Cervantes en 'El cautivo'
«Los clásicos y grandes personajes no deben ser frías estatuas marmóreas, muertas, sino seres vivos»

Miguel de Cervantes.
Creo que Alejandro Amenábar es un gran director de cine, que no sigue una línea recta. Casi todas sus en general notables películas parecen no tener que ver una con otra (por ejemplo «Mar adentro» con «Ágora») pero eso mismo le pasó a un grande como Stanley Kubrick. Recuerden «La naranja mecánica» y «Espartaco». Así ocurre de nuevo en «El cautivo», que es otra gran película distinta. Pero aquí se atreve con el tema de la vida de Miguel de Cervantes —entonces un desconocido, que retornaba de su dura vida militar— durante los años de cautiverio en Argel. Una etapa oscura, aunque no tanto como se ha dicho. Algunos datos: Miguel de Cervantes —nacido en Alcalá de Henares en 1547— huye de Madrid en 1569, porque hay una orden de detención en su contra, por haber herido en duelo a un tal Antonio Segura. Cervantes va a Roma, donde estará al servicio del muy pronto cardenal Giulio Acquaviva, a quien podría haber conocido en Madrid, donde desde 1567 Miguel estudió con el humanista Juan López de Hoyos, quien en una obra lo menciona como «nuestro caro y amado discípulo». Se sugiere (y la película se hace leve eco de ello) que el duelo cervantino, fue porque se insinuaron amores nefandos entre López de Hoyos y Cervantes joven. Pero esto parece licencia del libro del dramaturgo Fernando Arrabal, «Un esclavo llamado Cervantes» de 1996. Incorporado a los Tercios en Italia, Cervantes luchó en la muy célebre batalla naval de Lepanto, octubre de 1571, donde fue herido de tres arcabuzazos, quedándole inútil un brazo. De las heridas se recuperó en Messina, pero su vida militar no acabó ahí, pues luchó —desde 1572— en Navarino, Corfú, Bizerta y Túnez. Desde 1573 a 1575 anduvo por Italia (es obvio que hablaba italiano y conocía esa cultura) hasta que ese último año (junto a su hermano Rodrigo) decide volver a España. Cerca de la actual Costa Brava, la galera en que viaja es asaltada por piratas otomanos y queda con el renegado griego Dali Mamí, que lo lleva a Argel. Las cartas de recomendación que guarda —no demasiado importantes por lo demás— firmadas por don Juan de Austria y por el duque de Sessa, hacen creer que es alguien muy importante y se piden para su rescate 500 escudos de oro, suma muy elevada.
Cervantes estará casi cinco años cautivo en Argel (cuatro veces intentó escapar, sin conseguirlo) y aquí surge el tema delicado para muchos. ¿Fue Cervantes homosexual? ¿Tuvo relación con el gobernador de Argel, el muy cruel y de gustos sodomíticos Hasán Bajá, renegado de origen veneciano, llamado en verdad Andrea Celeste? El tema, naturalmente, no es invento de Amenábar y aparece expuesto en los libros de tres notables hispanistas foráneos, ya fallecidos: «Cervantès ou les incertitudes du desir», 1980, Cervantes o las incertidumbres del deseo, de Louis Combet (creo que no traducido), la notable biografía de Jean Canavaggio, 1986, «Cervantès» y en 1987 en el librito de la italiana Rosa Rossi, «Ascoltare Cervantes» Escuchar a Cervantes, estos dos últimos traducidos. Es el caso, como dice fray Diego de Haedo en «Topografía e historia de Argel» (1612), cautivo también su autor, que el terrible Hasán Bajá «jamás lo castigó ni le hizo castigar con bastonazos, ni le dirigió palabra injuriosa, mientras que todos temíamos en sus tentativas de fuga que ese cautivo fuera empalado —como era lo habitual— de lo que él mismo tuvo miedo más de una vez». Agrega: «Sino le dieron fue porque hubo buenos terceros». Es absurda la pregunta de si Cervantes era o no homosexual (como lo es en Shakespeare) pues solo se trata de si Cervantes, dicho en términos actuales, se dejó querer por el Bajá, que era solo tres años mayor que él. Llegara donde se llegase (la película es moderada, nada escandalosa, un beso en un baño caliente) es obvio que el Bajá veneciano «conocido por rodearse de un harem masculino» (Rossi) apreció y respetó a Cervantes, que pasó seis meses en la casa del propio gobernador. En «Los tratos de Argel», una de las primeras obras escritas por Cervantes tras su vuelta a España, hay dos personajes dobles o paralelos, Saavedra, prisionero fiel a su identidad, «y un personaje que permanece anónimo, porque precisamente, habiendo aceptado las lisonjas ideológicas y eróticas del moro ha perdido identidad y nombre». Certeza no existe, pero sospechas fundadas. ¿Por qué molestaría tanto que Cervantes hubiera tenido un ocasional trato homoerótico, con unos 30 años? Y a esa edad era difícil que fuese un «garzón», un sodomita pasivo, muy frecuente en aquel Argel.
La madre de Cervantes se apellidaba Cortinas, ¿de dónde, pues el Saavedra que solo usó después de 1580? Luce López-Baralt recuerda que «shaibedraa» en dialecto árabe de Berbería —que suena Saavedra— significa «manco». Cervantes no podía sentir vergüenza de tal heroico hecho. Gran película «El cautivo» de Amenábar y buena interpretación de Julio Peña. Los clásicos y grandes personajes no deben ser frías estatuas marmóreas, muertas, sino seres vivos. El cine inglés ha dado ejemplo de ello, desde Shakespeare a Isabel I, pasando por Ricardo Corazón de León. Así debe ser. Por lo demás, en septiembre de 1580, tras múltiples colectas, los monjes trinitarios lograron los 500 escudos oro por Miguel. Hasán Bajá quería llevarlo con él a Constantinopla.