El mundial de Fórmula 1 entra en una nueva fase tras la victoria de Carlos Sainz en Silverstone
Carlos Sainz saldó algunas cuentas con la mala suerte e hizo una carrera honesta a pesar de algún error bajo presión en la primera mitad
El pasado fin de semana Carlos Sainz se citó a duelo con la suerte en Silverstone y salió victorioso. Se embolsilló su primera victoria y la diosa Fortuna se volvió a sus aposentos cariacontecida a hacer girar la rueda. El madrileño marcó el mejor tiempo el sábado —logró la pole position— y tenía registrada la vuelta rápida en carrera cuando cruzó la meta, aunque en el último suspiro este logro recayó en un acertadísimo Lewis Hamilton. El británico acabó tercero y arrebató a Sainz el punto añadido a su cuenta en el último giro.
El logro del español trajo otras conclusiones acerca del estado general de la clasificación y sus posibilidades. Carlos Sainz saldó algunas cuentas con la mala suerte, hizo una carrera honesta y a pesar de algún error bajo presión en la primera mitad, su ritmo de carrera no fue excepcional, pero su concurso fue más que correcto. De su mano, Ferrari se resarció de lo sufrido en Mónaco e Imola, y volvió a la senda ganadora que perdió tras un inicio de temporada prometedor. Volvió a poner la etiqueta de coche ganador a un F1-75 que parecía algo perdido tras los triunfos iniciales. Si es cierto que Carlos fue el más rápido el sábado, en carrera a muchos les hubiera gustado verle ganar de manera contundente, y no como suma de circunstancias exógenas.
La realidad palmaria es que no existe piloto en la parrilla que no haya vencido así en muchas ocasiones. El éxito no siempre llega por velocidad pura, sino por una combinación de factores. No se trata de restar mérito a su concurso, sino justo de reconocer que no siendo el más rápido supo sacar partido de estrategias, conservación de neumáticos, ahorro de combustible, y una numantina defensa de ataques diversos. Puede que Sainz no fuera el más veloz, pero fue el que mejor lo hizo; de ahí que pasase el primero por meta. Si en otras ocasiones le tocó padecer debido a errores propios o ajenos, en esta ocasión su triunfo final procedió de aciertos, y sobre todo de una energía y capacidad de liderazgo que albergan muy pocos.
A Ferrari se les acusa en esta cita de haber pecado de conservadores, pero para recabar títulos el equipo no pueden cometer errores como en Mónaco y aquí en Silverstone con la carrera de Charles Leclerc. Los italianos han de afinar todo lo que rodea a sus pilotos si aspiran a algo; sus chicos no pueden perder en la estrategia lo que se ganan sobre el asfalto, o alguno se acabará cansando y buscará otros destinos. El percance sufrido por Max Verstappen allanó el camino para un doblete de Ferrari y, sin embargo, lo dejaron escapar.
En cuanto al resto, tras el coche de seguridad y a una decena de vueltas del final se celebró una minicarrera, muy cerrada. En ella Checo Pérez recuperó mucho terreno perdido al inicio, y fue al final el que salvó el mobiliario de Red Bull. Tenían un coche excelente en Silverstone, jugaban en casa, y se esperaba mucho más de ellos. Con el segundo puesto del mexicano, ese séptimo de Max Verstappen no les impide mantener el liderato, pero les hizo salir del circuito negando con la cabeza.
La carrera del neerlandés se hundió cuál piedra en río desde el momento en que se llevó por delante una pieza perdida por un Alpha Tauri. Ese elemento aerodinámico encastrado en la fisonomía de su monoplaza le hizo perder casi un 20% de carga aerodinámica. Un Formula 1 lleva una serie de sensores de presión, visualmente pequeños agujeros repartidos por su epidermis, que miden el nivel en distintas zonas. Los datos arrojados y recibidos en boxes dijeron que su déficit podría rondar entre el 1.7 y 2.3 segundos por vuelta, según que neumáticos llevase, y este fue el impuesto que la diosa Fortuna repartió en el lado de Max. Sigue líder, pero un poco menos.
Renacimiento de Hamilton
Otro que renació ante su público fue Lewis Hamilton. El Mercedes W13 ya dio avisos durante los entrenamientos y el tercer puesto logrado, más diversos destellos de brillantez en manos de Sir Lewis, muestran una contundente mejora, sobre todo gracias al compuesto duro. Nadie les espera en la lucha por título alguno, pero de mantenerse en esa zona de eficiencia, es posible que acaben siendo jueces de la lógica pelea entre Red Bull y Ferrari, contendientes únicos al campeonato.
Mención especial a Fernando Alonso. El corredor asturiano tiende a hacer unos fines de semana muy reconocibles. De manera habitual, los viernes suele sorprender con registros por encima de lo que aparentemente su coche puede dar. Es fácil verle cuarto, quinto, o sexto; en la tanda clasificatoria suele caer, y en carrera vuelve a recuperarse y alcanzar puestos finales, incluso a veces mejores que los de los viernes.
Lo mejor de sus participaciones es que jamás baja los brazos, nunca se da por vencido. Su Alpine parece algo mejor, de manera global, que el del año pasado, aunque el quinto puesto en el que habita desde 2019 de forma continuada se antoja inamovible. A pesar de que su compañero Esteban Ocon le supere en la tabla clasificatoria, es usual ver al de Oviedo por delante en las tandas durante todo el fin de semana.
Otro que merece una referencia es Mick Schumacher. El hijo del káiser logró sus primeros puntos de la temporada, dos puntos que saben como si fuera una victoria al germano; no ya por ser los primeros, sino por estar muy en entredicho tras dos fuertes y costosos accidentes. Verle en la zona noble de la tabla, y sumando puntos para su equipo, aleja los fantasmas y rumores acerca de su posible destino. Al menos a día de hoy Mick parece estar lejos de ser su padre, pero merece estar en la parrilla, y un cambio de equipo le sentaría bien.
Quedan diez carreras, diez fines de semana, con un equipo Ferrari que debería crecerse, con una Mercedes recuperada, y con pilotos con más hambre y necesidad que al inicio de la temporada. Puede decirse que esto se ha reiniciado.