THE OBJECTIVE
Literatura

Juan Vico rastrea al escurridizo Dino Campana, poeta maldito

‘Los regresos’ es una excelente biografía novelada del que algunos bautizaron como el ‘Rimbaud italiano’

Juan Vico rastrea al escurridizo Dino Campana, poeta maldito

El poeta italiano Dino Campana retratado en 1909. | Dominio público

Dino Campana vivió en la «tensión entre el misterio de la creación y el enigma de la locura», escribe Juan Vico en Los regresos (Galaxia Gutenberg), una novela biográfica o biografía novelada del poeta maldito, al que algunos bautizaron como «el Rimbaud italiano».

Campana (1885-1932) fue coetáneo de los futuristas, pero fue un verso libre de las letras italianas. Una figura excéntrica, una anomalía que no se deja encajonar en los manuales de literatura. Una suerte de heredero del romanticismo más exacerbado y dionisiaco, el del Hölderlin de los poemas de la locura, el del Novalis de los Himnos a la noche, el de las visiones alucinatorias de William Blake. Fue un poeta errante y loco.

Errante porque se pasó la vida huyendo de su Marradi natal, adónde volvía una y otra vez, de ahí el título del libro, Los regresos. El joven Campana daba largas caminatas por las montañas y después llegó a otras ciudades italianas y después al extranjero: a Francia y Suiza. Más adelante, sus padres, sin saber qué hacer con este hijo irreductible en el que ya asomaban los problemas mentales que habían hecho mella en otros miembros de la familia, lo mandaron a Argentina en un transatlántico que partía del puerto de Génova. Visitó Buenos Aires y la Pampa, como después reflejaría en alguno de sus poemas. De vuelta a Europa estuvo por Holanda y por Bélgica, antes de regresar de nuevo. Porque, en efecto, Dino siempre regresaba.

Durante sus viajes lo detuvieron en más de una ocasión los carabineri por su pinta de vago, de maleante. Su carácter pendenciero, su afición a la bebida y la vehemencia con la que expresaba sus opiniones lo condujeron también a estancias en sanatorios mentales. Entre tanto, Dino Campana concebía y escribía su único poemario, su obra maestra. Que además escribió dos veces.

Se lo explico: reunió en un cuaderno sus versos bajo el título de El día más largo y se lo presentó en Florencia a Giovanni Papini y su socio, el escritor y pintor Ardengo Soffici, directores de la revista literaria Lacerba. El joven poeta les despierta suspicacias –viste raro, se comporta raro–, pero le aceptan el manuscrito. Sin embargo, pasan los días y no hay respuesta, y Dino se inquieta. «Sus poemas son tan imponentes, tan fundamentales, tan cuestión de vida o muerte, que le resulta inconcebible concebir la inmediata falta de respuesta» escribe Vico. Pasadas unas semanas, protesta indignado y descubre entonces que Soffici ha extraviado el cuaderno en la mudanza de la redacción.

TO Store
Los regresos
Juan Vico
Compra este libro

Poemas que dejan huella

Es entonces cuando decide escribir de nuevo el libro entero, de memoria, aprovechando algún apunte. ¿Escribió el mismo libro u otro? Añadió poemas, pero en esencia era el mismo. Se pudo comprobar cuando en 1971 apareció el dichoso primer manuscrito entre los papeles de Soffici. Esa segunda versión es la que verá la luz, con otro título: Cantos órficos. Se lo publica un impresor novato e incauto que acaba de instalarse en su pueblo, Marradi. El impresor no tarda en arrepentirse de haberle dicho que sí en cuanto se entera de la fama de loco que tiene Campana. Y entra en pánico cuando ve la dedicatoria que el autor ha puesto al final: «A Guillermo II, emperador de los germanos», ¡en plena I Guerra Mundial, porque se edita en 1914! La tirada es modesta, de 500 ejemplares, con solo 44 ya vendidos por suscripción. El resto los aceptan en depósito libreros de la zona. Y poco a poco, sin padrinos, el libro se abre camino y le asegura a Dino Campana un lugar en la posteridad. Se han publicado varias ediciones en castellano de estos poemas exacerbados, dementes, de sintaxis y puntuación peculiares, repletos de giros inauditos y de altibajos, pero sobre todo de visiones líricas arrebatadoras. La obra de un genio, la obra de un loco. Fáciles no son. Pero dejan huella.

En vida, los Cantos órficos le sirven a Campana para que una mujer le escriba una carta de admiradora. Se trata de Sibilla Aleramo, nueve años mayor que él, escritora, periodista y pionera del feminismo. Es ya una célebre por la novela autobiográfica Una mujer, en la que relata su matrimonio forzado para salvar el honor con el hombre que la violó y los problemas que tuvo que enfrentar para romper con él y ser libre.

A la primera carta seguirán otras; la correspondencia entre ambos está publicada por la editorial argentina El paseo, especializada en rarezas exquisitas. Se embarcan en una relación amorosa intensa, complicada y breve. En 1918 Dino Campana ingresa en el manicomio de Castel Pulci, cerca de Florencia, donde pasará el resto de sus días. El diagnóstico es claro: esquizofrenia. Cuenta la leyenda –que recoge Vico– que el poeta murió de sepsis por la infección causada por un alambre que se le clavó en la pierna cuando trataba de escapar del manicomio. Acaso para emprender un nuevo regreso.

Los regresos no es una biografía al uso, ni una novela al uso. Los géneros tienden a estar cada vez más abiertos a las hibridaciones y las novelas biográficas o biografías noveladas son perfectamente lícitas siempre y cuando cumplan dos normas básicas: ceñirse a la verdad de los hechos a partir de una documentación rigurosa y estar escritas con brío literario. Este texto cumple ambas con creces. Dado que la vida de Campana está repleta de huecos, de silencios, de misterios, la aproximación literaria es especialmente adecuada.

Biografías narrativas

El libro se suma así a al muy selecto y exclusivo club de las grandes biografías narrativas del que forman parte obras como Los emigrantes de Sebald, los excelsos volúmenes de Pierre Michon como Vidas minúsculas, señores y sirvientes y Rimbaud, el hijo, y ya en nuestro país, las dos deslumbrantes incursiones de Juan Bonilla en este género: Prohibido entrar con pantalones, dedicado a Maiakovski, y Totalidad sexual del cosmos, dedicado a la escritora y pintora mexicana Nahui Olin.

Los regresos merece leerse tanto por adentrarse en la figura del poeta maldito como por la precisión y contenida fuerza de su prosa. El autor incorpora las pocas fotografías que se conservan de Dino Campana y, con lógica, decide abrir y cerrar con sendas imágenes de él de niño: un círculo que se cierra, un último regreso al origen.

En el texto se hace referencia a los poemas de Dino Campana, pero no incluye ninguno. De modo que para despedir el artículo les propongo el final de La Quimera como muestra de sus versos en llamas: «Miro las blancas rocas, los mudos manantiales de los vientos/Y la inmovilidad de los firmamentos/Y los henchidos arroyos que van llorando/Y las sombras del trabajo humano encorvadas allá en las gélidas colinas/Y aún por tiernos cielos lejanas y claras sombras fluyentes/Y aún te llamo, te llamo Quimera».

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D