Álvar Fáñez, uno de los grandes capitanes de la Reconquista y pariente del Cid
Mencionado en el ‘Cantar de mio Cid’, fue uno de los principales caudillos militares de Alfonso VI

Estatua dedicada a Álvar Fáñez en Burgos. | Larrea
Desde que el mundo es mundo, la historia ha estado siempre íntimamente ligada… con el mito. Los personajes y los hechos históricos han construido siempre identidades y relatos nacionales. Algunos de esos hechos y figuras del pasado están ampliamente documentados, mientras que otros permanecen envueltos en las neblinas de la leyenda. Ejemplos de esto son Rómulo y Remo, los presuntos fundadores de Roma amamantados por una loba; el rey Arturo, que sacó a Excalibur de la piedra y que algunos relacionan con un monarca bretón que existió realmente; o, en clave hispana, uno de los grandes personajes de la Reconquista: Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido como el Cid Campeador.
Antes de nada, cabe aclarar que la figura del Cid está mucho más documentada que la de Rómulo y Remo o la del rey Arturo. Hoy en día, nadie pone en duda que Rodrigo Díaz de Vivar existió, además de algunos hechos de su vida como que sufrió el exilio del rey Alfonso VI o que tomó Valencia. Cosa distinta es tomarse al pie de la letra la narración épica de su vida, el Cantar de mio Cid, como si se tratase de un libro de historia, o de caer en hagiografías del personaje.
Con todo, esta semana en Ilustres olvidados no hablaremos propiamente de Rodrigo Díaz, sino de un personaje contemporáneo suyo y hasta pariente del Cid. Su nombre, Álvar Fáñez. Para ello, nos trasladamos a la Castilla del siglo XI, a ese far west hispánico que fue la Reconquista. Un choque de más de siete siglos, a veces más latente y a veces en forma de guerra abierta, en torno a una frontera y a dos cosmovisiones, la cristiana y la musulmana.
Álvar Fáñez y el Cid
En este contexto, surge la figura de Álvar Fáñez. No conocemos su fecha exacta de nacimiento, pero sí que venía de una familia de infanzones, es decir, de la nobleza baja de Castilla, instalada en la comarca del río Pisuerga. Como ya hemos apuntado, su historia va indisolublemente unida a la del Cid. De hecho, el primer testimonio documental que tenemos de Fáñez es el contrato de arras entre el Campeador y su esposa, Jimena. En ese legajo, se aclara que Álvar es sobrino de Rodrigo Díaz.
Pero el vínculo entre ambos parece ir mucho más allá de los lazos familiares: los dos habrían compartido también la particular hermandad que sólo puede otorgar el combatir hombro con hombro. En efecto, según el Cantar –aunque este punto es motivo de discusión entre los historiadores–, Fáñez pertenecía a la mesnada del Cid, el grupo de hombres de su confianza.
No obstante, la historia real del Campeador se parece más a la de un mercenario que a la de un héroe nacional cristiano, ya que en ocasiones luchó al servicio de los musulmanes. Por contra, Álvar Fáñez, pese a que en ocasiones pudiera entrar en batalla junto al Cid, se diferencia de este en que estaba firmemente instalado en la Corte de Alfonso VI. Muestra de esto es su matrimonio con una hija de Pedro Ansúrez, uno de los principales consejeros del monarca.
Hombre de confianza de Alfonso VI
La cercanía de Fáñez al rey no le impidió batirse el cobre en muchas ocasiones contra los musulmanes. De hecho, se le puede considerar uno de los capitanes más importantes de Alfonso VI en sus continuos conflictos con los almorávides. Su amplísima hoja de servicios incluye, por ejemplo, la toma de Valencia en el año 1086. Poco después, el rey le envió a enfrentarse a los musulmanes en la batalla de Sagrajas. El reino de Valencia cayó entonces en una inestabilidad política que aprovechó el Cid para tomar la plaza en el 1094.
Fáñez también actuó en numerosas ocasiones en la zona de la taifa de Toledo, escenario de zona fronteriza entre cristianos y almorávides. El caudillo castellano tomó varias plazas en esa área, como Belinchón o Uclés, a las que se suma Zorita, cuyo control le confió Alfonso VI. El rey encargó a Fáñez la defensa de Toledo a partir del año 1098, ciudad de la que fue alcalde. Las fuentes documentales hablan de Álvar como «príncipe y dux de la milicia toledana», epítetos que se ganó al repeler varias ofensivas musulmanas.
Otras acciones militares de Álvar Fáñez incluyen la toma de Medina del Campo, Guadalajara o Cuenca. Además, Alfonso VI le ordenó comandar una expedición de castigo contra el reino de Granada por su colaboración con los almorávides. Del emir nazarí logró cobrar una importante suma para Castilla en concepto de parias atrasadas que se le debían a Alfonso.
Al servicio de doña Urraca
Pero Álvar Fáñez no estuvo solamente al servicio de Alfonso VI. La hija de este, la reina Urraca, también se benefició de su pericia militar tras casarse con Alfonso el Batallador. Fáñez recuperó para Urraca la ciudad de Toledo. En agradecimiento, la monarca leonesa le hizo señor de Peñafiel.
Precisamente al servicio de doña Urraca le llegó la muerte a Álvar Fáñez. En 1114, estalló una rebelión en Segovia, durante la cual murió combatiendo en favor de su señora.
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