Lecciones de ‘El gran Gatsby’ al MAGA trumpiano
Se cumple un siglo de la obra cumbre de Francis Scott Fitzgerald, referente de la Gran Novela Americana

Donald Trump disfruta de una fiesta de año nuevo al estilo de los felices años 20 junto a su esposa Melania en 2007. | Uma Sanghvi (Zuma Press)
Este año se cumplen los 100 años de la publicación de El gran Gatsby. La obra cumbre de Francis Scott Fitzgerald es uno de los indiscutibles miembros de esa selecta categoría denominada Gran Novela Americana. Desde que J. W. De Forest lo acuñara en 1868 en el título de un ensayo para The Nation, y tras el proceso que describe Lawrence Buell (2011) en The Cambridge History of American Novel, ha permanecido en el ánimo de la sociedad norteamericana la posibilidad de dar con la obra que, en cada vértice del tiempo, y en virtud de un consenso imposible de definir, se considera que ha sido capaz de dar expresión al espíritu colectivo de la nación, de la cual es una alegoría.
La lista es fruto de un amplio consenso y permanece abierta. Todos los escritores estadounidenses (incluso los más críticos con su propio país) aspiran a escribirla. Todos los lectores estadounidenses están ávidos de recibirla. Quizá porque, como decía Julián Marías en Persona, los supuestos sobre los que se mueven los novelistas «significan, nada menos, los modos radicales de aprehensión de la realidad humana vigentes en cada época. No las ideas de los filósofos, conscientes por una parte, y por otra minoritarias y de anticipada adivinación, sino las convicciones sobre que está fundada la conciencia colectiva de la época». También explica Marías que con las naciones sucede como con los individuos: las hay con más personalidad que otros. Esa personalidad no tiene nada que ver con ninguna noción de calidad, sino con la capacidad de reconocerse a sí misma. Un estadounidense quiere reconocerse como tal. Con sus virtudes y sus defectos.
Resulta más que evidente el conocimiento y uso por Donald Trump de esta circunstancia. El acrónimo MAGA, que apela a hacer América grande de nuevo, apela directamente a esa personalidad que los estadounidenses necesitan hacer brillar. Trump y su equipo son muy conscientes también de que pueden utilizar a su favor una figura que aparece a menudo en las grandes novelas americanas: el fuera de la ley.
Jay Gurian analiza en Western American Writing: Tradition and Promise la personalidad estadounidense como un equilibrio entre dos realidades contradictorias, que se encarnan en dos historias paradigmáticas, la del Asentamiento Democrático y la del Fuera de la Ley. El primero afirma que los objetivos correctos –civilización, comercio, cultura e iglesia– guían al colono americano, no importa de dónde venga o cómo: camina o conduce con una carga de valores democráticos e instituciones que plantar siempre un poco más al oeste. En cambio, el héroe del otro romance, clásicamente retratado por James Fenimore Cooper, resulta más complejo. El Héroe del Oeste opera fuera del orden social aceptado, pero a menudo lo protege. En su mundo particular, operar al margen de la ley se convierte en una virtud, y el público americano así lo entiende.
En sus respectivas circunstancias, tanto Jay Gatsby como Donald Trump tienen que hacer ejercicios de funambulismo por las delgadas líneas de la ley y de lo políticamente correcto. Ambos son extravagantes. Las fiestas de Gatsby tienen una clase impostada: no dejan de ser derroches de un gánster hecho a sí mismo. Con ellas busca recuperar el amor de una mujer que se le escapa porque pertenece al dinero viejo, el de las familias patricias de la Costa Este. El rechazo a Trump de la izquierda exquisita es menos sutil: la culminación quizá fuera aquella descripción de sus votantes como «deplorables» por Hillary Clinton, aristócrata por antonomasia de los salones de Manhattan.
El Oeste es el futuro
Gatsby fracasa. La Gran Novela Americana tiene sus reglas internas y, al aplicarse a su época, refleja las infracciones que pueden llevar a la catástrofe. Gatsby era pobre cuando se enamoró de Daisy. Le dijo que le esperara mientras partía a hacer fortuna. Pero cuando regresó, Daisy tenía otra vida y carecía del valor para cambiarla. Esa vida estaba en la Costa Este iluminada por el brillo podrido de Nueva York, donde los poseedores del dinero viejo construyen barreras insalvables para el resto: no quieren que el dinero fluya. Tanto Gatsby como Daisy provenían del Medio Oeste, tierra de gente con valores más humildes. Lo que en EEUU llaman el heartland.
Nick Carraway, amigo fiel de Gatsby, es capaz de prever la tragedia en ciernes y decide volverse al Medio Oeste. Entre aquella gente ociosa y negligente del Este no había nada bueno que aprender. Después de los excesos de los roaring 20, llegaron el crack del 29 y la Gran Depresión. Cronológicamente, la siguiente Gran Novela Americana después de El gran Gatsby es Las uvas de la ira, de John Steinbeck. El movimiento es el contrario. Los pobladores del Medio Oeste no acuden a la Costa Este, que detectan como el foco de la crisis que los está matando de hambre. Marchan hacia el oeste, a California.
El Oeste es el futuro. En 1865, el periodista Horace Greeley popularizó en un editorial del New York Tribune la frase: «Go West, young man, go West and grow up with the country». En realidad, ponía negro sobre blanco un imperativo de la personalidad estadounidense: la expansión, el movimiento hacia las zonas «vacías», es decir, hacia las oportunidades. Hacia el futuro. Jay Gatsby fracasó, pese a su magnética personalidad individual, porque contravino las normas implícitas de la personalidad nacional.
Individualismo
¿Qué significan las declaraciones de Trump sobre Groenlandia o la sobreexposición del programa espacial de Elon Musk? ¿Están intentando activar el gen emprendedor de su país al más puro estilo cowboy fuera de la ley? ¿Y las deportaciones, la lucha contra la inmigración ilegal o la actitud contra el aborto? ¿Están intentando compensar lo anterior con dosis del paradigma del Asentamiento Democrático?
En realidad, en las encuestas, la mayoría de votantes de Trump subrayaban que había sido capaz de recuperar la economía estadounidense. ¿Es eso lo que Trump pretende hacer grande de nuevo? ¿La gran economía americana, con el dólar rampante hasta el infinito y más allá? ¿Son los alegatos a las características de la personalidad nacional sinceros o solo herramientas para azuzar la productividad?
Un siglo después, El gran Gatsby permanece como un aviso ante el restless (sin descanso) que Alexis de Tocqueville, en su viaje por la recién creada nación estadounidense en 1831, percibió en muchos de los ciudadanos de la joven democracia americana: el individualismo de ciudadanos que, solo pendientes de la siguiente conquista personal, perdían la perspectiva del establecimiento de fundamentos sólidos para su comunidad.