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Eliades Ochoa, el guajiro que se convirtió en estrella de la música cubana

El guitarrista y cantante caribeño, una de las figuras de ‘Buena Vista Social Club’, presenta en Madrid su último disco

Eliades Ochoa, el guajiro que se convirtió en estrella de la música cubana

El músico guajiro Eliades Ochoa durante un concierto celebrado en Lugo en 2023. | Cristian Leyva (Zuma Press)

Sobra decirlo: la patria es la infancia. Para Eliades Ochoa, por tanto, se corresponde con un rincón oriental del Caribe. Un espacio «sin contaminación» llamado La Loma de la Avispa, en Santiago de Cuba. Allí «abrió los ojos al mundo», según rememora 78 años después. Y allí se impregnó de lo que ha sido su motor vital durante casi seis décadas: la música. Autodidacta y fanático de los sonidos de su país, el artista siempre ha rendido tributo a ese lugar sagrado. En 2023 lo hizo de forma más explícita con otro ramillete de canciones recogido bajo un título inequívoco: Guajiro.

«Guajiro es alguien que trabaja el campo, el que vive de lo que siembra», explica en conversación telefónica con THE OBJECTIVE desde Madrid. Este domingo, 6 de octubre, actuará en la sala La Riviera de esta ciudad española y aprovechará para incorporar este disco que alude a su origen. Hasta entonces, aguarda con «ilusión» mostrarse ante un público conocido: Ochoa emplea grandes temporadas aquí, donde acaba de recalar después de un mes en Cuba. «Cuando no estoy, echo todo de menos», indica sobre su tierra antes de seguir la gira por otras capitales europeas y ofrecer su amplio repertorio.

Ya van «25 o 26» álbumes de estudio, según sus propios cálculos. Nacido en 1946, su producción podría contarse desde su primer trabajo en solitario, allá por principios de ochenta, hasta este lanzamiento reciente. Siendo fieles a su trayectoria, no obstante, se debería poner el arranque en sus pasos iniciales junto a bandas locales. O más atrás, cuando acompañaba a su padre con la guitarra. No hay una fecha exacta. Eliades Ochoa, tal y como apunta, se crio bajo el embrujo de las melodías propias de Cuba. «Es una isla musical, sale en cada esquina. Y cada vez que suena alguno de sus sonidos, como la guaracha, el son o el danzón, se está representando al país», comenta, dando a entender que el término guajiro le devuelve a esas montañas de caña y sal.

«Es una palabra que lo abarca todo», resume, sin querer extender su significado a una forma de ser, a una identidad concreta. El surgimiento tiene, de hecho, una doble versión. Está la que atañe su procedencia a una lengua tribal de determinadas zonas de América. Y la que sostiene que se creó a partir de la Guerra de 1898, que enfrentó a Cuba con España y Estados Unidos. Allí, al terminar, se quedaron los héroes de guerra o war heroes, cuya adaptación al castellano fue «guajiros». Sin darla o no como cierta, a Eliades Ochoa le sirve como ancla y como veleta: la utiliza para saber de dónde viene y a dónde se dirige.

También la usa para recuperar clásicos del folclore nacional como Soy guajiro o mencionarla en otros temas, incluso acompañado de figuras de la salsa como Rubén Blades. Eliades Ochoa, en cualquier caso, no necesita inventar nada: el apodado como «Johnny Cash cubano» se agarra a la raíz para continuar esa pasión, que defiende con sus letras, su guitarra, su voz y su estilo. Y siempre con un atuendo tirando al negro, de perenne camisa y sombrero vaquero. «La estética es importante», remarca: «Yo tengo una imagen por la que me reconoce mi gente, mis seguidores, el pueblo. Me ven en el camerino sin el sombrero y me piden que me lo ponga».

Ry Cooder y Wim Wenders

Ni engaña ni pretende innovar. Ochoa se aferra a lo clásico. A seguir sus impulsos y ponerle algo de compás a esas historias que convierte en estribillos. «Me gusta la música que representa a un territorio. Cuando escuchas Chan chan o Lágrimas negras sabes que es Cuba. Y lo mismo pasa con Puerto Rico, Venezuela o España», anota a la hora de definir su estilo o sus influencias. Recorre cordial y escuetamente sus años de aprendizaje: «Yo le cogía la guitarra a mi padre. Y luego ya me ponía yo solo. Nunca me ha gustado que alguien me diga lo que tengo que hacer. Tengo un cerebro y pienso, hago lo que quiero. Sí que puedo escuchar otras opiniones y ver si tienen razón para cambiarlo», afirma.

Ochoa, en ese repaso, narra desde sus primeros años con distintas formaciones de la llamada trova cubana hasta su camino en solitario colaborando con grandes estrellas. «Compay fue como mi padre», advierte al recordar al genio que encabezaba aquel grupo que marcó una época. Con Buena Vista Social Club, donde también compartía escenario con Ibrahim Ferrer (su «hermano», a pesar de la diferencia de edad) se convirtieron en un fenómeno internacional. El disco producido por Ry Cooder vendió cinco millones de ejemplares. Y la película documental sobre este conjunto, dirigida por Wim Wenders, estuvo a punto de ganar el Oscar.

Más tarde, su voz y su talento se unieron a estrellas alejadas de su género, como Enrique Bunbury o Pau Donés. Versionó a Bob Dylan, participó en un tributo a Luis Eduardo Aute o incluso se atrevió con un disco junto a artistas africanos. «El disco que sacamos con Toumani Diabaté y Bassekou Kouyate, AfroCubism, fue una escuela donde yo tuve la fuerza para tratar de llevar un poco a la cubanía la forma en tocar; ellos tienen su forma de tocar y nosotros llegábamos a ese ambiente con, a lo mejor, otro tipo de lenguaje musical africano. Pero salí airoso porque logré hacer el disco, acercarlo un poco a la onda nuestra, y quedó muy bonito», recordaba hace poco sobre aquella experiencia en una entrevista radiofónica.

Ahora, la experiencia por la que se le suele preguntar es la de juntarse con C. Tangana. Con El Madrileño entonó Se están muriendo de envidia, un acercamiento a la rumba de El Pescaílla con toques latinos y castizos. «Me invitaron y acepté. Y salió bien», valora quien no distingue entre corrientes o generaciones: la música, insiste Eliades Ochoa, le es orgánica. Le brota desde pequeño y nunca va a abandonarla. «Mientras tenga voz, estaré haciendo música campesina», confiesa. Es algo que le da «salud», que le hace sentir «joven y fuerte».

Como cuando despertó al mundo desde las lomas del Caribe y se dedicó a propagar su cultura a través del cante y la guitarra. Este guajiro, hijo de la brea y el café, no tiene fecha para colgar el sombrero: «Jamás me pienso jubilar», asevera.

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