Las grandes mentiras de la Leyenda Negra sobre el descubrimiento de América
La Hispanidad engloba toda una gesta y un mestizaje que cambió el mundo en las postrimerías del siglo XV

Desembarco de Colón en el Nuevo Mundo (1862), de Dióscoro Puebla. | Wikimedia Commons
Queda ya poco para celebrar, un año más, el 12 de octubre, que en España tiene gran repercusión mediática. Ese día se celebra un desfile de las fuerzas armadas, de los más vistosos, donde la Familia Real —Felipe VI, la reina Letizia, la princesa Leonor y, este año también, la infanta Sofía— lo presidirá. Ese día, que este año cae en domingo, es fiesta. Es el día de la Virgen del Pilar, patrona de la Hispanidad. Hispanidad, un amplísimo concepto que engloba toda una gesta y un mestizaje que cambió el mundo en las postrimerías del siglo XV. Una gesta hecha por apenas sesenta hombres, capitaneados por uno al que le sobraba pasión, destreza, intuición e ilusión.
El 12 de octubre de 1492, Cristóbal Colón avistó tierra en Guanahaní tras 72 días de navegación, 1.363 millas náuticas recorridas (2.194 kilómetros) y en tres carabelas: la Pinta, la Niña y la Santa María. No contaban ni con sextante, ni GPS, ni nada que les indicara por dónde iban. Avanzaban a ciegas, creyendo que llegarían a Zipango (Japón). El resultado ya sabemos cuál fue. Una proeza que cambió tanto el mundo que esa fecha se marca como el fin de la Edad Media y el comienzo de la Edad Moderna.
De unos años a esta parte, se ha puesto de moda la idea de que no hay nada que celebrar, que lo que hizo Colón no tuvo nada de gesta y que colonizó aquellas tierras. Son muchos los ejemplos, pero citaré solo dos: cada 12 de octubre, el movimiento Descolonicémonos convoca marchas por ciudades como Madrid. Su consigna: «La marcha que une a colectivos indigenistas y otros grupos que sufren la herencia del colonialismo en una reivindicación colectiva contra el día de la Hispanidad».
Para ellos, «el 12 de octubre representa el inicio de un proceso de violenta imposición cultural, política y militar, que incluye el exterminio de millones de personas en nombre de la civilización y de la religión católica; así como la estigmatización y discriminación histórica más absoluta de pueblos y culturas. No creemos que sea la mejor fecha para celebrar el día que llegaron a un continente en el que había miles de habitantes, a los que esclavizaron y asesinaron».
Dichos movimientos también creen a pies juntillas que el descubrimiento de América y sus celebraciones ignoran la violencia, el borrado cultural, que no fue descubrimiento sino una colonización y que significó el genocidio de los grupos indígenas originarios. ¿Es esto cierto? Algunas cosas sí lo son. Hasta un reloj parado dice bien la hora dos veces al día. Hubo miles de muertos, como en todas las conquistas de imperios (y el español lo era) a lo largo de la historia de la civilización. Pero vayamos por partes.
La historia no es una ciencia exacta
La historia no es una ciencia exacta, como lo son las matemáticas. Esto es verdad, pero las interpretaciones de los documentos existentes pueden estar sesgadas y, de hecho, lo están en este tema y a gran escala. Se les aplica además algo nefasto: el presentismo. Esto es, juzgar al hombre del XV o XVI con los ojos del XXI.
No existió un genocidio
Todas estas organizaciones que no desean celebrar nada el 12 de octubre (y herederas de la Leyenda Negra) se basan principalmente en que lo que la Monarquía Hispánica hizo con América fue un genocidio y una explotación despiadada. ¿Es esto verdad? No. Para que exista un genocidio hace falta una voluntad expresa de terminar con un pueblo. Desde el principio, los españoles se mezclaron. La prueba más palpable de que no lo hubo es que hoy siguen existiendo millones de indígenas en Hispanoamérica.
Matanzas de indios sí hubo, claro. ¡Y de españoles! Las conquistas no se hacían convocando al pueblo para acordar una hora y, té y pastas en mano, llevarla a cabo. España fue invadida por iberos, celtas, fenicios, griegos, cartaginenses, Roma, suevos, vándalos y alanos, visigodos y, por último, musulmanes. En todas esas conquistas hubo muertes, porque siempre se hicieron por la vía de la fuerza; por eso se llaman conquistas y no acuerdos de paz. No se trata de justificarlo, simplemente es la historia del ser humano.
Virus, los grandes responsables de la gran mortandad
Cuando los españoles llegaron a tierras americanas, no solo portaban un idioma, cultura o forma de ver la vida y a Dios, también llevaron enfermedades infecciosas para las que los indios no estaban inmunizados. La viruela, el sarampión y la gripe diezmaron a la población por una razón simple y devastadora: el continente euroasiático estuvo aislado durante miles de años, y los nativos no tenían resistencia a esos patógenos. Se calcula que, en solo 100 años tras 1492, la población indígena se redujo un 90%.
¿Esto qué provocó? Una catástrofe demográfica, sí, pero en parte porque los españoles se mezclaron con los indígenas, contrajeron matrimonios y tuvieron descendencia: el famoso mestizaje. Basta pasearse por cualquier calle española para ver a los descendientes de aquellos tiempos con sus diferentes rasgos. Es un hecho que nos mezclamos, no una opinión. Es un hecho que no hubo un genocidio; de lo contrario, no hubiera quedado ninguno. Además, como muestran las crónicas, el 90% murió por virus, no asesinados.
Esteban Mira Caballos sobre Colón
Esteban Mira Ceballos publicó hace unos meses un excelente ensayo con una precisa bibliografía sobre Colón (ed. Crítica), y una de las cosas más reseñables de su «tesis» es que:
«Un personaje tan potente como Cristóbal Colón ofrece munición tanto para ponderarlo como para despreciarlo. De ahí que siga siendo, cinco siglos después, objeto de debates y reflexiones, lo mismo sobre su figura que sobre las narrativas históricas que se han realizado. Una parte de la historiografía actual está tratando de revisar su perfil histórico y, sin negar que marcó un antes y un después en el cambio del ciclo histórico, también lo señala como un símbolo de colonialismo europeo que trajo consigo el drama de la explotación abusiva de los pueblos indígenas».
De Colón y las consecuencias de su descubrimiento se han hecho miles de estudios y tratados. La historiografía actual parece haber llegado a un consenso más proclive a valorar que las cosas en la historia nunca son ni blancas ni negras. Si bien es cierto que la desigualdad de ambos mundos provocó una verdadera conmoción, también lo es que los dos lados salieron beneficiados. ¿En qué? En la riqueza que siempre aportan los mestizajes.
Cuando los partidarios de ver en la gesta solo una calamidad olvidan que los pueblos indígenas no eran unas comunidades pacíficas que vivían cantando el Imagine de la época, recolectando flores silvestres y alimentándose de la pesca y la recolección de frutos. Es verdad que Colón no llegó nunca a conocer a las grandes civilizaciones (aztecas y mayas), pero los que llegaron tras él, y en nombre de los españoles, sí las conocieron. Y no eran precisamente Grecia y Roma.
Los aztecas, en el actual México, a pesar de ser una civilización perfectamente organizada, practicaban sacrificios humanos para contentar a los dioses. Los incas (Perú, Bolivia, Ecuador…) también los practicaban, aunque en menor grado. La gran razón por la que se pudo ejercer una verdadera conquista es que los españoles se aliaron con pueblos indígenas para derrotar a otros.
Los aliados ocultos de la conquista
Cuando en 1519 Hernán Cortés desembarcó en las costas de Veracruz, eran apenas 500 hombres, 16 caballos y un puñado de piezas de artillería. ¿Cómo es posible que con tan pocos hombres lograran doblegar un imperio de millones de aztecas? La clave estuvo en las alianzas con enemigos internos del imperio.
Tlaxcala, la gran apuesta contra los aztecas
Los tlaxcaltecas, cercados por los mexicas, habían resistido durante décadas sus intentos de sometimiento. Tras semanas de combates sangrientos, Hernán Cortés logró convencer a sus líderes de que unir fuerzas sería más provechoso.
Según Bernal Díaz del Castillo en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, «los tlaxcaltecas aportaron decenas de miles de guerreros que, junto con los españoles, avanzaron hacia Tenochtitlan». La figura de Malintzin (La Malinche) fue fundamental: su dominio del náhuatl y del maya permitió a Cortés comunicarse y negociar. Díaz del Castillo la describe como «lengua y mano derecha» del conquistador.
En los Andes, un imperio dividido y la figura de Pizarro
En 1532, Francisco Pizarro, con apenas 200 hombres, se adentró en el imperio inca, debilitado por una guerra civil. Los pueblos sometidos (huancas, cajas y chachapoyas) vieron en los españoles una oportunidad de librarse de tributos y del sistema de trabajo obligatorio impuesto desde Cuzco, la mita. Cronistas como Pedro Cieza de León señalaron que «fueron los contingentes indígenas, mucho más que los soldados europeos, quienes aseguraron el éxito de la expedición».
América: un sistema de reinos de ultramar
Cuando se habla de la llegada de los españoles a América, muchos imaginan una colonización al estilo inglés o portugués: factorías comerciales, puertos estratégicos y control distante. Sin embargo, la Monarquía Hispánica no creó simples colonias, sino una red de reinos de ultramar.
Isabel la Católica dejó claro esto en las Capitulaciones de Santa Fe (abril de 1492), donde ella y Fernando de Aragón firmaron con Colón un acuerdo centrado en sus privilegios: Almirante, Virrey y Gobernador, así como parte de las riquezas que pudiera encontrar.
El documento no menciona directamente a los futuros habitantes, ya que se desconocía la magnitud de los territorios. Sin embargo, poco después, la Corona estableció que los indígenas serían súbditos libres de Castilla, con derechos reconocidos en teoría como cualquier otro vasallo. Esto se formalizó en las Leyes de Burgos (1512) y la doctrina de la Escuela de Salamanca, que defendía la humanidad y los derechos naturales de los pueblos originarios. Este dato contradice el relato de genocidio.
El primer siglo tras la llegada de Colón
La llegada de Colón no solo impactó la política y la economía, también transformó el panorama cultural. Durante el primer siglo, se sentaron las bases de un sistema educativo, religioso y administrativo que perdura hasta hoy.
La fundación de universidades
España trasladó la tradición universitaria europea. La primera fue la Universidad de Santo Tomás de Aquino en Santo Domingo (1538), seguida por la Universidad de México (1551) y la Universidad de Lima (1551). Estas universidades formaban clérigos y administradores, pero también se convirtieron en centros de transmisión cultural, de derecho, filosofía y teología.
Cultura, religión y lengua
La Iglesia fue el principal vehículo cultural. Dominicos, franciscanos y jesuitas fundaron colegios y misiones enseñando lectura, escritura, doctrina cristiana y música. Además, se promovió la traducción de lenguas indígenas, preservando parcialmente la memoria de culturas prehispánicas.
Una herencia que perdura
La llegada de los europeos implicó violencia y sometimiento, sí, como en todas las conquistas. Pero el primer siglo tras Colón dejó también una estructura urbana, jurídica y educativa que sirvió de cimiento para las futuras sociedades americanas. Las universidades fueron el primer paso de un legado híbrido, donde el saber europeo se adaptó y, a veces, se mezcló con conocimientos locales.
En suma, el choque de mundos no solo fue militar y económico, sino también cultural y educativo. Las universidades del siglo XVI simbolizan el inicio de una tradición intelectual en América que aún se mantiene.