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Literatura

Irene Reyes-Noguerol: cuentos de almas perdidas

La autora sevillana, elegida por ‘Granta’ una de los 25 mejores escritores jóvenes en español, publica ‘Alcaravea’

Irene Reyes-Noguerol: cuentos de almas perdidas

La escritora Irene Reyes-Noguerol. | © Isabel Wagemann

La Alcaravea es una planta silvestre con propiedades medicinales, culinarias y relajantes. Bajo este nombre publica Páginas de Espuma el último libro de cuentos de Irene Reyes-Noguerol (Sevilla, 1997), quien conoció esta palabra a través de una nana que le cantaba su bisabuela: «Y seguro que viene de mucho antes incluso… Con la alcaravea he querido reivindicar la tradición oral, que a veces dejamos de lado porque no tiene la permanencia o la durabilidad de la palabra escrita».

Y sí, en estos cuentos los personajes replican el habla de los pueblos del sur, y dan valor con ello a las historias que el viento transporta entre bocas. Son relatos «amargos, pero al mismo tiempo dulces», como la misma planta, pues lo dramático de su contenido se mezcla a menudo con la ternura y la bondad de las almas perdidas que desfilan por ellos.

El primero en salir de esta botica amplia de personajes es Van Gogh, que le habla en soliloquio desesperado a su hermano Theo, ya fallecido: «Pienso en ti, te abrazo como si estuvieras aquí mismo, tú y tu serenidad de hombre firme, dices no pasa nada, dices todo irá bien y te creo como creería a un oráculo, tu palabra por encima de las leyes humanas, tu palabra que es buena y sabia y justa, agua bendita en mis oídos».

«El personaje de Van Gogh siempre me había resultado muy interesante, no sólo como pintor, sino también por sus dificultades al tener una enfermedad mental tan compleja. Se me ocurrió que quizá lo mejor para reflejar esa desazón absoluta y ese miedo a perder la identidad sería ese monólogo sin puntuación que muestra al personaje totalmente consumido por el pánico a dejar de ser él mismo. Es también una reflexión sobre la creación artística, sobre los momentos en que se ve incapacitado para pintar, y en los que está totalmente invadido por la locura», cuenta a THE OBJECTIVE la autora. 

Por ello, este primer capítulo funciona también a modo de prólogo, pues a través del canto desesperado del pintor se esbozan los grandes temas del libro: «El desamparo, la relación con los otros, la búsqueda de una divinidad que se mantiene la mayoría de las veces lejana…». 

La influencia de Lorca

Después del célebre pintor holandés, voces anónimas toman la batuta de la narración. Una mujer escribe a su Antonio, al que perdió en la guerra, y cosecha después otras pérdidas que eran su único asidero a la tierra. Alguien cuida a una mujer enferma de la memoria, siempre lista para ir a ninguna parte. La pena crece por tramos, pero el estilo de Reyes-Noguerol ilumina las zonas oscuras: «En este libro todos los cuentos narran situaciones muy extremas, o de una crudeza considerable, y pensé que eso podía verse intensificado con el manejo del lenguaje, con la retórica, con los paralelismos. Siempre he pensado que en el dolor puede haber también belleza. También en la expresión de estos personajes hay una especie de dignificación de lo que les está sucediendo».

Esa expresión desgarrada, tan apegada a la tierra andaluza, recuerda en ecos a míticos personajes lorquianos: «Para mí Lorca siempre ha sido una cumbre indiscutible de la literatura universal y tiene influencia en mis textos. Me impacta esa potencia dramática y a un tiempo lírica, que permite condensar en muy pocas palabras esos sentimientos que él tiene. Creo que esa fuerza no ha vuelto a repetirse».

Así, el lirismo y lo dramático desdibujan en la obra las fronteras tradicionales entre géneros: «Especialmente yo tiendo a acercarme a la poesía a través de este lenguaje lírico, pero siempre me ha interesado mucho también el teatro. En este caso aparece también en muchas ocasiones la segunda persona, que permite una perspectiva más dialogante, más propia del teatro».

Escribir a mano

Tenía sólo 23 años Irene Reyes-Noguerol cuando fue incluida en la lista de los 25 mejores escritores jóvenes en español de la revista Granta. Ahora tiene 26, y la mención, lejos de infundirle una presión molesta, le ha brindado un soporte que agradece: «La repercusión y la proyección pública es mucho mayor, con Granta he conseguido gran parte del impulso necesario no sólo para seguir escribiendo, sino para tener la oportunidad de tener mayor presencia en los circuitos literarios. También creo que me ha facilitado poder publicar en una editorial tan prestigiosa para el cuento como es Páginas de Espuma».

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La génesis de todas sus historias se escribe a mano, siempre, pues dice Irene que es incapaz de inspirarse frente a una pantalla. También prescinde de la puntuación en un primer momento para que su flujo de conciencia no se detenga y las ideas broten sin cortapisas, como tampoco parece ir a encontrarlas el futuro brillante que se despliega frente a ella.  

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