El colectivo Lagartijas tiradas al sol reivindica a Valle-Inclán
Luisa Pardo y Lázaro Rodríguez presentan en el Reina Sofía la muestra ‘Esperpento: arte popular y revolución estética’
Lagartijas tiradas al sol llegó a España con algunos de sus proyectos más icónicos y recientes. El colectivo de artistas, dirigido por Luisa Pardo y Lázaro Rodríguez, presentó obras como Tijuana o Centroamérica en Asturias y Madrid. Hasta el 10 de marzo, podrá verse una de sus instalaciones en el Museo Reina Sofía como parte de la muestra Esperpento: arte popular y revolución estética.
Lagartijas tiradas al sol fue fundado en 2003 por Luisa Pardo y Lázaro Rodríguez, dos estudiantes de teatro de la UNAM, quienes decidieron abrirse camino en el ortodoxo mundo de la dramaturgia mexicana. Con el tiempo, el proyecto, concebido más como un vehículo de reflexión que de entretenimiento, creció hasta convertirse en la comunidad de artistas que es hoy. «El objetivo del colectivo siempre fue dotar de sentido, articular o desentrañar lo que la práctica cotidiana pasaba por alto», nos cuenta Lázaro.
PREGUNTA.- ¿Por qué deciden apostar por un teatro al margen de los cánones?
RESPUESTA L.P.- Coincidimos en la escuela hace más de veinte años y sentimos la necesidad de practicar un tipo de teatro que no necesariamente estábamos aprendiendo en las aulas. En la escuela nos hablaban mucho sobre los modelos de producción a los que había que responder; donde los actores, como creadores, tenían un papel secundario…
L.R.- Nos preguntamos cómo se podría hacer teatro sin depender del discurso de alguien más, y eso también incluía los mecanismos de financiación. Comenzamos con lo mínimo necesario para autogestionarnos y, pronto, comenzamos a hacer giras por Europa, Latinoamérica y Estados Unidos.
P.- ¿Cómo se organizan como colectivo?
L.P.- Nosotros no tenemos un espacio físico estable, a diferencia de muchos colectivos, lo cual nos exime de ciertos esfuerzos burocráticos, y, al mismo tiempo, genera lazos muy sólidos entre los miembros. Nuestra idea de producción también hereda elementos de las compañías de teatro de los años setenta, que tenían un fuerte compromiso político. Creo que formamos parte de esa genealogía, que intenta sostener un trabajo y un discurso sólido en el tiempo. Nos parecía pertinente retomar este tipo de agrupación porque vivimos en una sociedad ligada al individualismo, y creemos que esa es la manera ideal de posicionarnos ante el mundo, desde el arte.
P.- Sus publicaciones abarcan temas como los «procedimientos escénicos para la investigación», los «contradispositivos entre el cine y las artes escénicas» o «prácticas de desplazamiento y transformación»…
L.P.- Esto tiene que ver con que venimos del teatro, que es un arte vivo, efímero, que apela a la memoria, pero desde una fugacidad. La investigación histórica y las publicaciones surgieron como un complemento para que prevalezca el motivo por el cual creamos las obras teatrales. Además, las publicaciones nos han permitido ofrecer otras miradas o voces transversales sobre los temas que queríamos explorar, mostrando así diversas perspectivas.
«México, a través de sus principales proyectos políticos, ha mirado al norte, a Europa o al mundo anglosajón»
P.- Centroamérica es un proyecto de investigación artística sobre la región. En la obra presentada en el Centro Conde Duque hay una crítica directa sobre la invisibilidad histórica del territorio…
L.R.- América Central es una región bastante desconocida para México. Digamos que sabemos muy poco; no forma parte de nuestro imaginario ni de nuestras fantasías. Son siete países de los que somos vecinos distantes, porque en México siempre miramos al norte. La obra narra nuestra experiencia durante el recorrido.
L.P.- Si pensamos en términos históricos, tras la independencia hubo una escisión muy importante entre quienes defendían el liberalismo norteamericano y quienes añoraban conservar las estructuras monárquicas españolas. Desde entonces, México, a través de sus principales proyectos políticos, ha mirado al norte, a Europa o al mundo anglosajón. Además, por su posición en los medios de producción, México se ha convertido en una especie de norte para todo Latinoamérica.
P.- Una suerte de pesadilla territorial, si pensamos en los éxodos forzosos que vive la región sur y centro de América…
L.P.- Sí, son personas desplazadas por la violencia de sus regímenes políticos, que actúan con total impunidad. En México, además, se ven acorralados por la burocracia migratoria y la presencia de narcotraficantes que lucran con su necesidad. Hemos viajado mucho por Honduras, Guatemala, Belice, El Salvador, Costa Rica o Panamá, pero el foco central de Centroamérica está en Nicaragua. Como colectivo, nos interesa dejar constancia de estas problemáticas, especialmente en un mundo cada vez más polarizado por gobiernos de extrema derecha o dictaduras de izquierda. Es vital destacar la complejidad de nuestras realidades para no caer en tópicos que nos alejan de la realidad.
P.- En el caso de Nicaragua, ¿qué historias predominan en el exilio?
L.R.- Sorpresivamente, son muchos los motivos. Hay personas que ejercían un activismo frontal contra el régimen de Ortega, pero muchas otras no. La paranoia del Gobierno ha provocado que casi un millón de personas, en una población de siete millones, hayan tenido que exiliarse. Detenciones arbitrarias, acoso y hostigamiento son las causas principales que llevan al desplazamiento forzado.
«Los pueblos desarrollan mecanismos para resistir, y el exilio es uno de ellos»
L.P.- También hay prácticas similares a las del régimen cubano, con un control dentro de los barrios. La población se ha organizado para defenderse de los grupos militares y paramilitares, y en este sistema de control se delata a aquellos que «parecen» sospechosos. Estos mecanismos están basados en el terror, y la fragmentación que se vive responde al miedo. A su vez, los pueblos desarrollan mecanismos para resistir, y el exilio es uno de ellos.
P.- El Museo Reina Sofía presenta desde el 9 de octubre Esperpento: Arte popular y revolución estética, una muestra que aborda el concepto de lo grotesco y la deformación, formulado por Ramón del Valle-Inclán…
L.R.- Sí, participamos con la instalación No tengo por qué seguir soñando con los cadáveres que he visto. La obra está estrechamente relacionada con la novela Tirano Banderas, y su título retrata la historia de una exiliada que terminó suicidándose. Partimos de la idea de que la realidad de hoy en día es tan esperpéntica como los postulados de Valle-Inclán, o que su obra es más contemporánea que nunca. Cada cierto tiempo, el espacio también se activará con una performance.
L.P.- La instalación está compuesta por cartas de mujeres exiliadas, a quienes les pedimos que escribieran una misiva a su tirano, o al Tirano Banderas que les cambió la vida, forzándolas al exilio.