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Cine

'Un like de Bob Trevino': en busca de algo parecido a la felicidad

Tracie Laymon firma una película simpática y conmovedora sobre personas heridas pero entrañables

‘Un like de Bob Trevino’: en busca de algo parecido a la felicidad

Fotograma de 'Un 'like' de Bob Trevino'.

Una chica obesa, con problemas de autoestima, contacta con un desconocido por redes sociales. Con esta premisa, nueve de cada diez guionistas -como los nueve de cada diez dentistas que recomendaban un dentífrico en el famoso anuncio- te arman una historia de psicópata que la secuestra, stalker que la acosa o algo por el estilo.

Pero en Un ʻlikeʽ de Bob Trevino las cosas no van por ahí, porque resulta que el desconocido es un hombre empático y encantador. Ah, entonces… nueve de cada diez guionistas -como los dentistas antes mencionados- irían por el camino de hacer que la chica se obsesione con él y resulte ser ella la psicópata. Como en aquella perturbadora serie de Netflix, Mi reno de peluche, presuntamente basada en las traumáticas experiencias reales de su creador y protagonista.

Pero no, de nuevo las cosas no van por ahí. Porque Un ʻlikeʽ de Bob Trevino -también presuntamente inspirada en experiencias de la propia directora y guionista, Tracie Laymon- es una película sobre personas heridas pero entrañables. Lo que cuenta se puede resumir del siguiente modo: la vida de Lily, la chica obesa (Barbie Ferreira, célebre por la serie Euphoria) es un asco. Su madre desapareció a la francesa cuando ella tenía cuatro años, acaba de descubrir que el chico con el que salía le ha puesto los cuernos, trabaja de cuidadora de una mujer en silla de ruedas con una enfermedad degenerativa. Y, como guinda, tiene un padre impresentable, que hasta la usa para sus ligues, con la intención de proyectar imagen de hombre responsable y familiar, cosa que no es ni remotamente.

Tras una cena desastrosa con su progenitor y una candidata a novia de este, Lily se pone a buscar por internet si hay otros Bob Trevino -el nombre de su padre-, soñando con haber podido tener una figura paterna más decente. Resulta que sí aparecen otros Bob Trevino y uno de ellos vive relativamente cerca, en el Estado vecino. Fantasea con que tal vez puedan estar familiarmente relacionados y decide mandarle un saludo por Facebook. Pasados unos días el desconocido -que no tiene foto en su perfil- le da un like. Empiezan a intercambiar mensajes y un percance propicia un primer encuentro no virtual.

El desconocido Bob Trevino (John Leguizamo, al que le ha tocado la lotería con este personaje que le permite lucirse) trabaja en una constructora y es mucho más agradable que el verdadero progenitor de la chica. Ella busca en él al padre sensato y cariñoso que nunca ha tenido. Y él encuentra en ella a alguien con quien hablar, porque su vida matrimonial se ha visto afectada por una pérdida que la pareja ha afrontado de modo muy distinto. Él mirando hacia adelante, su esposa encerrándose en sí misma y refugiándose con una obsesión enfermiza en los scrapbooks.

Personajes sólidos

La relación entre Lily y Bob Trevino, dos seres heridos que buscan algo parecido a la felicidad, propicia una complicidad entre ambos que no tiene nunca un carácter sexual, sino más bien paternofilial. Este es el eje de esta película buenrrollista, feelgood y definitivamente simpática. Es verdad que en algunos momentos uno nota cómo la directora mueve los hilos para provocarle una incontenible lagrimita; es verdad que hay algún que otro exceso de edulcorante, y es verdad que a los personajes secundarios les faltan claroscuros. El padre ganaría mucho si en lugar de ser un tipo de una zafiedad sin límites tuviera algunos matices que lo humanizaran un poco (tal vez la directora se está vengando de su progenitor y se le ha ido la mano en el retrato). Y en el bando contrario, también se agradecería que la mujer negra en silla de ruedas tuviera alguna arista.

Sin embargo, la cinta tiene dos virtudes que la elevan. La primera, una sólida construcción de los dos personajes principales. Él es un buen tipo que asume con serena resignación la autística depresión de su esposa. Y ella es una veinteañera que no se sabe muy bien si es una campeona de la resiliencia siempre dispuesta a ver el lado positivo de la vida, o si es una pánfila incapaz de encararse con los cretinos que la rodean, empezando por su deplorable padre. La segunda virtud es haber optado por el tono tragicómico en lugar de por el dramón desgarrador y truculento. Lo cual propicia algunas escenas deliciosas, como esa en la que Lily le cuenta sin inmutarse todas sus desgracias a una terapeuta en prácticas y al final de la sesión es la psicóloga la que está llorando a moco tendido.

Un ʻlikeʽ de Bob Trevino habla de seres humanos buenos, lo cual de vez en cuando se agradece. No es extraño que haya triunfado en los festivales por los que ha pasado, sobre todo entre los espectadores (en la Seminci de Valladolid ganó el premio del público), porque es un largometraje hecho para tocar la fibra sensible y provocar sonrisas y lágrimas. La escena final es conmovedora.

Es una prototípica cinta indie, en la estela de Frances Ha, Pequeña Miss Sunshine, Juno, Lady Bird, Vidas pasadas o la reciente Ghostlight. Películas independientes que manejan planteamientos emocionales no tan alejados de los de las producciones de Hollywood, aunque están rodadas con presupuestos mucho más modestos y sus resultados son más frescos y vivaces.

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