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João-Cholo, un misterio doloroso

«La espuma del futbolista sube con tan sólo dos actuaciones; la del responsable de su estacazo metropolitano, fluctúa»

João-Cholo, un misterio doloroso

João Félix, jugador del FC Barcelona, ex del Atlético de Madrid | Europa Press

El Madrid y sus ángeles: la Copa de Europa, la Liga de Campeones, 14 trofeos de la máxima competición continental, los goles de Jude Bellingham… El ADN que trasciende los 90 minutos o el objetivo premeditado de alcanzar las semifinales, palabra de Ancelotti. Mira Carletto más allá de la fase de grupos o de los octavos de final donde, hecha una concesión a esa humildad tan suya de ida y vuelta, se sitúa Xavi, renovado hasta 2025 y alegre como unas castañuelas, pero con la euforia a ras de césped ahora que el equipo vuela.

En el reverso, el Atlético y sus demonios, tres finales de Copa de Europa, dos de ellas diluidas en un tiempo casi inmaterial; tres nombres malditos para la leyenda, los pretéritos y el reciente: Schwarcenbeck’74, Sergio Ramos’14 y un tal Provedel’23. Golpes que desequilibran la balanza de toda una guerra cuando piensas que has triunfado en la batalla. Es la herida sin cicatrizar que Simeone sutura para resucitar al muerto: pierde, como manda la ley del Pupas, pero mete trofeos en las vitrinas. El Cholo es capaz de todo. Los títulos le avalan más que a cualquiera de sus predecesores. Y le marcan las inquinas. Con Fernando Torres a sus órdenes terminó felicitándole las pascuas por mensajería; con el «Menino» la ruptura fue total prácticamente desde el principio. Ni él le encontró ni el futbolista descubrió el camino para llegar hasta su corazón, helado. No están hechos el uno para el otro. Son incompatibles. Con jugadores como Villa, Luis Suárez (ambos ya de vuelta), Griezmann o Memphis Depay, obsequios culés de valor incalculable, la comunión entre las partes fue inmediata. Con el portugués no hay tu tía, aunque lo apadrine Paulo Futre. La relación es imposible y, así, cuando el chaval parecía un desecho de tienta que no hubo donde colocarle en todo el verano, surge el salvavidas azulgrana y lo agarra coincidiendo con dos momentos lamentables del Atleti: la bochornosa derrota en Valencia, que apenas le permite errores en la Liga, y el cabezazo de Provedel, portero del Lazio, minuto 94, en el Olímpico de Roma. 

Joāo Félix congenia con Xavi Hernández, que no le quería, que ni siquiera era su segunda opción y que se plegó al capricho de su presidente y al poder de seducción de Jorge Mendes para cobijarle. Es el misterio del fútbol, mitad hechos (resultados) y mitad sensaciones. Lo del Cholo y Joāo es otro misterio, doloroso. La espuma del futbolista sube con tan sólo dos actuaciones; la del responsable de su estacazo metropolitano, fluctúa. Mas ya se sabe, los campeonatos son tan largos como inagotables los tópicos del fútbol, donde ahora las mujeres han tomado posiciones que incluso en la sociedad aún se discuten. Ellas, las futbolistas, luchan por la igualdad desde la cima del Mundial, ¡qué mejor colina!; combaten entre las luces de los éxitos y las tinieblas de los comunicados. Reducir su cruzada a esa letra de Aznavour y Kretzmer («She», Elvis Costello, «Nothing Hill») puede desembocar en el tópico, precisamente, o en lo más detestable, la condescendencia que soportan desde que el fútbol se conjuga en femenino.

«Culpar a la pelota del esperpento de un país es reducir a categoría de anécdota las conquistas del fútbol femenino»

«Ella (‘She’) puede ser la bella y la bestia, la necesidad o la abundancia… Puede convertir cada día en un cielo o un infierno…». Ellas marcan el ritmo y la agenda, consecuencia de todo lo que han tragado. Es su momento, su libro, «Las Campeonas», que transcurre entre arcanos diseminados por capítulos. Primero: cambios, «o no jugamos». Segundo: inhabilitado Rubiales por la FIFA y obligado a la dimisión por su mala cabeza y presiones desde los cuatro puntos cardinales, Jorge Vilda, el entrenador campeón de las campeonas, a la «rue». Otro misterio, tercero: la FIFA le relega en la elección del mejor quinteto técnico en el fútbol femenino, pese a su palmarés. Cuarto: Montse Tomé, seleccionadora… Pero sólo dos partidos. Ha ganado el primero en Suecia, toda una gesta dadas las circunstancias, y no cabe apelación, parece. Tocó las palmas y su comparecencia en sala de Prensa, traicionada por la ilusión, la fidelidad, las medias verdades y la inexperiencia, la dejaron inerme frente al pelotón de fusilamiento. Quinto: la RFEF convoca a las internacionales en Oliva (Valencia) bajo amenaza de suspenderlas si no acuden a la llamada, tal y como recoge la Ley del Deporte, que recuerda el presidente del CSD, Víctor Francos. Sexto: precisamente Víctor Francos se reúne en Oliva con las jugadoras, la Federación y uno de los sindicatos para garantizar inmunidad a quienes decidan abandonar la concentración. Séptimo: impera la buena voluntad y aunque confirman la cascada de despidos en la RFEF, sólo dos de las futbolistas deciden volver a casa, más una de la Sub-23. Octavo: el secretario general, Andréu Camps, a la «rue». Estaba cantado. Noveno: el responsable de Integridad, Miguel García Caba, a la «rue». Hay lista de espera para la guillotina. El yugo de la Moncloa, durante demasiado tiempo en levitación, cae sin prisa ni pausa sobre quienes han sido señalados. Ya no es un misterio ni una paradoja que el día en que Montse Tomé comunicó la convocatoria -¿sugerida?, ¿impuesta?-, el secretario de Estado para el Deporte no disimulara su enojo: «Hemos hecho el ridículo como país». ¡Caramba! Coincidía la tempestad futbolera, ¡rayos y centellas!, con ese otro asunto de los pinganillos que no colaron en Bruselas, mientras Junqueras anunciaba que la amnistía se pactó al conformar la Mesa del Congreso… Culpar a la pelota del esperpento de un país con tantos y tan trascendentales frentes abiertos es reducir a categoría de anécdota las conquistas del fútbol femenino. Estamos en tiempo de cavilaciones y tormentas. Y de más tópicos: «Es fácil morir por una mujer; lo difícil es vivir con ella» (Lord Byron).

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