60 años después, con ustedes... ¡The Doors!
La banda de Jim Morrison, que revolucionó el rock, ha encontrado con el tiempo su hueco en la literatura y el cine

Jim Morrison, líder de la banda The Doors y miembro del tristemente famoso 'club de los 27'. | Philippe Gras (Zuma Press)
Aldous Huxley tenía tan claro que la realidad que asumimos es una elección, que tituló uno de sus libros de referencia Las puertas de la percepción (1954). Dentro de nuestra mente, la conciencia vive en un concurso de la tele, de esos en los que el concursante tiene varias puertas por elegir. Detrás de cada una de ellas, se agazapan figuras lisérgicas desconocidas, fantasías visuales que confirman la universal nebulosa de ideas por la que tenemos el poder de flotar. Una tesis que Jim Morrison, frontman de la banda The Doors, compartió hasta su último aliento, flotando en una bañera fría de París en 1971.
Sin embargo, no fue Huxley quien inspiró a Morrison, Ray Manzarek, Robby Krieger y John Densmore en las soleadas playas californianas para llamar a su banda de esa forma. Tanto los integrantes de The Doors, como el padre de la distopía feliz más mentada del siglo XX, tuvieron por musa a William Blake. Concretamente, este verso: «Si las puertas de la percepción fueran depuradas, todo aparecería ante el hombre tal cual es: infinito», que pertenece a la obra El matrimonio del cielo y el infierno (1790). Y así, en julio de 1965, va a hacer ahora 60 años, una lisérgica revolución musical activó las dudas, esperanzas, pasiones y deseos de una generación. Una revolución que tuvo por nombre The Doors.
A nivel musical, la banda de la percepción conjugó blues y rock de una forma original. Especialmente por el sonido del piano Fender Rhodes que Ray Manzarek (con quien creó originalmente la banda Jim Morrison) tocaba con la mano izquierda, a caballo con el de un órgano, que salía de su mano derecha. Eso, sumado a una sinérgica armonía creativa con los otros integrantes, y a la habilidad de Morrison para proyectar la poesía (su especialidad y horizonte artístico original) con esa voz masticada y profunda, dieron como resultado una agrupación hipnotizadora.
Pero si la música, desnuda, sin caras ni voces que la acompañen, ya resulta electrificante, verla despachada por esos músicos medio-hippies medio-rockers, ataviado su atractivísimo cantante con unos pantalones de cuero, es del todo embriagador. Morrison era más que un cantante, que un músico, que un poeta. Morrison creía firmemente en su condición de profeta; de místico, y si bien visto fríamente pueden parecer los delirios psicóticos de un adicto a la mescalina, es innegociable que esa autopercepción lo abrigó de una energía chamánica valiente y cautivadora. Una absoluta estrella de la contracultura, rendida a la necesidad de desenmascarar las operaciones mentales, encañonando la conciencia con drogas alucinógenas para dar espacio a sorprendentes y esquivas formas de comprender la realidad. No es baladí que la canción con la que abrieron su álbum debut en 1967, con nombre homónimo a la banda, se titulara: Break on Through (To the Other Side).
Conocer a The Doors en su sesenta cumpleaños se torna una tarea bastante hercúlea. Hablamos de nueve álbumes de estudio –los cuales, con honestidad, podrían haberse quedado en los seis previos a la muerte de Morrison– y 21 álbumes en vivo (muchos con material reciclado). Eso, sin hablar de un rosario vaticano de anécdotas que edifican la leyenda de esta notable banda. Un grupo que, comandado por la misteriosa y oscura (muy sonada, en el sentido lunático) figura de Morrison, logró en seis años capitanear la inmortalidad musical. Por eso, ¿qué mejor que una pequeña lista de propuestas bibliográficas y cinematográficas con las que aproximarse, tímidamente al menos, a The Doors?
‘Escuchando a The Doors’ (2011), de Greil Marcus
Vamos a empezar por un plato fuerte. Así lo hacían The Doors en los conciertos, rompiendo el escenario con un: «Come on, come on, come on, touch me, baby», y así lo haremos aquí. Este libro de Greil Marcus es mucho más que una biografía, estudio, reflexión, en fin, lo que se quiera de la banda. Se trata de una cosmología de micro ensayos que giran alrededor de canciones de The Doors, pero sin llegar a focalizarse exclusivamente en ellas. Quien haya leído a Marcus sabrá que su rollo es el merodeo. Da vueltas alrededor de una idea, fetiche, asunto, y deshilacha toda una amalgama de contextualizaciones que requieren de una lectura atenta.
Por ejemplo, en el caso de Escuchando a The Doors, nos encontramos con un cuadro de la ciudad de Los Ángeles en los años 60, pintado alrededor de la canción L.A. Woman, de The Doors, pero ligándolo a la película Blade Runner protagonizada por Charles Bukowski, en vez de Harrison Ford, y entrelazándose con la novela Puro vicio, de Thomas Pynchon (de la cual recomiendo la película basada en la obra, protagonizada por Joaquin Phoenix). Se ve el percal, ¿no? Todo muy rico, un poco caótico y estimulante. Más o menos, como fueron The Doors.
‘Mitos del Rock & Roll, Jim Morrison & The Doors. Vida, canciones, conciertos clave y discografía’ (2018), de Eduardo Infante
Este libro-guía de Eduardo Infante viene al pelo por dos cosas. La primera, mencionar una guía, más esquemática y clara, a tenor de la anterior recomendación. La segunda, hacer un poco de guiño patrio, y dejar claro que en España no faltan grandes sabelotodo de la banda californiana.
Morrison declaró que sus primeras canciones las escribió como si hubiera una gran banda en su cabeza; un espectáculo ya montado con todo el pifostio de público, escenario y demás. También que su inspiración era fortuita, inesperada y muy condicionada a un pensamiento poético. Una pulsión literaria que le valió el apelativo de Rey Lagarto, pues forma parte de uno de sus largos poemas titulado: La celebración del rey lagarto que, a la postre, se incluyó en la canción: Not to Touch the Earth. Estas y otras cuestiones, de forma amena y descriptiva, son tocadas por Infante en su libro, que no despista incluir diálogos entre los miembros de The Doors, así como una fina descripción biográfica de estos. Vamos, que si quiere uno empapuzar bien de manera historiográfica y amena, este es su libro.
‘The Doors’ (1991), de Oliver Stone
El que sería, años después, artífice de la genial Asesinos natos (1994), y que venía de parir hitos como Wall Street (1987), se dio un pequeño piñazo cuando quiso llevar a la gran pantalla a The Doors.
El elenco era cojonudo, sí, con Val Kilmer encarnando a Jim, Kyle MacLachlan (prota de Twin Peaks, para los despistados) haciendo de Ray, y Meg Ryan actuando como Pamela Courson, cantante y pareja de Morrison. Sin embargo, a Oliver Stone le pudo la mitificación y la obnubilación por la autodestrucción de la que hizo terrible gala el frontman de la banda.
Básicamente, la cinta es un lento, y quizás a ratos patoso, ejercicio de onanismo frente a la figura de un Jim Morrison atravesado por los argumentos de un iluminado en su inevitable caída. A pesar de todo, es gustoso ver a Kilmer encarnar a un pseudo adorador de Aleister Crowley y thelema, empecinado en dar el cante y salir en busca de realidades paralelas. La banda musical, huelga decir, es cojonuda, claro.
‘When you’re strange (2009), de Tom Dicillo
A gusto de la mayoría, la mejor aproximación al conjunto de la banda. Dicillo escogió para este galardonado documental a Johnny Depp como narrador –con esa voz monótona y meliflua y divina, molona de cojones–, y logró, a lomos de un guion potente, literario, poético y muy a la altura del reto, presentar documentos audiovisuales inéditos con los que hacer un perfil honesto del grupo. En este caso, el mesianismo de Morrison queda relegado a la segunda parte. Sin embargo, y a diferencia de la cinta de Stone, contra la que se careaba abiertamente este documental, las imágenes de Morrison son auténticas. Esto último implica que su patetismo ocasional o su depresiva degradación, también.
A modo de resumen, el documental de Dicillo es, sin duda, la forma más rápida y fidedigna de hacerse a la idea de quiénes fueron The Doors, sin despistar la adoración a Morrison. Aunque, quizás, para quien desee profundizar más, el libro de Infante se revele mejor. Por otro lado, para quien quiera entrar en un viaje polifacético, riquísimo en referencias delirantes, desde luego que vaya a visitar a Marcus. Para todo lo demás, Oliver Stone.