The Objective
Cultura

Un nuevo humanismo contra la cultura de la muerte

‘La palabra que vence a la muerte’ es un libro con historias que conmueven y un mensaje al que es imposible oponerse

Un nuevo humanismo contra la cultura de la muerte

El ensayista Rob Riemen. | EP

¿Es posible una nueva civilización que recupere el espíritu humanista en este tiempo de fascismos, exhibicionismos y adoración hacia el dios dinero? Esta es la pregunta central que atraviesa el nuevo libro de Rob Riemen, La palabra que vence a la muerte. Cuentos de verdadera grandeza, editado por Taurus. 

Fundador y presidente del Nexus Institute, este ensayista nacido en Países Bajos, con formación en Teología y Filosofía, retoma a través de cuatro historias el tópico que impulsó la creación de su instituto y buena parte de sus libros: el humanismo.

La primera es, nada y nada menos, que la historia de los últimos días de Thomas Mann, entre el amor de su esposa y las convicciones que supo forjar especialmente a partir de La montaña mágica; la segunda entrecruza los caminos del pedagogo Janusz Korczak, Antoine de Saint-Exupéry y Robert Oppenheimer, tres personas que, como indica el título del libro y por diferentes razones, supieron pronunciar la palabra que vence a la muerte; la tercera, por su parte, reflexiona sobre el arte de leer a partir de la anécdota del nacionalista chino que leía un libro mientras daba sus últimos pasos hacia la guillotina y, la cuarta, refiere a la importancia de la educación en las artes a partir de la distopía que nos propone George Orwell

Ya desde la introducción, Riemen deja bien en claro un posicionamiento sin espacio para ambigüedades y afirma que estas cuatro historias son susurradas por Clío, la Musa de la Historia, aquella que le viene a contar que la verdadera grandeza no es la de los nuevos líderes mesiánicos ni la de los banqueros ni los Ceos de las grandes tecnológicas, sino la de resistir la cultura de la muerte y adorar al Hombre en lugar de venerar el poder, las máquinas y la tecnología. Frente a esta cultura que todo lo corrompe y lo destruye, Riemen afirma que solo el lenguaje, el amor y el arte serán capaces de impedir que gobierne Ares, el dios de la guerra.  

En el caso de la historia de Mann, Reimen hace énfasis en la transformación que atravesó al autor de La montaña mágica desde su temprano abrazo a ese romanticismo alemán en el que la metafísica, el arte, la religión y la muerte confluían al son de las óperas de Wagner, hasta la pregunta con la que culmina su gran obra, publicada seis años después del fin de la Primera Guerra Mundial: ¿de esta fiesta mundial de la muerte surgirá el amor? Los acontecimientos posteriores lo negarían, pero en la dedicatoria al ejemplar del libro que le acerca su médico personal un día antes de morir, Mann seguía sosteniendo que era el amor la palabra que vencería a la muerte.  

El segundo ensayo lo protagoniza Janusz Korczak, el pedagogo y pediatra que el 6 de agosto de 1942, a pesar de haber tenido la posibilidad de escapar, permaneció en el orfanato junto a los casi 200 niños judíos que ese día serían llevados en tren hasta Treblinka para ser asesinados. El amor tuvo allí la forma de la bandera del trébol de cuatro hojas y la estrella de David que los chicos portaban ese día y que para Korczak representaba la bandera de la esperanza; la misma que se dibuja en los rostros de cada uno de los niños que leyeron El Principito, libro que Saint-Exupéry publicara 15 días antes de decidir ir a pelear a favor de los aliados para finalmente fallecer el 31 de julio de 1944 cuando el avión que pilotaba fuera derribado. En ese mismo ensayo, queda todavía lugar para la declaración de principios de Riemen a propósito del caso Oppenheimer: el hombre es libre y, si bien es capaz de construir el arma letal para la humanidad, tiene su bandera de la esperanza en el humanismo europeo y su amor por el alma humana. 

El tercer ensayo lo protagoniza Hugo von Hofmannsthal, quien oye la historia de un incidente ocurrido en 1900, en China, durante la rebelión del movimiento nacionalista contra las potencias occidentales. Un alemán observa una larga cola de chinos que iban a la guillotina y uno de ellos está leyendo un libro. El alemán le pregunta cómo puede estar leyendo justo ahora, y el chino le dice «Sé que cada renglón leído es un enriquecimiento». Este ejemplo le permite a Riemen resaltar la importancia de la lectura, práctica que las nuevas tecnologías y la cultura del desprecio hacia el conocimiento estarían echando a perder, para luego agregar, en otro tópico clásico del romanticismo, que solo el poeta a través de la palabra es capaz de alcanzar una verdad vedada a la lógica y la razón.

La última historia la protagoniza Orwell y su 1984 como ejemplo de la distopía que se concreta eliminando el valor de la privacidad, al tiempo que es apropiada por la industria del entretenimiento y por el paradigma de la hiperseguridad con cámaras de vigilancia y control por doquier. Esto le da pie a su vez a amonestar a una sociedad que, según él, utiliza diferentes eufemismos para no hablar del regreso real del fascismo en el marco de un capitalismo salvaje y un orden neoliberal que ataca los valores espirituales. 

La palabra que vence a la muerte es un libro bello, con historias que conmueven y con un mensaje al que resulta imposible oponerse. Con todo, no se puede obviar que es un libro que lleva al paroxismo ciertas miradas binarias y maniqueas presentes por lo menos desde el siglo XVIII: el corazón frente a la razón; el Hombre frente a la máquina; la poesía frente a la lógica; el libro y la educación frente a la barbarie, y todos los lugares comunes de una divisoria que opera en Occidente desde la querella entre la Ilustración y el Romanticismo. Sumemos a esto una lectura simplificada de la actualidad política que ubica cualquier tipo de liderazgo o forma de gobierno alternativa a la de las repúblicas liberales democráticas europeas como parte del eje del mal mesiánico fascista, y el combo es completo. 

De aquí que, si se busca un enfoque original donde sobresalgan complejidades y matices, no estamos frente al libro adecuado. Con todo, se puede resaltar el intento de refundar una civilización humanista que reivindique los valores occidentales contra la gran tendencia relativista, oikofóbica y culposa que se ha impuesto en el viejo mundo. En este sentido, hay aquí un texto que deja espacio a cierto optimismo al cual abrazarse y ello, en estos tiempos, no es poco. 

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