que estos rebeldes promovían, y ya tenía suficientes problemas con mis hijos adolescentes. (…) El grupo que se reunía alrededor de Kesey se hacía llamar ʽlos Alegres Bromistasʻ (…) Un día Neal nos habló de un viaje que tenían planeado en el que recorrerían el país en un antiguo autobús escolar que Kesey había comprado y pintado de manera muy llamativa. No iba a ser una simple broma, sino una misión muy seria: iluminar al resto de Estados Unidos en el pensamiento de la new age». O dicho de otro modo: los beats como Neal Cassady estaban reciclándose en hippies.
Unos años después, le llegó a Carolyn Cassady la noticia de la muerte de Neal en San Miguel de Allende, México, donde lo habían invitado a una boda: «El informe de la autopsia solo decía que todos los sistemas se habían ʽcongestionadoʻ. (…) No nos dejaron ver el informe del laboratorio, porque, dijeron, había tomado drogas y era extranjero. Así que nadie sabrá jamás la causa exacta. Lo habían encontrado a la mañana siguiente, todavía vivo, a unos metros de la ciudad, junto a las vías del tren, pero murió poco después en el hospital».