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La carta de Neal Cassady: el Santo Grial de la generación beat

Anagrama publica el documento que inspiró obras como ‘En la carretera’, de Jack Kerouac, y ‘Aullido’, de Allen Ginsberg

La carta de Neal Cassady: el Santo Grial de la generación beat

Neal Cassady. | Wikimedia Commons

En una entrevista televisiva le preguntaron al vitriólico Truman Capote qué opinaba de las novelas de Jack Kerouac y soltó una de sus maldades: «Eso no es literatura, es mecanografía». ¡Gancho directo a la mandíbula del contrincante! Ahora bien, en el fondo la venenosa aseveración del lenguaraz Truman tal vez no le hubiera desagradado del todo al insultado, porque su apuesta estética era justamente romper con «la literatura» y tratar de escribir «la vida». Plasmar lo vivido sin filtros ni florituras, en la estela de lo que ya postulaba Hemingway.

Tan en serio se tomó Kerouac lo de volcar la vida en la página en blanco que, para escribir En la carretera -¡en tres semanas, con mucho café (y algunos estimulantes más fuertes)!- se fabricó el legendario rollo de papel continuo, enganchando hojas de teletipo. ¿Cuál era el objetivo del rollo? Posibilitar una escritura automática, que fluyera sin las interrupciones de tener que ir cambiando de folios en el rodillo de la máquina de escribir. Generar una corriente de palabras liberadas de corsés, similar al gesto espontáneo que practicaban los expresionistas abstractos – el dripping de Pollock, los trazos negros de Franz Kline- y a la improvisación jazzistica del be-bop; Kerouac quería escribir como Charlie Parker tocaba el saxo.

Lo del rollo no es un mito: lo he visto con mis propios ojos desplegado -casi 40 metros de escritura a un espacio y sin puntos y aparte- en la estupenda exposición que en 2016 dedicó a los beats el Pompidou de París. Pues bien, la iluminación de Kerouac -que ya había publicado una novela primeriza, La ciudad y el campo– para este cambio radical de estilo le vino de una larga carta que le mandó en 1950 su idolatrado amigo Neal Cassady. Perdida durante décadas, fue recuperada en un altillo en 2011 y la ha editado Anagrama con el título de La carta de Joan Anderson, precedida de un erudito prólogo de A. Robert Lee.

Neal Cassady (1926-1968) fue el beat en estado puro y algo así como el muso de Kerouac, ya que Dean Moriarty, el protagonista de En la carretera, está diáfanamente inspirado en él, igual que otros personajes de novelas posteriores. Antes de morir con solo 41 años -lo encontraron agonizante junto a unas vías del tren en México, fulminado por un golpe de calor y un exceso de barbitúricos- Cassady vivió una infancia digna de Oliver Twist, vagabundeó, frecuentó billares y antros, mantuvo relaciones con centenares de mujeres (y unos cuantos hombres). Robó coches y cometió montones de delitos menores, pasó una temporada a la sombra nada menos que en San Quintín y una vez liberado viajó en el famoso autobús pintarrajeado y lisérgico de Ken Kesey (el autor de Alguien voló sobre el nido del cuco) y la troupe de hippies conocidos como los Merry Pranskters. Cassady no escribía literatura beat, sino que llevaba la vida de un beat. Su legado literario se limita a una tentativa inacabada de memorias –La primera parte, también publicada por Anagrama– y a un montón de cartas.

La llamada carta de Joan Anderson es una extensa misiva que recibe ese nombre porque en ella le cuenta a Kerouac sus andanzas amorosas con esa joven de 20 años, de aspecto virginal pero embarazada, que se parecía a la actriz Jennifer Jones, «solo que mucho más voluptuosa, con tetas grandes y un culo bien redondo. ¡Impresionante!».

Prosa visceral y vibrante

En el texto, Cassady habla de ella, pero también de tugurios y andanzas nocturnas, evoca recuerdos de infancia, menciona a varios escritores que admira -Melville, Dickens, Céline …-, reflexiona y divaga. Sin embargo, lo crucial es que lo escribe todo con una prosa vibrante,visceral y jazzística.

Kerouac quedó encandilado y a partir de ese estilo forjó la idea de hacia dónde debía ir su literatura. Lo explicó en una entrevista concedida a la Paris Review en 1968: «Concebí la idea del estilo de En la carretera al ver las cartas que me escribía el bueno de Neal Cassady, todas en primera persona, apresuradas, alocadas, confesionales, totalmente serias y llenas de detalles (…) La carta principal era toda una novela corta. Era el escrito más grandioso que había visto en mi vida, mejor que el de ningún otro en América, o al menos suficiente para que Melville, Twain, Dreiser y Wolfe y qué se yo quién más bailaran en sus tumbas (…). Neal y yo, por comodidad, la llamamos la Carta de Joan Anderson».

Ahora el lector español tiene la posibilidad de leer este documento, que es el germen de la literatura beat, cuyas dos obras seminales serán unos años después En la carretera y el visceral poema de Allen Ginsberg Aullido, que fue llevado a juicio por pornográfico. Podríamos añadir como otras obras de referencia El almuerzo desnudo de Burroughs y los poemarios Un Coney Island de la mente de Ferlinghetti y Gasolina de Gregory Corso. Pero antes de todos estos libros que sacudieron los cimientos de las letras norteamericanas, hubo una carta escrita por Neal Cassady, que podemos considerar como el santo grial de la generación beat.

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