Muerte y leyenda en un partido de fútbol
El fútbol ha vuelto para salvarnos de este infernal verano: el Real Madrid ha ganado la Supercopa de Europa. Pero en este deporte también pueden vivirse horrores
Los alemanes les habían advertido en el descanso: «No pueden ganar». Sin embargo, aquel equipo local de Kiev no se doblegó y ganó al de la Luftwaffe por 5-3. Entonces llegó «el tercer tiempo». Durante décadas, los guías turísticos mostraban la portería del Dínamo de Kiev en cuyo larguero ahorcaron a los once jugadores ucranianos que habían derrotado a los nazis. Incluso hay una película soviética de 1963, Tretiy taim (El tercer tiempo), que narra «el partido de la muerte», del que se cumplen ahora 80 años.
Sin embargo lo que contaban los guías turísticos, el cine, la Historia oficial de la Unión Soviética, y los periódicos de todo el mundo, es pura leyenda. La realidad fue mucho más enrevesada y más trágica, si cabe.
Cuando Alemania invadió la URSS en 1941 enseguida ocupó toda Ucrania. El país tenía un enorme interés para Alemania. Interés económico-estratégico porque era «el granero de Europa» –ahora, con la guerra, lo hemos constatado-, pero también interés político, porque Hitler esperaba aprovecharse de los nacionalistas ucranianos para crear un estado satélite del III Reich, como había hecho con Croacia y Eslovaquia.
Muchos nacionalistas –Ucrania se había proclamado independiente durante un breve periodo de la Guerra Civil- se dejaron tentar. Un cuarto de millón de ucranianos sirvieron como auxiliares del ejército alemán, e incluso se formó una División de las SS exclusivamente ucraniana, a la que se presentaron 80.000 jóvenes voluntarios. Por eso ahora la propaganda de Putin se refiere continuamente a sus adversarios como «nazis».
La Fábrica de Pan Nº 3
Los alemanes se mostraron relativamente amables en su ocupación de Ucrania, y uno de los medios de acercamiento a la población fue organizar encuentros deportivos entre alemanes y locales. En Kiev había una industria muy importante, la Fábrica de Pan Nº 3, que producía diariamente 50 toneladas de este alimento, básico para el ejército invasor alemán. El director era un hombre de confianza de los nazis, pero muy aficionado al fútbol, y organizó un equipo con sus operarios, el Start, que se enfrentaba frecuentemente a conjuntos de soldados alemanes y los ganaba siempre.
Incluso derrotó al Flakelf el equipo de la Luftwaffe, que era el mejor de la Wehrmacht, y pidió la revancha. Esa revancha sería el «partido de la muerte», jugado el 9 de agosto de 1942, hace ahora 80 años. No hizo falta amenazar a los ucranianos, los panaderos no eran tontos y sabían los riesgos de humillar dos veces a la élite de las fuerzas armas alemanas. Así que salieron a perder.
Pero los alemanes, que venían quemados por el anterior partido perdido, comenzaron a dar leña. Leña brutal, sin que el árbitro osara sacarles tarjeta roja. Eso terminó por enfadar a los panaderos, que empezaron a meter goles «a nivel particular», porque la consigna del equipo era perder. Fue el partido más extraño de la Historia, un delantero ucraniano dribló a la defensa y al portero, llegó solo con la pelota hasta la portería alemana, frenó el balón en la raya, miró a los nazis, se lo pensó mejor y devolvió el esférico al centro del campo. ¡Fue más humillante que si les hubiera metido gol!
Un defensa ucraniano tocó a propósito la pelota con la mano para hacer penalti. Parecía que aquello resolvería el partido a favor de los nazis, pero el portero Trusevich, que había salido al campo dispuesto a dejarse meter goles, lo paró. El resultado final fue de 5 a 3 a favor del Start. No hubo represalias inmediatas, no colgaron a ningún futbolista del larguero y los panaderos se fueron a celebrar el triunfo. Pero allí había pasado algo muy raro, y los alemanes investigaron.
El equipo Start
En realidad el equipo Start no estaba compuesto por panaderos, sino por futbolistas profesionales, ocho del Dínamo de Kiev y tres del Lokomotiv. El Dínamo no era solamente el mejor equipo de fútbol soviético, era el equipo de la NKVD, la policía política de Stalin, y todos sus jugadores tenían condición de funcionarios del aparato policial. Por eso, ante el avance alemán, se habían escondido como simples obreros en la Fábrica de Pan Nº 3. Fue al descubrir esto cuando los alemanes detuvieron a los jugadores, aunque solamente a los del Dínamo, porque a los del Locomotiv no los molestaron.
El mediocampista Nikolai Korotkykh, que tenía grado de oficial de la NKVD, no saldría de las oficinas de la Gestapo, se supone que murió torturado. El resto fue enviado al campo de concentración de Siretz. Allí, un año después del partido de la muerte y sin ninguna relación con él, fueron fusilados cuatro jugadores incluido el portero. Los mataron como represalia por un ataque de los partisanos. Fue este hecho el que los medios oficiales soviéticos transformaron en «el partido de la muerte».
Pero otros tres jugadores, Tyutchev, Kamarov y Putistin, tuvieron un cautiverio tolerable. Los destinaron a unas obras fuera del campo, donde sus familias podían verlos y llevarles comida. Pero cuando terminó la guerra se encontraron que estaban oficialmente muertos, habían sido proclamados héroes por Stalin y la maquinaria soviética no iba a contradecir eso.
El hijo de Putistin, que había hecho de recogepelotas en el «partido de la muerte» –con la consigna de tardar mucho en devolverlas al campo- ha contado que cuando en el colegio decía que había estado con su padre, niños y maestros le decían: «Tu padre está muerto, es un héroe de la Unión Soviética».