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'Here (Aquí)': Tom Hanks y el paso de los siglos en una sala de estar

Zemeckis reúne 30 años después al equipo de ‘Forrest Gump’ para adaptar una novela gráfica que funciona a medias

‘Here (Aquí)’: Tom Hanks y el paso de los siglos en una sala de estar

Instantánea de la película 'Here', el largometraje que vuelve a reunir al equipo de 'Forrest Gump' y cuya acción transcurre en su totalidad en el salón de una casa. | Vértice 360

¡Noticia bomba (o no)! Treinta años después de Forrest Gump se ha vuelto a reunir el equipo responsable de aquel taquillazo. Bueno, seamos justos, fue algo más que un taquillazo, fue un largometraje que marcó época, ganó seis Oscars -incluidos película, director y actor protagonista- y dejó para la posteridad una frase ya mítica, aquello de que la vida es como una caja de bombones…

El dream team responsable de ese clásico moderno lo formaban Robert Zemeckis como director, Eric Roth como guionista y Tom Hanks y Robin Wright como protagonistas. Vuelven ahora a unir fuerzas en Here (Aquí). Se trata de la adaptación de una novela gráfica de Richard McGuire del mismo título (publicada por Salamandra Graphic), un osado experimento convertido en un hito del cómic. La pirueta consistía en narrar el paso de los siglos a través de un único espacio: la sala de estar de una casa.

La cosa empezó como una modesta historieta de seis páginas en blanco y negro, publicada en 1989 en la revista Raw. Mediante una sucesión de viñetas en desorden cronológico centradas todas en un único espacio -la esquina de una sala de estar y el paisaje que había antes de que se construyese la casa- recorría muchos siglos, desde los tiempos de los dinosaurios hasta el futuro. En 2014 McGuire publicó una nueva versión muy ampliada y mucho más ambiciosa. En algo más de 300 páginas a color, no solo extendía las historias apenas abocetadas en la breve versión inicial, sino que llevaba la complejidad de la narración visual mucho más lejos. Todo un despliegue de virtuosismo en dobles páginas con pequeñas viñetas dentro de la viñeta general, de modo que se conectaban las diversas épocas.

La pregunta obvia es: ¿cómo demonios adaptas esto al cine? A la que se podría añadir otra: ¿realmente tiene sentido hacerlo? Zemeckis y compañía mantienen el espacio único, pero no se meten en el lío de las viñetas dentro de las viñetas. Simplemente van saltando de épocas y personajes, sin orden cronológico, lo cual no genera ninguna dificultad de comprensión, porque cada periodo se identifica de inmediato por la ropa, el mobiliario o algún acontecimiento histórico, como la gripe de 1918 o la aparición de los Beatles en el programa de Ed Sullivan.

Establecido el formato, se presenta un reto de índole narrativa. El cómic funciona como experimento y mantiene el interés por el virtuosismo formal de la propuesta. En él los personajes son meros comparsas apenas perfilados, al servicio del verdadero protagonista: el escenario inamovible en el que va pasando el tiempo. Trasladar esto tal cual a la pantalla con un metraje de una hora y 45 minutos te aboca a una cinta vanguardista de vocación minoritaria. Si aspiras a llegar al público, la única solución es dar protagonismo a algunos personajes para que el espectador pueda empatizar con ellos.

Saga familiar

Y este es el escollo con el que se topa Zemeckis. La película mantiene varias subtramas muy secundarias, como la de los nativos que poblaron primero el lugar o la de Benjamin Franklin, que se construyó una casa en lo que todavía era un bosque, mientras que reelabora o directamente se inventa otras. Las peripecias de los indios y de Franklin son mínimas, al igual que las del pionero de la aviación en los años diez del siglo XX, la del inventor de una silla giratoria y abatible en los años treinta o la de la familia afroamericana que es la última propietaria de la casa antes de que vuelta a ponerse a la venta. Todas ellas cumplen su función, pero por sí solas no pueden sostener la película.

Y ahí entra el protagonismo que se da un matrimonio de la posguerra que, cuando él regresa del frente, compra la casa. Tienen sueños que no se cumplen y tienen hijos, uno de los cuales, cuando crece, es Tom Hanks. Este se casa con una chica que es Robin Wright y la pareja vive altibajos, nuevos sueños y nuevas renuncias, mientras se van haciendo mayores y después ancianos. Es esta saga familiar la que lleva todo el peso, pero acaban siendo personajes con alma de títeres, porque con tantos saltos temporales es imposible dotarlos de una entidad que vaya más allá de los clichés. Además, hay cierto abuso de los efectos digitales para convertir a Tom Hanks en algunas escenas en un jovencito que parece salido de Big, aquella comedia que hizo con treinta y pocos años en la que interpretaba a un niño metido en un cuerpo de adulto.

Zemeckis parecía el director idóneo para enfrentar el desafío, porque en Forrest Gump logró convertir en un éxito una propuesta casi tan loca como la de Here (Aquí). En aquel caso, se trataba de contar la historia de Estados Unidos a través de un tipo corto de luces que estaba en todas partes, incluida la mismísima Casa Blanca, dando la mano a Kennedy (Woody Allen, por cierto, había hecho algo similar en el tronchante falso documental Zelig). La diferencia entre Forrest Gump y Here (Aquí) es que en la primera había un personaje con el que era fácil empatizar y en cambio en la segunda resulta más complicado llegar a emocionarse con las alegrías y penurias de unos personajes mucho más esquemáticos.

Antes de Forrest Gump a Zemeckis le habían salido muy bien otras propuestas también con un punto de chifladura: Regreso al futuro, que planteaba ciertas paradojas filosóficas mediante una comedia adolescente trepidante y muy divertida, y ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, que presentaba un mundo en el que los dibujos animados convivían con los humanos de carne y hueso. Here (Aquí) juega en esta liga de romper moldes y conseguir llegar al gran público. Lo consigue solo a medias. Le funcionan mejor las historias secundarias -el aviador, el inventor- que las de los protagonistas principales. De la trama de Tom Hanks y Robin Wright lo mejor es el conmovedor final, jugando con la memoria, que es el vínculo de los seres humanos con el tiempo y el pasado.

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