Brad Pitt estrena la película sobre Fórmula 1 y la maquinaria comercial corre más que su coche
La película promete marcar un antes y un después en el cine de automovilismo y competición

Brad Pitt. | AFP7 / Europa Press
Dicen que es el anuncio de un deporte más caro jamás rodado. También que es una experiencia inmersiva de calibre cósmico, y que pocas veces se vieron imágenes igual de impactantes en la gran pantalla. De lo que hay pocas dudas es que la próxima película de Brad Pitt, enmarcada en la Fórmula 1, va a ser a haber un antes y un después en el cine relacionado con la competición y el automovilismo.
Producida por Apple, el propio Pitt y el piloto Lewis Hamilton, promete reventar la taquilla a nivel global, para que más tarde lo haga en las plataformas digitales de contenido multimedia. Y como título, no es que hayan escogido algo tan sencillo como «F1», sino que, además, en su cartelería e imágenes publicitarias, gastan la misma tipografía representativa de la especialidad.
La cinta se estrenó hace unos días en Nueva York, con la presencia de casi toda la parrilla de la Fórmula 1, con un par de sonadas ausencias, como son las de Max Verstappen y Fernando Alonso. Los que sí estuvieron fueron casi todos los demás, que se sentaron en el patio de butacas de un cine de Broadway a verse a sí mismos. Por primera vez, y en algo relacionado con la Fórmula 1, los pilotos que ganan, descorchan champán en el pódium, o se estrellan, no fueron los protagonistas, sino los extras; los extras mejor pagados de la historia, dicho sea de paso.
Sin embargo, su sueldo no salió del presupuesto de Hollywood, sino de las escuderías. Durante el rodaje hacían justo lo que se supone que tenían que hacer: participar sin más en las carreras bajo el estricto protocolo habitual. Ruedas de prensa, entrenamientos, reuniones con los comisarios deportivos, entrenos libres y cronometrados, presencia en parrilla, la ceremonia del himno, y pódiums.
Todo era absolutamente real, pero con una pequeña diferencia. Había unas cuantas cámaras más, raras y repletas de cables, accesorios extraños y algún que otro foco. También llamaba la atención algo exótico: la presencia de tipos como Brad Pitt, Javier Bardem, y el actor de nuevo cuño Damson Idris. Primero y último harían de pilotos, y el español encarna al propietario de una escudería en crisis, Rubén Cervantes. Si a ello añadimos la dirección de Joseph Kosinski y la producción de Jerry Bruckheimer, a buen seguro que el producto final será impecable.
Pero como en toda gran producción hollywoodiense, entre un tercio y la mitad del presupuesto va destinado a publicidad y marketing. La industria del cine americano no solo es reconocible por ofrecer productos audiovisuales muy bien acabados y de reconocida aceptación, sino también por envolverlos de una mercadotecnia arrolladora de la que es imposible escapar.
Los primeros que tomaron nota fueron los de Mercedes. La escudería del mismo nombre fue la encargada de transformar visualmente un Fórmula 2 en un Fórmula 1. Los dos actores recibieron cursos de pilotaje, y en muchos de los planos, fueron ellos mismos los que condujeron estos monoplazas. Un F2 es algo menos potente, relativamente más fácil de conducir, más accesible e infinitamente menos costoso de reparar en caso de accidente, de ahí que se echase mano de este truco.
La marca de coches alemana ha lanzado una serie limitada a 52 ejemplares de su deportivo AMG GT 63 denominada APXGP Edition. APXGP es el nombre de la escudería ficticia en la que corren en la ficción los dos actores; el turismo, prestaciones aparte, ha recibido una serie de detalles en sus terminaciones inspiradas en los colores del Fórmula 1 cinematográfico.
El APXGP Edition es un GT 63 hiperequipado, que incluye el conocido propulsor V8 de 4.0 litros y doble turboalimentación que genera 577 CV. Es capaz de alcanzar los 100 km/h desde salida parada en unos delirantes 3,1 ayudado por su tracción a las cuatro ruedas. La librea negra y dorada del monoplaza-actor se reflejan en su superficie.

Hay otros refinamientos, como una variedad de detalles pintados en el color Race Gold, como en el entorno de la parrilla delantera, el difusor trasero o las ruedas forjadas de 21 pulgadas pintadas en color dorado. En el alerón trasero fijo de fibra de carbono, hay un patrón geométrico gris, compartido con el coche de carreras de películas.
Precios para todos, pero…
Mercedes no ha hecho público su precio, pero se calcula que rondará los 200.000 euros. Si la economía personal no da para tanto, pero se quiere poseer el coche de Brad Pitt, siempre se puede acudir a un Plan B menos lesivo para el bolsillo y comprar un modelo a escala. Hotwheels fabrica unos 520 millones de cochecitos al año, y una buena tirada va a pertenecer a la réplica, en escala 1/64 del bólido del actor.
Mattel, compañía matriz del fabricante de coches más grande del mundo por volumen de ventas, dice que este monoplaza fundido a presión de edición limitada costará el equivalente a unos 25 dólares, que en euros será una cifra similar. A cambio de ese dinero se obtendrá un Fórmula 1 que jamás existió; era un Fórmula 2 debidamente tuneado y maquillado, y del que, con toda seguridad, Brad Pitt tenga un ejemplar en una repisa de su salón.
Los que han obtenido un beneficio inesperado han sido los de Apple. No es que las suscripciones a su plataforma se hayan disparado, o la taquilla haya reventado, no. Es que cuando se plantearon hacer la película, quisieron colaborar desde un punto de vista técnico en la producción. Lo hicieron aportando las cámaras que integran en sus iPhone. Podría decirse que muchos de los planos, sobre todo los de los actores-piloto a bordo de sus monoplazas, fueron rodadas con un iPhone.

Tecnología de bolsillo para la gran pantalla
Los Fórmula 1 ya tienen cámaras para las retransmisiones televisivas, pero sus parámetros no coinciden con las necesidades técnicas propias de la cinematografía. Por otra parte, resulta muy complicado montar cámaras de cine en una maquinaria compleja, donde cada componente debe estar perfectamente balanceado, situado en ubicación exacta, con un cálculo que se mide en gramos.
Es ahí donde aparecieron las cámaras de 48 megapixeles integradas en los smartphones de Apple, que sí entraban dentro de los parámetros requeridos. Los ingenieros de Cupertino desguazaron varias unidades de su modelo de teléfono más lustroso, destriparon sus elementos técnicos relacionados, y se pusieron a trabajar para instalar toda la circuitería necesaria en los coches.
Calidad de imagen, resistencia a las aceleraciones y los golpeteos propios de la conducción extrema, consumo de batería, y archivos generados pasaron por las pruebas pertinentes. Al final podremos ver planos rodados con estos teléfonos canibalizados, y que transmiten a la perfección velocidad, peligro y adrenalina.
Tanto director como productores, querían que todo fuera lo más real y preciso posible, con idea «de subir en un F1 al espectador». Tan real era todo, que hasta la escudería Williams tuvo problemas deportivos con el ente regulador, la FIA. El equipo de rodaje se trasladó durante cuatro días a la sede de Williams en Grove; necesitaba rodar unos planos en un túnel de viento, y este pareció el más adecuado.
Problemas deportivos reales en una cinta de ficción
Para dotar de mayor realismo a la cinta, arrancaron los mecanismos, pero cada vez que esto ocurre, el sistema informático registra una serie de horas de uso y existen limitaciones al respecto. Cada escudería tiene asignadas unos bloques y no pueden excederse. FIA solicitó informes acerca de qué tipo de uso se le dio durante esas cuatro jornadas, y que no se hubieran aprovechado para desarrollar un monoplaza en proyecto vigente. La escudería confirmó y certificó que lo que se había utilizado era en Fórmula 2 tuneado por Mercedes y no un F1.
Lo que pilotó finalmente Brad Pitt sobre una pista real sí que fue un Fórmula 1 auténtico. Durante el rodaje de la cinta, que duró temporada y media, el actor hizo buenas migas con Zak Brown, el director de McLaren. El directivo le invitó a un test privado en el Circuit Of The Américas (COTA), en Austin, Texas, el pasado jueves 19 de junio.

Brad Pitt corrió en motocross durante su juventud, pero nunca se había puesto al volante de una máquina de mil caballos. Antes del rodaje, estuvo en Francia, practicando con monoplazas de Fórmula 4, muy inferiores en potencia y prestaciones, pero con los que se pudo familiarizar con su conducción.
Según cuentan, su manejo fue sobresaliente para ser alguien sin demasiada experiencia con coches de altísimas prestaciones conducidos al límite. El último actor que pilotó un F1 —y uno de los muy pocos en hacerlo— fue Tom Cruise, invitado por Red Bull en 2011, en el circuito californiano de Willow Springs.
Bonito día para correr en un F1
Los de McLaren, que tienen un enorme sentido del humor, mostraron el mono ignífugo que usó el actor durante este test, en el que estuvo asistido por Lando Norris. En su espalda estaban grabadas las iniciales de Pitt y la frase: «It’s a Sonny day in Austin». Sonny, nombre del personaje que encarna en la película, se parece mucho al vocablo «sunny», soleado. Hizo un día soleado aquella mañana en Austin, y Brad Pitt sonrió de oreja a oreja conduciendo un F1 real. Al volante de un coche así, todo el mundo es feliz. El viernes 27 de junio lo podemos ver todos.