The Objective
Historias de la historia

Un desembarco de tres estrellas

Hace 100 años, los tres hombres con más poder durante el franquismo coincidieron en el Desembarco de Alhucemas

Un desembarco de tres estrellas

Imagen aérea del Desembarco de Alhucemas, con la infantería avanzando por el agua.

La punta de lanza del desembarco de Alhucemas es la crema de la infantería española, dos banderas de la Legión bajo el mando directo del coronel Francisco Franco. Por si fuera poco van a llevar el apoyo de diez tanques, en un experimento sin precedentes en la Historia.

Desde las 6 y media de la mañana ha comenzado un intenso bombardeo naval sobre las posiciones rifeñas. Los cañones de la flota incluyen 28 gigantes de 305 milímetros de los acorazados españoles y franceses, que disparan proyectiles de casi 400 kilos de peso, sin embargo, no hay ningún bombardeo naval que pueda anular las defensas enemigas si se han parapetado correctamente.

Dos horas después se suma al castigo la aviación. 76 aeroplanos bombardean las crestas que dominan las playas de Ixdain y la Cebadilla, donde Abdelkrim ha desplegado 20 baterías de artillería en posiciones bien protegidas.

Sobre las 11 de la mañana los cañones enmudecen, es la hora de la infantería. Las barcazas de desembargo de fabricación inglesa avanzan hacia la playa, se detienen a 50 metros de la orilla, recibidas por un nutrido fuego de ametralladoras y fusilería, y bajan sus rampas para que salgan los tanques, pero hay demasiada agua para que puedan hacerlo.

En un instante el destino anula el arma secreta del desembarco, esos tanques recién comprados a Francia. Dentro de muy poco, los tanques serán los amos de los campos de batalla de la Segunda Guerra Mundial, y la audacia de la estrategia de Alhucemas incluye utilizarlos por primera vez en un desembarco, pero la revolucionaria innovación no puede tener lugar. Dentro de 19 años, en el desembarco de Normandía, los tanques que deben apoyar a la elite de la infantería americana en la playa de Omaha, tampoco logran llegar a la orilla, y la principal zona del desembarco aliado se convierte en Bloody Omaha, Omaha la Sangrienta, donde los aliados sufrirán las mayores pérdidas del Día D.

Pero ahora estamos en la Bahía de Alhucemas, en un momento en que el desánimo se extiende entre el mando de la operación. Hay que suspender el desembarco, es la opinión más prudente, y parece que se cursa esta orden. Pero Franco tiene a 800 aguerridos legionarios a 50 metros del territorio enemigo, y no va a desaprovechar la ocasión. Su cornetín de órdenes da el toque de ataque y los legionarios de la 6ª Bandera se lanzan al mar y avanzan con el agua por el pecho, con los brazos en alto para que no se moje el fusil máuser, ignorando el fuego enemigo.

Detrás de la 6ª va la 7ª Bandera, con el propio Franco al frente, y tras ellos las tropas indígenas. Cada Bandera del Tercio, que es en ese momento el nombre oficial de la Legión, tiene dos compañías de fusiles y una de ametralladoras, lo que la dota de una capacidad de fuego muy superior a la de la infantería normal. Bajo la cobertura de sus ametralladoras, los legionarios asaltan a la bayoneta las posiciones enemigas. Se suceden cuatro horas de combate terrible, en las que poco a poco se va ganando el terreno. A las 3 de la tarde los legionarios se han hecho dueños de la línea defensiva rifeña en las crestas que dominan las playas, incluidas dos baterías de artillería. «A los que se resistieron mucho, los pasamos a cuchillo», contará Franco.

La cabeza de playa está asegurada, las distintas unidades irán desembarcando hasta formar una fuerza operativa de 15.000 hombres, lo bastante potente como para internarse en el territorio buscando la capital de Abdelkrim. Es el punto culminante de la carrera africana del coronel Franco, que en ese desembarco se gana los entorchados de general. Con 33 años se convertirá en el general más joven de Europa, algo que no se veía desde tiempos de Napoleón. «Franquito», como le llamaban por su juventud y corta talla, era ya famoso en España, pero ahora lo será a nivel europeo. El mariscal Petain, que le llama admirado «la espada más limpia de Europa», hace que el gobierno francés le otorgue la Legión de Honor.

No cabe duda que en las arenas de Alhucemas Franco ha decidido su destino, pues ese prestigio ganado a nivel nacional e internacional, y la juventud y vigor con que llega al generalato, serán puntos a su favor para que, al inicio de la Guerra Civil, la Junta de generales que dirige el alzamiento le nombre primero su «Generalísimo», el jefe militar único, y luego le otorgue el poder político, que ya no soltará hasta su muerte 40 años después.

Franco no es, sin embargo, la única estrella en el Desembarco de Alhucemas, en esa jornada del 8 de septiembre de 1925 hay una constelación de nombres importantes en la Historia de España reciente. 

Un tazón de sopa

Al amanecer del 8 de septiembre el coronel Franco está con otros mandos en el acorazado Alfonso XIII, y un joven alférez de navío le ofrece un tazón de sopa, para que se caliente en la fría madrugada en el mar. Pero Franco lo rechaza: «Nunca tomo nada antes de entrar en combate. Es por las heridas en el vientre, es mejor tener el estómago vacío», le explica al decepcionado alférez. Pero ese breve encuentro anuncia una de las relaciones más intensas del franquismo.

En 1940, cuando Franco ya es el todopoderoso Caudillo de España, el almirante Moreno, ministro de Marina, le enseña un informe que argumenta brillantemente las razones por las que España debe mantenerse neutral en la Segunda Guerra Mundial, a pesar de los muchos partidarios que hay en España de aliarse con Hitler. El informe le da a Franco los argumentos para respaldar lo que le marca su intuición política, la conveniencia de la neutralidad. Lo ha elaborado un oficial del Estado Mayor de la Armada llamado Luis Carrero Blanco, precisamente aquel joven alférez que le ofreció sopa en Alhucemas.

Franco reclama a Carrero para la Subsecretaría de la Presidencia, un departamento que, aunque no tenga título de ministerio, es el ministerio más importante del régimen franquista. En ese puesto de alta responsabilidad política y cercano a Franco, Carrero se va a convertir en el cerebro gris del régimen y la persona que más tiempo permanecerá en el gobierno, después del propio Franco. Además, es el hombre de toda confianza del Caudillo, el que espera que mantenga su legado.

En junio de 1973, Franco da un paso para formalizar esa categoría de sucesor, y nombra a Carrero Blanco presidente del gobierno, un cargo que había detentado el propio Franco desde 1936. El franquismo se convierte así en un régimen bicéfalo, pero esa situación dura solamente medio año, porque el 20 de noviembre un terrible atentado de ETA acaba con la vida del almirante Carrero Blanco, el marino que había ofrecido sopa a Franco en Alhucemas.

Algo más que sopa le ofrece a Franco el comandante Muñoz Grandes, el apoyo de otra tropa distinguida, la Agrupación de Harcas, fuerzas indígenas irregulares, auténticos guerrilleros que, por diversas razones, son enemigos de Abdelkrim y se alían con los españoles. Las Harcas desembarcan en paralelo con la Legión e incluso se duda sobre cuál de los dos cuerpos pisaría primero tierra firme. En los duros combates de los días siguientes resulta herido grave Muñoz Grandes, otra de las estrellas de Alhucemas por su papel en la Historia de España.

Agustín Muñoz Grandes es uno de esos militares africanistas, que rechaza la oferta de ser ayudante de campo de Alfonso XIII por seguir en la campaña africana. Tras la proclamación de la República, Manuel Azaña le encarga en 1933 crear y ponerse al mando de la única fuerza armada netamente republicana, la Guardia de Asalto. Pero cuando estalla la rebelión, Muñoz Grandes, que está en Madrid, es encarcelado. Las presiones de los máximos jefes militares republicanos, los generales Miaja y Rojo, logran su liberación y le ofrecen incluso un mando. Pero a la primera ocasión Muñoz Grande cruza las líneas y se une al ejército nacional.

Cuando termina la Guerra Civil, Muñoz Grandes manda ya una división, pero su máxima gloria vendrá después, en la Segunda Guerra Mundial. En 1941 Franco lo nombra jefe de la División Azul, el cuerpo de voluntarios que va a la Unión Soviética para combatir el comunismo, hombre con hombro con los alemanes. Con un idealizado carácter de cruzada, la División Azul entra enseguida en la mitología del régimen, y Muñoz Grandes, que es condecorado personalmente por Hitler, vuelve de Rusia convertido en el héroe oficial.

La predilección de Franco por este antiguo compañero del Desembarco le abre las puertas de la política. En 1951 lo nombra ministro del Ejército y tiene que encargarse de negociar los acuerdos militares con Estados Unidos. Al dejar el gobierno en 1957 pasa a ser jefe del Alto Estado Mayor, el máximo rango al que puede aspirar un militar, después del de Generalísimo que ostenta Franco. Pero en 1962 vuelve a la política cuando Franco, que ha tenido sus primeros problemas de salud, lo nombra vicepresidente del gobierno, el número 2 del régimen. En 1967, ya con problemas de salud —morirá en el 70 tras larga enfermedad— es substituido en la vicepresidencia por el citado Carrero Blanco, la tercera estrella de Alhucemas.

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