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Cultura

Cultura y espiritualidad

¿El último disco de Rosalía y la película Los domingos son síntomas de un renacer religioso?

Cultura y espiritualidad

Disco 'Lux' de Rosalía.

Han proliferado en las últimas semanas las muestras de entusiasmo por un presunto renacer religioso en nuestra sociedad. También hemos visto señales de preocupación por un supuesto resurgimiento de la mojigatería. ¿Qué ha provocado estas reacciones? Sustancialmente dos productos culturales: el disco Lux, de Rosalía, y la película Los domingos, de Alauda Ruiz de Azúa. El entusiasta respaldo del público tanto al disco como a la película hace pensar en una inusitada ansia de espiritualidad.

No es nuevo que las manifestaciones culturales se interesen por la religión. Es más, con mucha frecuencia cultura y espiritualidad aparecen fundidas. ¿Es necesario recordar al Greco, a Haendel o a Unamuno?, por poner solo tres ejemplos. Basta ver la influencia de la mitología en el arte. O la estrecha relación entre la filosofía y la religión, entre Aristóteles y Santo Tomás. Las catedrales, el canto gregoriano, los versos de nuestros místicos, creaciones, todas ellas a mayor gloria de Dios, son, a la vez, pilares básicos de nuestra cultura.

El anticlericalismo de la revolución francesa, el «Dios ha muerto» de Nietzsche, el juicio y condena a muerte de Dios en la Rusia leninista, o el «España ha dejado de ser católica» de Azaña cambiaron por completo la relación entre arte y religión. Hubo un intento fracasado de sustituir la religión por las ideologías, dando lugar a un mundo nihilista, a una sociedad desamparada, con escasos recursos morales y éticos para enfrentarse a los desafíos de la historia. Siempre, eso sí, en nombre de una presumible liberación del ser humano.

En una reciente entrevista en Ethic, la filósofa española Victoria Camps, que acaba de publicar La sociedad de la desconfianza (Arpa), expone que, al imponerse el laicismo, se ha prescindido de la moral religiosa sin sustituirla por otra. «Se formaba a personas religiosas que vinculaban su comportamiento a una doctrina moral —asegura—. Eso se hacía a través de la religión, porque el concepto de religión incluye ese sentido de religar a las personas, mantenerlas en una comunidad que sabe lo que debe hacer, porque tiene unas convicciones y de esas convicciones deriva un comportamiento. Con la secularización de la sociedad, eso que hacía la religión no ha sido sustituido por nada que consiga vincular a las personas en un sentido moral. No hemos encontrado la forma de crear una sensibilidad moral, y eso es un problema».

Es probable que las nuevas manifestaciones religiosas respondan a esa ausencia de moral común que ha traído la formación laica, no solo pública —lo que es comprensible—, sino familiar y social. No es solo el disco de Rosalía —en su página web se venden hasta rosarios—, ni la película Los domingos. Hay que mencionar también el éxito de la obra del filósofo coreano Byung-Chul Han Sobre Dios (Paidos) o las alabanzas al escritor español Pedro G. Cuartango por su ensayo El enigma de Dios (Ediciones B).

El ser humano siempre se ha caracterizado por la búsqueda de trascendencia, lo que hace que este fenómeno se repita de forma recurrente una y otra vez, con mayor o menor intensidad. Hace nada, se creía ver un reconocimiento de las raíces cristianas en autoras como Irene Vallejo o Ana Iris Simón, en pensadores como Rob Riemen (Nobleza de espíritu) o en series como Los Elegidos. Por no hablar de cineastas como Scorsese (La última tentación de Cristo Silencio), Mel Gibson (La pasión de Cristo) o Terrence Malick (Vida oculta).

Podríamos hablar también del impacto en su momento de Madonna y su Like a prayer, de los devaneos místicos de Bob Dylan o de la conversión al islamismo de Cat Stevens. Antes ya habíamos asistido a una búsqueda espiritual a raíz de los movimientos pacifistas o hippies de los 60. ¿Qué fueron si no los éxitos de los musicales Jesucristo Superstar o Godspel, tanto en el teatro como en el cine?

El renacer religioso es algo mucho más complejo que estos presuntos síntomas. En tiempos de zozobra como estos, buscamos reglas que nos ayuden a discernir entre el bien y el mal, que den sentido a nuestras vidas. ¿Qué explicación tiene, que El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl, lleve casi cuatro años entre los libros más vendidos? Ojalá estos brotes verdes de espiritualidad trajeran una mayor ética a una sociedad desmoralizada, y no se quedaran en meros productos de consumo del boyante mercado de la autoayuda.

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