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Cultura

El arte de filosofar en viñetas: Charles Schulz, Quino, Liniers y Tom Gauld

La ironía, la reflexión y el toque poético de estos autores llega hasta nuestros días

El arte de filosofar en viñetas: Charles Schulz, Quino, Liniers y Tom Gauld

Tom Gauld, 'Física para gatos'. | Salamandra Graphic

En la primera viñeta Charlie Brown lee en voz alta de una revista: «Aquí dice que la fuerza de la gravitación es hoy un 13% menor que hace cuatro billones y medio de años». En la segunda, la marimandona Lucy se pregunta: «¿Quién tiene la culpa?» A lo que el cándido Charlie responde: «¿Quién tiene la culpa? Nadie tiene la culpa». En la tercera, Lucy protesta muy airada: «¡Cómo que nadie tiene la culpa! Tiene que ser culpa de alguien. ¡Alguien tiene que apechugar!». Y en la cuarta, ya fuera de sí, vocifera al pobre Charlie: «¡Encuentra un chivo expiatorio!», y este, asustado por el exabrupto, pega un bote.

La tira es de los años sesenta, pero podría haber sido dibujada ayer. En cuatro dibujos Charles Schulz sintetiza con agudeza una actitud muy humana: la de empeñarse en encontrar culpables para todo (aunque sea mediante teorías conspiranoicas). Schulz filosofaba a través de sus viñetas, ahora reunidas en Carlitos y Snoopy. Las mejores tiras de los Penauts (Reservoir Books). Su modo de entender el humor gráfico marcó un hito y tuvo seguidores como Quino, del que se ha editado este 2025 Lo mejor de Mafalda (Lumen). Su influencia llega hasta nuestros días y es rastreable en autores como el argentino Liniers y el escocés Tom Gauld, de los que acaban de llegar jugosas novedades a las librerías: Macanudo. El optimismo es para los valientes (Reservoir Books) del primero y Física para gatos (Salamandra Graphics) del segundo.

Todos ellos publicaban o publican sus tiras cómicas en periódicos o revistas, pero forman parte de la selecta cofradía que huye del humor vinculado directamente con la actualidad o el comentario político. Practican una fina y elegante ironía con aspiración intemporal, en la que priman la sutileza, la inteligencia, la sofisticación, el gusto por la paradoja y hasta el toque poético.

Las viñetas humorísticas en prensa alcanzaron un primer momento de esplendor en el siglo XIX, con publicaciones como la inglesa Punch, donde colaboraban John Tenniel, conocido por las ilustraciones de Alicia, y George du Maurier, abuelo de Daphne du Maurier. O la francesa Le Charivari, donde colaboraban titanes de la caricatura como Daumier y Grandville. La temática más común era la sátira sobre asuntos políticos. Hasta que The New Yorker, una revista estadounidense fundada en 1925 —este año celebra su centenario— cambió el modo de entender el humor en los periódicos. Lo alejó de la trifulca diaria y las trincheras partidistas y lo llevó hacia un terreno más refinado y atemporal.

Buenos ejemplos del exquisito humor gráfico de esta publicación son figuras históricas como Charles Addams –creador de La familia Addams, que pasó del papel a la televisión y al cine– o Saul Steinberg. Y entre los que están en activo destacan la genial Roz Chast y Robert Mankoff. Este último fue durante años el editor de cartoons del New Yorker y en su libro El humor de Nueva York (publicado por Ediciones B el año pasado) explica las pautas del estilo de la revista. Una de las viñetas más celebradas es obra suya: aparece un ejecutivo en su despacho, que dice al teléfono: «No, el jueves imposible. ¿Qué le parece nunca? ¿Nunca le iría bien?» Seguidores destacados del estilo New Yorker son figuras como el gran Gary Larson y su The Far Side, o el mexicano Ros, del que Lumen publicó en 2019 una buena selección de su obra: No faltaba más.

Dibujo de los inicios de Schultz con los globos de diálogo vacíos.

Niños sabios y neuróticos

A esta escuela de sofisticación e inteligencia pertenecía también Charles Schulz, que publicó la primera tira de Peanuts (aquí Carlitos y Snoopy) en 1950 y cumplió con su compromiso diario durante casi cincuenta años, hasta unos días antes de fallecer en 2000, cuando, ya muy enfermo, se despidió de los lectores. A lo largo de su prolongada carrera, creó con los Peanuts un universo poblado exclusivamente por niños -más el perro Snoopy, y el pajarillo Woodstock-, sin presencia de ningún adulto. Son sus infantiles protagonistas, una suerte de críos sabios o neuróticos, quienes hacen reflexiones propias de los adultos y viven sus angustias.

Schulz logró con sus tiras de trazo simple algo monumental: atrapó el zeitgeist de la América suburbana de la posguerra. Lo hizo con la misma brillantez que escritores como John Cheever o Richard Yates que devinieron cronistas de ese mundo.

En su estela apareció una década más tarde –en 1964 en la revista Primera Plana la Mafalda de Quino, que retomaba la fórmula de los niños protagonistas, pero en este caso incorporaba algunos personajes adultos que interactuaban con ellos. Quino manejaba un humor más directo y abordaba temas más próximos a la actualidad. Frente a Charlie Brown, que es una suerte de loser fatalista y metafísico, Mafalda es una niña resabiada y sentenciosa. El otro gran heredero de Schulz, mucho más cercano a su espíritu poético, es Bill Watterson con Calvin y Hobbes, cuyo protagonista es un niño soñador que da vida a su tigre de peluche y vive con él mil aventuras. Dibujó la tira durante una década, entre 1985 y 1995, y la clausuró cuando tenía solo 37 años.

Sin duda, la niña Enriqueta, con su gato Fellini y su osito de peluche Madariaga, creada por Liniers, es un homenaje a Watterson. Ella es uno de los personajes recurrentes de Macanudo, nombre bajo el que este dibujante argentino publica sus tiras humorísticas. Otros personajes destacados son los pingüinos filosofantes, los duendes del bosque, el hombre misterioso, la calaverita mexicana Guadalupe, un entrañable monstruo azul y dentudo y Picasso y las cosas que a lo mejor le pasaron.

En la estela de Schulz, Quino y Watterson, Liniers combina la ironía sutil, el gusto por las paradojas y las pinceladas poéticas. Rasgos que también son rastreables en la obra del escocés Tom Gauld, que opta por un dibujo muy esquemático y abundantes guiños culturales. Sus tiras cómicas están recopiladas en libros como En la cocina con Kafka o La venganza de los bibliotecarios, publicados aquí por Salamandra Graphics, al igual que el más reciente, Física para gatos. Este último reúne sus trabajos para el New Scientist y, por tanto, se centra en cosillas de científicos. Como en esa viñeta en la que se ve a un conejo gigante observando a dos minúsculas figuras humanas, una de las cuales dice: «A ver, o nuestro suero de crecimiento ha sido un éxito rotundo o el tanque del alucinógeno vuelve a tener una fuga».

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