THE OBJECTIVE
Arte

Rember Yahuarcani, una voz propia del arte indígena

El artista y activista por los derechos humanos, expone en la muestra colectiva ‘Amazonía. El futuro ancestral’ en el CCCB

Rember Yahuarcani, una voz propia del arte indígena

Obra Aquellos otros mundos. | Juan Pablo Murrugarra

Rember Yahuarcani, artista visual, curador y activista por los derechos y el respeto de las cosmologías y el conocimiento indígenas, expone en la muestra colectiva Amazonía. El futuro ancestral en el CCCB. El artista de origen uitoto, nos narra los infortunios que viven los pueblos indígenas de Latinoamérica, además de las urgencias y retos que afrontan en defensa de su gran legado cultural.

THE OBJECTIVE conversa con Yahuarcani, que  se encuentra en Barcelona, para participar en la exposición. «Es una muestra ambiciosa, no sólo se enfocada en el mundo indígena, da una panorama amplio y cercano sobre procesos culturales e históricos que se vienen dando en la Amazonia», afirma.

Pregunta.- Acaba de regresar de Venecia, donde ha participado como ponente en un programa público de conferencias, en la Bienal lo hace junto a su padre, el artista Santiago Yahurcani, ¿qué obras presentaron?

Respuesta.– Con mi padre trabajamos conjuntamente hace más de 15 años, hemos hecho varias exposiciones bipersonales. Todas las prácticas artísticas vinculadas a los pueblos indígenas, vienen de tradiciones colectivas y familiares. En la Bienal, la idea era mostrar cómo éstas se trasmiten generacionalmente. Siempre trabajamos en diálogo, no solamente sobre la cosmovisión amazónica, sino también planteando las problemáticas contemporáneas de las naciones indígenas de Latinoamérica. Llevamos siete obras de gran formato, yo trabajo sobre lienzo y mi padre en llanchama, una corteza que utilizamos tradicionalmente para confeccionar distintas piezas utilitarias. Adriano Pedrosa, curador de la Bienal de Venecia, conoció a mi padre en la Bienal de Gwangju en Corea del Sur, donde expuso Cosmovisión Uitoto, obra que acaba de adquirir el MoMA de Nueva York, donde estará expuesta durante un año.

«La selva era vista como un lugar de extracción, por más que la habitaran más de 50 pueblos indígenas»

P.- Su origen es uitoto y cuenta que su clan es el de la Garza Blanca ¿qué representa este sentido de pertenencia?

R.- Los uitotos estamos dispersados por Colombia, Perú y Brasil. La zona de origen se ubica en La Chorrera en Colombia, en el río Igara Paraná que a su vez es afluyente del río Putumayo. Nosotros somos de Pebas, un pueblo al que se llega navegando por el río Amazonas desde la ciudad de Iquitos en Perú. A su vez, nos dividimos en clanes, antiguamente había más de 30 clanes que eran grandes familias. Cada clan tiene un sentido de pertenencia, puede ser al de un animal, un árbol, un astro o fenómeno natural. Están los del clan del sol o «del aguaje» que es una palmera, nosotros somos los del clan de la Garza Blanca, porque nuestro antecesor mitológico es el hombre «garza» o «Juma» del que nosotros descendemos, nuestro primer ancestro. La Amazonia y en general los pueblos indígenas, recién fueron incluidos dentro del imaginario peruano o nacional, desde la década del setenta del siglo XX. Hasta entonces la selva era vista como un lugar de extracción, por más que la habitaran más de 50 pueblos indígenas. Yo particularmente no me siento peruano, aunque tengo el DNI o el pasaporte, donde figura mi nombre Santiago Nazareno Rember Yahuarcani. Pero mi sentido de pertenencia está en lo indígena o en lo uitoto, donde me llamo Ribetɨaɨ, que son las plumas superiores de las aves, las que ayudan a alzar vuelo y a mantener el equilibrio.

P.- De los procesos de extracción en la Amazonia, se sabe que la etapa de la «fiebre del caucho» (1880- 1914), fue una historia de exterminio para los pueblos indígenas ¿Desde entonces, qué procesos en defensa de sus territorios han debido afrontar?

R.- Sí, durante «la fiebre del caucho», la frontera entre Perú y Colombia ni siquiera estaba delimitada. La época del caucho es una etapa bastante presente en nuestra memoria, mi abuela, Marta López Pinedo que la vivió, siempre nos contaba los atropellos, las muertes y violaciones que se perpetraron. Hubo un trauma generalizado, se asesinaron más de 40.000 personas, según cifras oficiales. En esa zona del río Putumayo y el río Caquetá estaban los boras, los uitotos, los ocaina y los andoque, muchos fueron desaparecidos. Pero las injusticias hacia nuestras tierras y sus pobladores nunca han cesado. En 1969 se construyó la Carretera Marginal a la Selva, para conectar las regiones amazónicas de Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela y Bolivia. Para su construcción se vulneraron muchos de los derechos de los indígenas, porque se tuvo que, entre otras cosas, bombardear las zonas por donde pasaría, sin pensar que los pueblos estaban ahí. Hasta 1980, que se creó AIDECEP, la asociación interétnica de los pueblos indígenas del Amazonas, no teníamos los derechos de nuestras tierras ni gobiernos locales autónomos.

«La vulnerabilidad de los territorios indígenas es brutal, hay un acecho constante por parte del narco, la minería y la tala ilegal»

P.- Actualmente ¿cuáles son los principales problemas a los que tienen que hacer frente?

R.- La situación de vulnerabilidad de los territorios indígenas actualmente es brutal, hay un acecho constante por parte de las mafias del narcotráfico, de la minería y la tala ilegal. Hay intereses muy claros por parte de las clases políticas para no hacerle frente a esta situación y los líderes indígenas están en un abandono absoluto. Se hacen las denuncias, pero nunca se siguen los procesos, hay amenazas constantes y asesinatos de líderes indígenas, además las leyes que crea el Estado, están debilitando las instituciones democráticas y ello nos afecta directamente. A nivel internacional, a ninguna de las potencias mundiales les interesa la situación, sea cual fuera la ideología que predican. Muchos venden un discurso de igualdad y paz en defensa de los territorios o los derechos humanos, pero cuando se trata de los pueblos indígenas, nunca terminan siendo efectivas.

P.- Como activista siempre habla de la importancia de la autorrepresentación, no sólo a nivel político, sino también en el ámbito de la cultura indígena…

R.-Porque en los últimos tiempos el llamado «arte amazónico», ha dado una inadecuada visibilidad sobre la cultura indígena. Para mí, lo amazónico no representa lo indígena, porque es un concepto muy foráneo, urbano, dirigido por un grupo hegemónico que domina la economía en las ciudades amazónicas. Tampoco creo que representa la cosmovisión indígena, al contrario, los últimos años, se han apoderado de conceptos indígenas, para mantenerse en espacios de poder vinculados al arte contemporáneo. La mayoría de personas que pertenecen al movimiento del arte amazónico, no son indígenas, son mestizos con formación capitalina. El arte amazónico, ha utilizado la figura del indígena expoliando su cosmovisión y lo ha justificado desde una falsa visibilización de los pueblos, sin haberles dado espacios de autorrepresentación.

P.- ¿Cuál cree que sería la manera coherente de plantear el acercamiento del público al arte indígena? Tomando en cuenta que nunca se han celebrado tantas muestras a nivel internacional sobre arte amazónico e indígena…

R.- El problema además es que esta apropiación, acelera y valida el extractivismo cultural en una desigualdad de condiciones, en gran medida porque no se han generado debates responsables. Esto ha hecho mucho daño al mundo indígena, al utilizar nuestros códigos como objeto de estudio o de mercado, los han terminado exotizando. Lo consecuente con los proyectos artísticos sobre arte indígena, es que también lo sean sus curadores o comisarios. Las prácticas paternalistas a las que somos expuestos, incluyen la utilización del discurso indígena y el aprovechamiento de nuestras oportunidades. Nosotros no consideramos nuestro arte como «arte amazónico», sino «arte indígena contemporáneo».

P.- ¿Y cómo ve la popularización de las plantas medicinales autóctonas de la Amazonia? Las ceremonias de plantas como la ayahuasca o yagé, son cada vez más populares…

R.- No hay pueblo indígena que escape a los embates del mundo contemporáneo. En el caso de las plantas como la ayahuasca, aparecen muchos intereses involucrados. Por un lado, está la demanda extranjera y por otro, quienes la ofrecen. Nosotros en nuestras ceremonias, no utilizamos ayahuasca, sino tabaco y creemos que hay ciertas prácticas que no deberían de ser compartidas. El principal objetivo de estas plantas no es pasar un momento recreativo, sino curar. En las ceremonias, tanto de la ayahuasca o del tabaco las plantas son vistas como abuelas, por su rol de sabias, son las que indican al curandero qué otras plantas tomar para cada dolencia o malestar. Un buen curandero sabe si una enfermedad se cura con plantas o si se tiene que recurrir a medicina científica. Y hay ciertos chamanes indígenas que no están protegiendo las tradiciones. Cuando un foráneo va a una comunidad a buscar un curandero para que le comparta su sabiduría y medicina ancestral, éste no sabe a dónde va a ir a parar su conocimiento, ni para qué se va utilizar. Yo no iría jamás a donde un curandero que nos sea indígena a tomar medicina ancestral, además al descontextualizarla y comercializarla, se daña al mundo indígena, que es la fuente del conocimiento.

P.- Participa en la exposición Amazonias. El futuro Ancestral, ¿qué se podrá ver en la muestra?

R.– No es solo una exposición de arte, incluye varios lenguajes que nos adentran en la inmensa riqueza natural y cultural del territorio amazónico. Yo presento una obra que narra los mitos indígenas vinculados con la naturaleza y cómo de ella nace nuestra existencia. El gran valor que tiene la muestra es que da prioridad a un debate y a una apertura hacia las voces de los pobladores indígenas de la Amazonia, sin limitarse a un discurso institucional. Como parte de la exposición, hay un calendario de actividades con ponencias, debates y talleres, proponiendo poner en relevancia el pensamiento y el enorme impacto ecológico de nuestra región que es central para el futuro del planeta.

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