THE OBJECTIVE

A Ralf Schumacher le duele lo que cuesta que su hijo sea piloto de Fórmula 1

La llegada de un piloto a la categoría reina está muy lejos de ser producto de la casualidad y por norma general tiende a ser consecuencia de un proceso de filtrado de talentos

A Ralf Schumacher le duele lo que cuesta que su hijo sea piloto de Fórmula 1

Ralf Schumacher. | Hoch Zwei (Zuma Press)

Ralf Schumacher, apodado por sus detractores como ‘el hermanísimo’ por su parentesco con el heptacampeón Michael Schumacher, anda quejoso. Quería ver a su hijo David correr en la Fórmula 1 y hasta principios de temporada militó en categorías inferiores. El plan era verle trepar hacia la categoría reina y parece haber arrojado la toalla; le ha pedido el traslado hacia el DTM, el prestigioso certamen de superturismos alemanes. Es un gran destino para un corredor, pero se sale de la norma si quieres llegar a la F1; la trayectoria natural no suele pasar por ahí. El problema parece ser el costosísimo viaje que resulta necesario hacer desde el Karting y hasta la cúspide de la velocidad; unos gastos que Ralf no parece poder asumir, o al menos no dar con la financiación necesaria. 

La llegada de un piloto a la Fórmula 1 está muy lejos de ser producto de la casualidad y por norma general tiende a ser consecuencia de un proceso de filtrado de talentos. No todos los que corren en F1 son superpilotos, pero es raro que no sean de los mejores de entre los de su generación. Ninguno de ellos nace con un volante en sus manos, así que requieren un lógico periodo de formación que suele durar no menos de una década, y de forma habitual más. El periplo que va desde el Karting y hasta el cenit pasando por diversas categorías, en boca del pequeño de los Schumacher, cuesta entre 12 y 15 millones de euros. Lo peor no es que puede estar equivocado y la cifra sea aún superior, todo depende del grado de interés y la profundidad de los bolsillos de los que dirijan los pasos del candidato. 

La carrera deportiva se suele iniciar en el Karting antes de los diez años; a esa edad ya se llega algo tarde, y la idónea es empezar los ocho. En categorías nacionales la horquilla viaja desde los 30.000 y hasta 50.000 dependiendo del grado de intensidad con que se acometan estos certámenes. Esto varía según la cantidad de jornadas de entrenamientos privados, número de carreras a las que se asista, equipamiento, etc. A mayor número de salidas a pista, más rápido debería ser el crecimiento, y mayor la factura. El paso siguiente, siempre y cuando se apruebe con nota lo nacional es dar el salto a lo internacional, es Italia. La meca del Karting mundial es el país transalpino, y allí no se compite por menos de 200.000, puede que 250.000 euros al año, aunque hay quien ha derretido hasta un millón de euros en una sola temporada. Tras ganar, o hacer puestos de delante en ese estadio, se pasa a los primeros monoplazas, y la Formula 4 es el escalón lógico. Controlada por la Federación Internacional de Automovilismo (FIA), comienza a conceder los puntos de la Superlicencia para poder pilotar un F1. Esto no lo haces con menos de 300.000 euros, pero no estarás en la mejor posición. Si quieres crecer, necesitarás fácilmente el doble para rodar mucho en entrenos privados, o hasta hacer dos competiciones alternativas. Esto fue lo que hizo Mick Schumacher al disputar la misma categoría en Alemania e Italia el mismo año; se gastó cerca de un millón de euros.

A partir de ahí el crecimiento de potencia es aritmético, pero el de costes es casi de orden geométrico. Hay varias alternativas: la europea con organizador español Euroformula Open, el FRECA (Formula Regional European Championship by Alpine) y la Fórmula 3 FIA. Las dos primeras son organizadas de manera independiente y la última la lleva un organizador privado por orden de FIA, de la que es ‘concesionaria’. Las dos primeras con potencias y características cercanas, y monoplazas equiparables. La última es algo más potente y suelen correr como teloneros de la Fórmula 1, lo que añade un extra de calidad mediática y política. La horquilla de costes en este escalón viaja desde los 600.000 y hasta el millón de euros por temporada, siempre y cuando te ciñas a elegir un buen equipo y correr sin más. Si deseas rodar mucho de manera privada, o acumular sesiones de simulador en sistemas avanzados, el tema se te puede disparar. La etapa última previa a la Fórmula 1 es, en buena lógica, la Fórmula 2. Enclavada por defecto en la estructura comercial y publicitaria de su hermana mayor, es paso casi obligado para futuros campeones.

Charles Leclerc, Oscar Piastri, Lewis Hamilton, Nico Rosberg, Checo Pérez, George Russell, Mick Schumacher, Nyck de Vries, Zhou Guanyu, Yuki Tsunoda o Pierre Gasly pasaron por ella, pero no sin apoquinar los entre dos y tres millones que están pidiendo las escuderías de la especialidad por correr con ellos una temporada completa. Su más reciente ganador, Felipe Drugovich, ha sido fichado como piloto suplente en Aston Martin. Si un mal día Fernando Alonso no pudiera correr, sería este brasileño el llamado a empuñar su volante. Si el piloto —o la piloto— en cuestión ha superado con nota todos esos cursos, y aunque no haya ganado en todos ellos, pero ha estado en la zona del pódium de manera constante y peleando por títulos, es posible que alguna escudería se interese por sus servicios en algún momento de los pasos medios-finales de este viaje. Al final del trayecto la suma, si no repites mucho en los últimos peldaños y el candidato funciona, rara vez baja de los ocho o diez millones. Se ha dado el caso de alguno que ha fundido la friolera de dieciocho millones sin haber despertado las apetencias de un equipo de Fórmula 1; no vieron los mimbres necesarios. 

¿Y quién paga la fiesta? 

Hay dos maneras de asumirlo: una que sus familias asuman el coste, que es lo que suele ocurrir en los pasos iniciales, y la segunda, que esas mismas familias encuentren a quien lo haga porque crea que es una buena inversión. En este último caso, ya sea en base a la aportación de fondos de capital riesgo, o patrocinios de corte personal, la factura final es de tal calibre que siempre querrán algo a cambio. Se dice que la carrera de Lewis Hamilton costó unos 7 millones de euros; millones que los inversores recuperaron a base de la devolución de esas cuantías, o contratos publicitarios favorecedores cuando el británico ya era Campeón del Mundo. O como hace Max Verstappen con los supermercados Jumbo, o lo que hizo Fernando Alonso con Leaseplan durante años: ofrecerles una continuidad en su patrocinio a ‘precio de amigo’ a cambio de su fidelidad. 

Los candidatos a pilotos de la Fórmula 1 disputan dos carreras paralelas: la deportiva, y la del dinero. Y si Ralf Schumacher se queja, es de vicio… ya sabía todo esto, y conocía el charco en el que se estaba metiendo desde el primer día que subió su heredero en un Kart. Papá, si no quieres verte en ese berenjenal, cómprale una raqueta, un balón, o un juego de palos de golf. Ya sabes: hierba, tierra o lo que sea que cubre el suelo de los pabellones cubiertos, pero mantenlo bien lejos del asfalto… 

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D