crítica literaria

¡Dios santo, Widmerpool!

¡Dios santo, Widmerpool!

En una de sus novelas, Julian Barnes se burlaba de las coincidencias un tanto inverosímiles que poblaban la gran saga de Anthony Powell, “Una danza para la música del tiempo” –escrita entre 1951 y 1975-, en la que los personajes –muchísimos, casi quinientos- se encontraban fortuitamente a lo largo de los años en fiestas de debutantes y en cantinas militares y en hoteles solitarios y en congresos de literatura celebrados en Venecia. Y para ello, Barnes se inventaba la historia de doce comensales que coincidían en una cena y que al poco rato descubrían que todos ellos acababan de empezar a leer “Una danza para la música del tiempo”.

Los bárbaros ya están aquí

Los bárbaros ya están aquí

El título de este artículo procede de un poema de Elvira Daudet. El verso en cuestión reza: «Mas no temas, los bárbaros no vienen / ya están aquí, sois vosotros». Lo descubrí al leer Paraíso imperfecto, la tercera novela de Juan Laborda Barceló, en cuyo frontis figura. No dejé de darle vueltas. Cuando, meses después, leí el gran ensayo de Laborda En guerra con los berberiscos, abrigué la intuición de que estos, los berberiscos, que vivían extramuros de los límites fronterizos del imperio español, representaban el mismo papel que aquellos que en la antigua Roma habrían recibido el nombre de bárbaros.

Stephen King salva la sección literaria de un periódico local estadounidense

Stephen King salva la sección literaria de un periódico local estadounidense

Su periódico local quería suprimir la crítica literaria para reducir gastos, pero el escritor Stephen King ha logrado, con unos pocos tuits, salvar la sección amenazada, una victoria para el literato en la lucha por la supervivencia que sostienen muchos medios estadounidenses golpeados por la crisis. La historia comenzó el viernes cuando Stephen King, maestro de la literatura de terror y fantástica, anunció que The Portland Press Herald, uno de los principales diarios de Maine, donde él vive, iba a eliminar la sección dominical dedicada a los libros que tienen alguna relación con este pequeño estado fronterizo de Canadá.

Juan Cruz: "Quise ser periodista desde los 11 años y lo soy desde los 13”

Juan Cruz: "Quise ser periodista desde los 11 años y lo soy desde los 13”

Tiene los talones mordidos por la muerte, que le lleva persiguiendo desde niño. Mientras los hijos de los otros jugaban a la pelota, el pequeño Juan Cruz (Puerto de la Cruz, 1948) descansaba en la cama vencido por el asma, jugaba a escribir cartas e imaginaba romances. En aquellos tiempos, su madre abría la puerta a las mujeres con maridos en Venezuela para que el niño les escribiera cartas. Todas comenzaban igual: “Querido fulano, me alegro de que al recibo de esta mi carta te encuentres bien de salud. Nosotros por aquí bien, gracias a Dios”. Las cartas y la radio eran sus distracciones. Su familia malvivía por su enfermedad, sus hermanos trabajaban durante el día y se mantenían en vela la noche entera porque sus ataques de asma eran terribles. Su madre no hacía otra cosa que pensar en el pequeño.

Juan Cruz: "Quise ser periodista desde los 11 años y lo soy desde los 13”

Juan Cruz: "Quise ser periodista desde los 11 años y lo soy desde los 13”

Tiene los talones mordidos por la muerte, que le lleva persiguiendo desde niño. Mientras los hijos de los otros jugaban a la pelota, el pequeño Juan Cruz (Puerto de la Cruz, 1948) descansaba en la cama vencido por el asma, jugaba a escribir cartas e imaginaba romances. En aquellos tiempos, su madre abría la puerta a las mujeres con maridos en Venezuela para que el niño les escribiera cartas. Todas comenzaban igual: “Querido fulano, me alegro de que al recibo de esta mi carta te encuentres bien de salud. Nosotros por aquí bien, gracias a Dios”. Las cartas y la radio eran sus distracciones. Su familia malvivía por su enfermedad, sus hermanos trabajaban durante el día y se mantenían en vela la noche entera porque sus ataques de asma eran terribles. Su madre no hacía otra cosa que pensar en el pequeño.

Entre el ruido y las nueces

Entre el ruido y las nueces

Resulta que los designios de la “crítica literaria”, y mira que odio recurrir a esta etiqueta entrecomillada, son tan inescrutables que incluso cuando uno pensaba que el ruido había terminado todavía queda espacio para intuir alguna nuez inesperada. Me explico. Días ha escribí un artículo de opinión, y recalco el término “opinión” por si la constante aparición de la primera persona del singular no bastara para aclararlo, en el que enumeraba diez libros que yo consideraba sobrevalorados. El texto causó algo de revuelo por atacar a figuras de la literatura universal de la talla de Lorca o de Neruda. Es obvio que siempre han existido ídolos que sólo dan pie a la contemplación y no a la crítica, y obviarlo me costó no pocos aullidos y alguna que otra caricia. Cuando este ruido, clásico en el foro en el que se mueven las letras hoy, hubo cesado, llegó hasta mí una crítica a dicho texto firmada por don Camilo José Cela Conde.

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