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Cine

'El extranjero', esteticista adaptación de la novela de Albert Camus

La versión dirigida por François Ozon traiciona algunos aspectos del libro pero atrapa el tedio existencial del protagonista

‘El extranjero’, esteticista adaptación de la novela de Albert Camus

Escena de el 'El extranjero'. | BTeam Pictures

«Hoy ha muerto mamá. O puede que fuera ayer, no lo sé. He recibido un telegrama del asilo: ʻMadre fallecida. Entierro mañana. Sentido pésame.ʽ No quiere decir nada. A lo mejor fue ayer». Este es el célebre arranque de El extranjero de Albert Camus, publicado por Gallimard en 1942. Es un prodigio literario: con estas frases lacónicas e indiferentes del narrador y protagonista, el autor marca desde el principio el tono y empieza a perfilar al personaje.

La obra, en su concisión de poco más de cien páginas, es un hito de la literatura del siglo XX. Diría que en Francia sigue siendo de lectura obligatoria en los institutos, aunque con la corrección política y el wokismo rampantes vaya usted a saber. Porque, claro, Camus era un pied noir y su libro no es precisamente un panfleto anticolonial. Es, eso sí, la novela existencialista por antonomasia, junto con La náusea de Sartre. Su protagonista, Meursault, es un tipo impasible ante el absurdo de la existencia que, al saberse sentenciado a muerte por el asesinato que ha cometido asegura que «da igual morir a los treinta años que a los setenta».

De entrada, El extranjero es fácil de adaptar al cine por dos motivos: porque es breve, y por tanto no hay que proceder a la poda, y porque la narración en primera persona es muy factual. El protagonista explica lo que le sucede, sin meterse en largas disquisiciones filosóficas que le den al lector mascado el mensaje del libro. Ahora bien, estas facilidades para trasladarla a la pantalla son solo aparentes, porque de lo que se trata es de conseguir atrapar el espíritu de la obra maestra de Camus.

Hasta ahora lo han intentado dos cineastas: Luchino Visconti la llevó al cine en 1967, con Marcello Mastroianni (está disponible en Filmin). Y ahora lo ha hecho el prolífico, ecléctico e irregular François Ozon. Ambas adaptaciones están muy pegadas al texto, que reproducen prácticamente escena por escena. Y sin embargo son diferentes, por lo que resulta interesante compararlas.

Primera diferencia: la de Visconti dura media hora menos. Básicamente porque precipita las escenas y las resuelve de forma a veces un poco atropellada. En cambio, Ozon las despliega y paladea. Como ejemplo, basta comparar la secuencia de los baños de Argel, en la que se encuentra con Marie y después se van juntos a ver una película de Fernandel. Ozon enriquece el coqueteo tanto en la playa como en el cine y aquí ya se marca con claridad una diferencia: da más protagonismo al personaje femenino (lo cual ha suscitado algunas críticas, porque en la novela no lo tiene). En la versión de Visconti lo interpreta Anna Karina, muy insulsa (justo ese año se había separado de Goddard, celoso patológico y maltratador, pero también Pigmalión que la había moldeado como una actriz sensual y chispeante). Resulta mucho más atractiva e interesante Rebecca Marder en la adaptación de Ozon.

En blanco y negro

Solo en el enfrentamiento final de Meursault con el sacerdote, antes de ser ajusticiado, la puesta en escena de Visconti es más acertada: opta por una celda minúscula y oscura, que aplasta al personaje. Mientras que Ozon la filma en un espacio mucho más amplio, restándole intensidad claustrofóbica. En la comparativa de esta secuencia se percibe que Mastroianni es un actor con más recursos interpretativos que Benjamin Voisin, el protagonista de la nueva adaptación. Aunque tal vez este, acaso por sus limitaciones, de mejor el perfil indiferente del personaje. Y sobre todo se ajustan más al original de Camus sus 30 años que los 43 que tenía Mastroianni cuando rodó su versión.

En lo que se refiera a la puesta en escena, voy a ser sacrílego: visualmente la película de Ozon es mucho más rica y sofisticada, con encuadres preciosistas, potenciados por la decisión de rodar en blanco y negro. Ahora bien, ¿traiciona este esteticismo la sequedad de la prosa de Camus y al alma de su novela? Visconti, con su fama de esteta, endilga unos cuantos de esos zooms espantosos a los que era aficionado. Su adaptación es más crudamente realista: los personajes sudan profusamente y el espectador siente el calor de Argel. En la de Ozon, el uso del blanco y negro lleva la trama a una dimensión más abstracta.

Por otro lado, Visconti abusa del recurso fácil de la voz en off que va recitando pasajes de la novela, algo que Ozon tiene el buen criterio de evitar (solo hace un uso muy puntualmente en un par de momentos). En cuanto a los personajes secundarios, el cineasta francés gana la partida: Pierre Lottin compone a un muy convincente vecino —ese chulo con ínfulas de galán que agrede a su amante árabe— y Denis Lavant se luce —acaso demasiado, por su tendencia al histrionismo— como el viejo solitario que maltrata a su perro pero después llora su pérdida cuando se le escapa.

Hay un aspecto en el que Ozon se distancia con claridad tanto del original literario como de la versión cinematográfica previa; algo casi inevitable en 2025. Su El extranjero introduce un mensaje anticolonial que no está ni en Camus ni en Visconti. Por ejemplo, en la escena en la que el protagonista va al cine con Marie, junto a la taquilla hay un muy visible cartel en el que se lee «Prohibida la entrada a los nativos». Y sobre todo, da más protagonismo a la amante maltratada del vecino proxeneta y hermana del árabe al que Meursault mata. En el libro este es sin más «el árabe», mientras que en la película acabamos viendo su nombre escrito en una tumba. Ozon se muestra más humano —¿más políticamente correcto?—, pero acaso traiciona un aspecto crucial del texto de Camus: negarle la identidad contribuye a crear el absurdo que impregna la narración. Con respecto a esto, apunto que el escritor argelino Kamel Daoud hizo una relectura de El extranjero desde la mirada del otro en Meursault. Caso revisado (Almuzara), una novela en la que da nombre y provee de una historia al «árabe» asesinado.

Visconti, adaptador de grandes obras literarias de Boito (Senso), Lampedusa (El gatopardo) y Mann (Muerte en Venecia) no consiguió con El extranjero una de sus obras más destacables. François Ozon nos presenta ahora una propuesta muy meritoria, que acaso traiciona algunos aspectos de la novela de Camus, pero consigue en gran medida atrapar el ennui existencial del protagonista.

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