The Objective
Ilustres olvidados

Domingo Badía, el espía de Godoy que a punto estuvo de hacer caer al sultán de Marruecos

Este intrépido agente secreto realizó varias misiones en África y Asia al servicio de la Corona

Domingo Badía, el espía de Godoy que a punto estuvo de hacer caer al sultán de Marruecos

Grabado de Domingo Badía.

Los protagonistas de los grandes hechos del pasado suelen ser reyes, políticos, generales… pero la historia también la hacen personajes más discretos, es más, individuos cuya eficacia se sostiene precisamente en no llamar la atención. Por ejemplo, Efialtes traicionó a los espartanos que defendían el paso de las Termópilas, informando a los persas de un sendero que llevaba a su retaguardia. También el cartaginés Aníbal hizo buen uso de los espías, cuando infiltró exploradores en el campamento romano para ganar la batalla de Cannas. Y, más recientemente, Alan Turing y su equipo descifraron los códigos de la máquina Enigma nazi y decantaron la Segunda Guerra Mundial a favor de los aliados.

En efecto, todos los grandes imperios se han apoyado en redes de espías para operar diplomática y militarmente. Y España no es una excepción. Esta semana hablaremos de uno de esos hombres en la sombra, un catalán que se hizo pasar por príncipe árabe y conspiró en varias cortes musulmanas. Su nombre, Domingo Badía.

Domingo Badía y el sueño africano

Domingo Badía y Leblich nació en Barcelona en 1767. Ese año, balleneros mexicanos llegan a la Antártida por primera vez, Carlos III expulsa a los jesuitas de España y nace también Manuel Godoy, de quien hablaremos en un momento. Cuando Domingo todavía era un niño, su familia se trasladó a Andalucía, pasando primero por Málaga y recalando finalmente en la localidad almeriense de Vera. Allí, el joven Domingo desarrolló un gran interés por el mundo islámico, en parte porque la zona en la que vivían tenía mucho contacto con soldados españoles destinados en Ceuta y Melilla, así como con mercaderes del norte de África.

Domingo pasó los años siguientes formándose en estudios variados, como bellas artes y química. Trabajó como contable y después como administrador de la tabacalera real en Córdoba. En aquellos años, además, desarrolló una curiosa faceta de inventor al tratar de patentar un modelo de globo aerostático. Pero, por causas varias, el proyecto fue un fracaso y Badía se arruinó y fue blanco de burlas. De hecho, tuvo que salir de la ciudad andaluza vendiendo todos sus bienes.

Domingo se dirigió entonces a la capital para empezar de nuevo. Aceptó un empleo humilde y malvivió para poder enviar la mayor cantidad de dinero posible a su esposa e hijos, que se habían quedado en Vera. Pero, en aquellos años de dificultad, su mente comenzó a pergeñar un plan tan ambicioso como fantasioso. Se trataba de realizar una gran ruta por varios países de África haciéndose pasar por árabe, todo ello con un doble objetivo: buscar alianzas comerciales para España y hacer observaciones y exploraciones científicas.

El hombre que susurraba al sultán de Marruecos

Badía, que entonces tenía 34 años, le presentó su proyecto a Manuel Godoy, valido del rey Carlos IV. Al futuro Príncipe de la Paz no le interesaba demasiado el cariz naturalista del viaje, pero vio una oportunidad para influir sobre un vecino incómodo: Marruecos. El entonces sultán del reino alauita, Sulaymán, había emprendido una política antiespañolista, cortando las relaciones comerciales y amenazando Ceuta y Melilla. Así pues, Godoy le encargó a Domingo Badía que se ganase el apoyo de sectores marroquíes rebeldes contrarios al sultán. En última instancia, podría prometer apoyo militar español para destronar a Sulaymán.

Nuestro intrépido catalán salió de Madrid en mayo de 1802, aunque no viajó directamente a África. Antes, pasó unos meses entre París y Londres, entrevistándose con reputados científicos y estudiando a fondo la cultura y la lengua árabes. A fin de cuentas, Badía iba a hacerse pasar por un príncipe sirio de nombre Alí Bey el-Abbasí. Incluso se especula con que su simpatía por el Islam era realmente sincera desde el punto de vista espiritual.

Cuando por fin llegó a Tánger, Badía se presentó como un adinerado príncipe desterrado de su patria y que iba camino de la Meca. La treta funcionó y el agente catalán comenzó a relacionarse con las altas esferas de la ciudad, buscando apoyos para su causa contra el sultán. El complot marchaba viento en popa cuando a Sulaymán le dio por visitar Tánger, prendándose de aquel misterioso príncipe sirio. El sultán, entonces, invitó a Badía a instalarse en su corte, propuesta que el espía aceptó sin dudar.

Rápidamente, el agente español se convirtió en uno de los consejeros más queridos de Sulaymán. Este incluso le regaló una lujosa villa y le ofreció casarse con una de las mujeres de su harén. Mientras, Badía se iba ganando el apoyo de las tribus rebeldes contrarias al sultán. Cuando la trampa estaba lista, Godoy informó al rey de sus planes para deponer a Sulaymán, pero Carlos IV, que no sabía nada del proyecto, lo rechazó de plano. Esto dejó a Badía en una situación de lo más comprometida. Siguiendo las instrucciones de Godoy, el agente había prometido apoyo militar español para la revuelta que preparaban las tribus, pero ahora esa cobertura se había esfumado. Con la doble amenaza de que Sulaymán descubriera su traición o de que las tribus atentasen contra él, Badía salió de Marruecos.

De Egipto a la Meca

A pesar de que el complot de Badía en el reino alauita no terminó de ejecutarse, Godoy seguía confiando en su valía como agente secreto. Fue así como el espía catalán realizó gestiones tan variadas como frustrar un plan británico para destronar al bajá de Egipto, Mehmet Alí; elaborar un informe sobre el uso que los franciscanos daban a los fondos españoles para el mantenimiento de los santos lugares en Tierra Santa; o destruir una línea de comunicación secreta de los ingleses entre Siria e India.

Badía fue, además, testigo privilegiado del mundo islámico. En 1806, fue el primer europeo de la historia en dar cuenta por escrito de los ritos en torno a la peregrinación a la Meca. Asimismo, fue el único occidental que vio en vivo y en directo la conquista wahabita de la Meca y Medina.

Al servicio de los Bonaparte

En 1808, la historia de Domingo Badía da otro giro. Las abdicaciones de Bayona supusieron un primer hecho muy conocido, que José Bonaparte asumiese el trono español, y otro secreto: una reunión entre Badía y el mismísimo Napoleón en que ambos discuten el futuro de Marruecos. En concreto, el agente catalán le ofreció al general corso la posibilidad de facilitar una invasión francesa del reino norteafricano.

Napoleón se interesó mucho por la propuesta, pero a Badía le encargó que se pusiese al servicio de su hermano en España. Fue así como, por encargo de Pepe Botella, el exespía ocupó varios cargos de gobierno en Córdoba. Badía se desquitaba así de la ciudad de la que años antes tuvo que salir con el rabo entre las piernas.

Pero aquello no duró demasiado. Con la derrota de las tropas napoleónicas, Badía tuvo que exiliarse por sus ideas afrancesadas. Aprovechó su estancia en París, para publicar Viajes de Alí Bey en África y Asia, un libro en el que contaba sus aventuras y que se convirtió en un best-seller en Europa.

Domingo Badía continuó con su vida de agente secreto, ya al servicio de Francia. La muerte le alcanzó en el año 1818 en el desierto de Siria, cerca de Damasco, parece ser que envenenado por un espía británico.

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