existencialismo

Bergsveinn Birgisson o cómo un hombre destruyó su vida por rechazar a la mujer que amó siempre

Bergsveinn Birgisson o cómo un hombre destruyó su vida por rechazar a la mujer que amó siempre

Hay que ver lo poco que sabemos sobre Islandia: las canciones de Björk, las celebraciones vikingas de su selección de fútbol, sus prisiones llenas de banqueros. Qué poco sabemos, más bien nada, sobre cómo desayunan, cómo visten, ¿se enamoran igual? Entrevistar a un autor islandés como Bergsveinn Birgisson, quien en realidad vive en Noruega pero ambienta esta novela suya –Para Helga (Lumen)– entre la Islandia rural y la urbana, es una oportunidad para resolver algunos misterios. Sin embargo, obviamos la topografía por completo y nos zambullimos en cuestiones más porosas.

Bergsveinn Birgisson o cómo un hombre destruyó su vida por rechazar a la mujer que amó siempre

Bergsveinn Birgisson o cómo un hombre destruyó su vida por rechazar a la mujer que amó siempre

Hay que ver lo poco que sabemos sobre Islandia: las canciones de Björk, las celebraciones vikingas de su selección de fútbol, sus prisiones llenas de banqueros. Qué poco sabemos, más bien nada, sobre cómo desayunan, cómo visten, ¿se enamoran igual? Entrevistar a un autor islandés como Bergsveinn Birgisson, quien en realidad vive en Noruega pero ambienta esta novela suya –Para Helga (Lumen)– entre la Islandia rural y la urbana, es una oportunidad para resolver algunos misterios. Sin embargo, obviamos la topografía por completo y nos zambullimos en cuestiones más porosas.

Inteligencia artificial: el mito de las máquinas autoconscientes

Inteligencia artificial: el mito de las máquinas autoconscientes

Garry Kasparov era un joven entusiasta y soberbio que no podía imaginar que enfrentándose a una máquina podía salir derrotado. Pusieron frente al tablero del ajedrecista ruso, en febrero de 1996, un ordenador IBM que prometía una tecnología nunca vista; aquella supercomputadora se permitía analizar hasta 100 millones de movimientos por segundo y había recibido el nombre de Deep Blue. Cuentan los cronistas que Kasparov se llevaba las manos a la cabeza, que su gesto altivo inicial se fue transformando en un gesto preocupado y que finalmente ganó la partida por un margen muy estrecho.

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