Periodistas de película
«Ante el incierto panorama actual, el cine busca referencias en las hazañas del periodismo del pasado»

Fotograma de 'Todos los hombres del presidente'.
Las películas -y ahora también las series- son un buen reflejo de cómo la sociedad valora el periodismo. El estreno de Septiembre 5 (Tim Fehlbaum, 2024) ha reabierto la polémica sobre hasta qué punto la imagen que el cine ofrece es fiel a la realidad de la profesión. Obviamente, los periodistas no somos ni como Mel Gibson (El año que vivimos peligrosamente), Humphrey Bogart (El cuarto poder) ni tampoco como Kirk Douglas (El gran carnaval). El cine, por más que aborde asuntos reales, siempre será cine, es decir, fantasía, pero construye estereotipos que condicionan la opinión del espectador..
Mauricio Bach reseñó aquí ampliamente Septiembre 5, que calificó como «un vibrante thriller periodístico». Señalaba cómo ya en 1972 se planteaban dilemas éticos como consecuencia de lo que fue la primera retransmisión televisiva en directo de un ataque terrorista: el secuestro y asesinato de atletas y entrenadores israelíes en los Juegos Olímpicos de Munich. ¿Se deben emitir las imágenes del asesinato de un rehén? ¿Es lícito que los terroristas puedan ver en las pantallas de televisión los intentos policiales para abortar el secuestro? ¿Vale todo con la excusa de que nos limitamos a cumplir nuestra obligación de contar la realidad? En suma, ¿cuáles son los límites de la libertad de expresión?
Septiembre 5 es una muestra más de la tendencia que se ha venido observando en el siglo XXI en el tratamiento del periodismo por parte del cine. Da la impresión de que directores y guionistas evitan abordar asuntos actuales y controvertidos de una profesión en crisis, que buscan referentes en el pasado para no enfrentarse a la incertidumbre del presente. Y vuelven, una y otra vez, sobre acontecimientos anteriores a la era de internet.
Así, se van sucediendo películas que son auténticos cantos a los grandes hitos del periodismo del siglo XX. Basten algunos ejemplos. Buenas noches y buena suerte (George Clooney, 2005) nos traslada a los años cincuenta para contarnos una de las hazañas de la prensa en su función de controlar al poder. Cuenta cómo el emblemático periodista de la CBS Edward R. Murrow (David Strathairn) y su productor, Fred Friendly (George Clooney), plantaron cara al todopoderoso Joseph McCarthy en su enloquecida persecución del comunismo. Arriesgando sus carreras y desafiando presiones de las más altas esferas, ganaron el pulso al senador e incluso se les atribuye el final de “la caza de brujas”, uno de los episodios más vergonzosos del siglo pasado en Estados Unidos.
Spotlight (Tom McCarthy, 2015) es un ejemplo de la necesidad del buen periodismo de investigación y de la trascendencia que puede tener un trabajo realizado con rigor. Nos retrotrae al año 2002, recién estrenado el siglo XXI, pero lo más próximo a la revolución digital que encontraremos es una hoja excel en la que los protagonistas intentan organizar los ingentes casos de pederastia que van descubriendo en el seno de la Iglesia católica bostoniana.
Otro ejemplo aún más significativo es Los archivos del Pentágono (Steven Spielberg, 2017). El Washington Post y el New York Times desafían a la administración Nixon publicando los documentos que demostraban que se enviaba soldados a morir en Vietnam cuando, desde hacía años, tenía información de que la guerra estaba perdida. Aquí volvemos a encontrarnos a personajes míticos del periodismo siglo XX, como el director y la editora del Post, Ben Bradlee y Katharine Graham, a los que ya habíamos visto en Todos los hombres del presidente (Alan J. Pakula, 1976) desvelando las corruptelas del caso Watergate.
Entre los asuntos del siglo XXI, sólo la investigación periodística del #MeToo ha merecido títulos interesantes como Al descubierto (Maria Schrader, 2022) o El escándalo (Jay Roach, 2019). Sin embargo, se centran más en los casos de abusos sexuales que en la forma de trabajar de los periodistas. Sobre el mismo tema, merece mención especial la serie The Morning Show (Jay Carson, 2019), que presta mucha más atención a la forma de trabajar en la televisión y en la desastrosa vida privada de los informadores.
El trauma vivido en las redacciones con la revolución digital ha merecido poca atención en el cine. Destaca La sombra del poder (Kevin Macdonald, 2009), donde un reportero chapado a la antigua (Russell Crowe) se enfrenta a los nuevos métodos de una bloguera (Rachel McAdams). En La corresponsal (Matthew Heineman, 2018) la veterana Marie Colvin (Rosemund Pike) tiene que ser auxiliada en sus peleas con las nuevas tecnologías por la becaria Zoe (Alexandra Moen). Pero donde realmente se refleja el drama de la reconversión digital vivido en las redacciones es en la soberbia temporada cinco de The Wire (David Simon, 2008).
Es cierto que el glamour y la estética de las rotativas, del repiqueteo de las máquinas de escribir, de los dossieres en papel no lo encontramos en las pantallas, ya sean de portátiles o de smartphones, en las redes sociales o en las redacciones asépticas y silenciosas del periodismo digital. A día de hoy, el propio periodismo no acaba de encontrar su hueco en el siglo XXI. Tal vez por eso el cine busca referencias en el pasado, momentos estelares en los que inspirarse como la hazaña aquel 5 de septiembre de 1972 de los periodistas de la sección de deportes de la cadena ABC que fueron a cubrir las hazañas deportivas y se encontraron con una masacre. Mientras, seguimos esperando la gran película del periodismo de la era digital.