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Literatura

Paula Díaz Altozano: las ballenas como pretexto

«Las ballenas son un símbolo perfecto. Como la música, la poesía, el universo o Venecia, son tan reales como imposibles, nunca las entenderemos»

Paula Díaz Altozano: las ballenas como pretexto

Portada de 'Ballenas invisibles'. | Berlin Paisaje

Hace quince o veinte años, el adjetivo «bonito» circulaba poco y mal en la crítica literaria. O bien no parecía muy serio, o bien se entendía como un elogio sospechoso, un eufemismo que en realidad ocultaba algunas carencias. Una cubierta podía ser bonita, pero un texto más bien no: si se decía de un texto que era bonito, automáticamente todos los lectores de suplementos entendían que no debía de muy bueno.

Pero, como otros micro-detalles léxicos y otros desplazamientos semánticos perceptibles (como el de «la verdad», palabra vetada por aquel entonces y ahora de uso abusivo), eso ha cambiado, y ahora se puede proclamar que un libro es bonito sin grandes sobre-explicaciones. Y para bonito, el ensayo sobre las Ballenas invisibles que acaba de publicar la poeta Paula Díaz Altozano (Madrid, 1990), un libro que contiene, muy bien mezclados, narrativa autobiográfica, digresiones científicas, cuadernos de viajes, referencias literarias, divulgación o aforismos disimulados, y lo hace no exactamente con orden, pero sí con irresistible encanto.

De Díaz Altozano ya conocíamos cuatro libros de poemas, uno de aforismos, y otro, de este mismo año, de sueños. A comienzos de 2025 publicará otro de aforismos en Comares, otro de poemas en Ril, y hace pocos días se supo que es además finalista en la próxima edición del Premio Adonais. Y todo ello, todos ellos, van conformando un mundo personal muy especial, muy curioso, sencillo y trabajado a la vez, gracioso y serio, inocente y erudito, muy tierno y muy inteligente. 

Quien no haya leído a la autora podrá acusarme, leyendo el párrafo anterior, de desplegar cierto paternalismo, pero quien sí conozca esos libros sabe que es exactamente como digo, y no solo por el hecho de que se refiere en muchas ocasiones a cuando era una niña o una adolescente, a los veranos en la casa del pueblo, a los veranos de campamentos o de estancias de estudios, a los coqueteos con el voluntariado…, sino por el tono, por esa preciosa mirada juvenil, sana, limpia y bondadosa que, mezclada con buena poesía, vuelve sobre todo lo que escribe para sacarle un último brillo, ese que va caracterizando su literatura y convirtiéndola en una de las más considerables y reconocibles de su generación, aunque hasta este ensayo no haya podido dar ningún paso verdaderamente decidido hacia cierta visibilidad pública, esa que suele escamotearse a las reuniones de aforismos o a la poesía que no busca ser escandalosa o vociferante.

¿Y por qué las ballenas? Pues por lo mismo por lo que se les han dedicado tantos libros: porque longevas, ubicuas, enormes, mágicas, cantarinas, pacíficas y providenciales…, son un símbolo perfecto. Son como la música o la poesía o el universo: algo que efectivamente existe, pero que no entendemos, que no podemos entender. O son como Venecia, algo que es tan real como imposible, y por eso también hay tantos libros sobre esa ciudad. Son realidades que se nos escapan, que dan testimonio de que en este mundo nuestro, en esta realidad prosaica, hay todavía enclaves o criaturas que mantienen todo su poder de fascinación por el hecho de que jamás nos entregarán su verdad última, nunca acabaremos de agotar sus sentidos posibles y nunca acabaremos de asumir las condiciones para que hayan podido darse.

Díaz Altozano añade además, ya desde el título, el hecho de que, aunque no son por carácter especialmente esquivas, a la hora de la verdad no es nada fácil verlas. En ese sentido este libro es, al menos en principio, la historia de una decepción (su primera frase es «Nunca he visto una ballena»), pero también es la historia de una evolución, casi una novela de aprendizaje, pues el presente desde el que se parte no es el presente en el que el libro se despide: el tiempo pasa a lo largo de este ensayo, algo más propio de la narrativa que de la ciencia o la filosofía, en las que en el primer párrafo ya es presente todo lo que va a desarrollarse o explicarse. Aquí no: la Paula que nos da la bienvenida no es la Paula que nos despedirá al final, y además en medio remo conociendo a la Paula que viajó de niña, con su familia, a las Azores, o la que aprendió inglés en Estados Unidos, o la que estudió en París, o la que se fue sola a Islandia, o la que acabó en Perú… Todas diferentes y todas no sólo verdaderas, sino, supongo, veraces, reales, no solo vívidas sino vividas.

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Ballenas invisibles
Paula Díaz Altozano
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Casi ninguna de las novelas principales trata de aquello de lo que parece indicar su argumento. El Quijote no va sobre un señor que se vuelve loco leyendo y se lanza en busca de aventuras para imitar a los héroes. Moby Dick no va sobre un marinero obsesionado con una ballena en particular a la que persigue irracionalmente por todos los mares del mundo… En nuestro caso, también aquí las ballenas acaban siendo un pretexto no para explicarse a sí misma, que es algo que, intuyo, a esta autora le importa poco, sino para honrar a la curiosidad, para defender la fascinación, la pasión, la obsesión por algo, y también el trabajo, la perseverancia, la paciencia, la constancia… y finalmente la gratitud. El desenlace de este libro precioso es una gran lección, así como la constatación de que no hace falta escribir un libro perfecto para lograr un libro redondo, o que el buen talento literario y los grandes temas pueden ponerse al servicio de un libro de espíritu modesto, de naturaleza particular, de fondo muy humilde pero de gran alcance.

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