Otros 15 viejos anuncios de televisión que hoy serían escandalosos
Viajes en coche de alto riesgo, copas a demanda, planes de belleza que formaban atascos o mujeres que limpiaban continuamente… Así era la publicidad televisiva hace unas décadas
Recordábamos en 15 viejos anuncios de televisión que hoy serían escandalosos que poco tiene que ver la publicidad actual con la que se consumía, y a raudales, hace unas décadas. Internet ni se vislumbraba y la tele se convirtió en el centro de todas las miradas desde los años 50 a los 80 del siglo pasado, cuando comenzó a competir con la llegada en masa de los ordenadores. En los años 50, 60 y 70 la mujer servía al hombre, le alcoholizaba a él y a los niños y limpiaba todo el tiempo mientras su marido bebía y fumaba como si no hubiera un mañana y pensaba en el coche de sus anhelos.
Los anuncios de antes incluían por norma pegadizas musiquillas aderezadas con estribillos redundantes, muchas veces interpretadas por voces estridentes. Todo era alegría y frenesí, como la propia televisión y el hecho de disponer de un televisor frente al que sentarse. La tele gustaba a todos, con ella las desgracias lo eran menos y servía de referencia para cualquier aspecto de la vida. De ahí la trascendencia de los anuncios en aquellos tiempos.
Estos son otros quince anuncios de televisión de esos años en los que lo normal era llenar los coches y correr con ellos, tomar copas a demanda, que las mujeres tuvieran la casa como una patena o que todo les diera «lo mismo» si bebían Coca-Cola.
Papá puede matarte en un Simca 1000
Qué decir de un coche que era «el 5 plazas con nervio». En este anuncio van en un Simca 1000 cinco personas y cuatro de ellas no parecen ser conscientes de que pueden morir en cualquier momento. La quinta, que es el padre de familia y quien conduce, igual tampoco. Él es el del «nervio». Nadie lleva cinturón. La mujer que va de copiloto le pregunta «¿no crees que hemos engordado mucho últimamente?», y daría igual lo que le dijesen a ese conductor temerario que tiene los ojos fijos en el parabrisas y pisa el acelerador como si huyera de una banda. Mete el Simca por toda clase de descampados. Va como Carlos Sainz cuando atropelló a la cabra y la familia aparentemente no se inmuta. Parece un viaje sin un destino fijo, solo para rodar, al menos hasta que la biela diga basta. El Simca 1000 quema ruedas mientras todos sonríen y el hijo mayor aprovecha para pedirle un cigarro a su madre, que se lo da encantada. «¿Desde cuándo un coche familiar tiene que ser aburrido?». Letal puede ser incluso.
En manos de mujer por su «fácil aprendizaje»
En cambio, en este anuncio del NO-DO que es anterior al del Simca 1000, de 1957, es una mujer quien pilota un Seat 600, por supuesto sin cinturón. «Este coche utilitario español aparece muchas veces conducido por manos de mujer», dicen. Como «es de manejo fácil», la mujer también va un poco de rally por las calles de Barcelona. Muestran la fábrica del mítico Pelotilla y allí otra mujer estrena Seat 600. «Al volante del nuevo vehículo, que es de fácil aprendizaje, inicia su primer viaje por las calles», nos recuerdan. Los anuncios del cine eran más largos y a veces el NO-DO los acompañaba con algún tema relacionado. Como la historia de la familia Alcaide, compuesta por padre, madre y 19 hijos, que tenía «un secreto» para irse todos de vacaciones en su Seat 600. «Son 60 kilómetros lo que tenemos que recorrer, pues hacemos tres viajes y así vamos toda la familia», desvela este padre de 19 personas a pregunta de una de sus hijas, convertida en entrevistadora para la ocasión. Aún así, son 19 hijos más padre y madre, 21 personas de diferentes edades y tamaños. Incluso haciendo tres viajes tocan a 7 metidos en un 600 por trayecto, lo cual no deja de ser alucinante. Qué gran coche el Seat 600.
«La alegría y salud de repente» en tonos sepia
Este viejo anuncio de Phoscao, «poderoso reconstituyente», «la alegría y salud de repente», es una buena prueba de lo que decíamos de «musiquillas aderezadas con estribillos redundantes, muchas veces interpretadas por voces estridentes». Aquí vemos un claro ejemplo de todo ello con especial incidencia en la voz estridente. La canción de Phoscao dura un minuto pero se hace eterna. En una frase se intercala un «señores», que era algo también habitual hace décadas, y sobre todo se cuenta lo bien que lo pasa tomando Phoscao un día cualquiera una familia en la que todos los miembros son pelirrojos: madre, padre y dos niños; el abuelo no, es la nota discordante y luce pelo cano y una barba larga blanca. Todos son pelirrojos porque van a juego del Phoscao, como el resto de objetos que aparecen en este anuncio donde predomina el tono sepia. También es pelirroja la mujer que sale en uno de los tarros del producto, un tarro innovador porque invitaban a reutilizarlo «después en la despensa».
Un ponche, tres hermanas y una sola voz
Este comercial de Ponche Caballero es estelar. Lo protagonizan nada menos que Las Trillizas, también conocidas como Las Trillizas de Oro y en Europa como Trix, argentinas del barrio porteño de Floresta, donde nacieron en julio de 1960. Se hicieron muy populares en Latinoamérica y Europa a finales de los 70 y en los 80. Este anuncio lo hicieron en 1978, año en el que Argentina ganó en casa su primer Mundial de fútbol y en el que Las Trillizas cumplían 18 años. María Emilia, María Eugenia y María Laura Fernández Rousse, actrices, cantantes y presentadoras de televisión, encandilaban a los adolescentes y a sus padres. En este anuncio visten étnico y presuntamente cantan, bailan gracioso y hablan. Pero no son ellas. Todas hablan igual y no porque sean hermanas, sino porque a las tres las dobla la misma voz, que además es española, no argentina.
Plan para atascar la calle de hombres y descapotables
«Parecía que yo no gustaba a nadie», dice una joven mujer. Entonces probó el Plan Pond’s belleza en siete días, «y el último día…». El último día es un festival: la chica empieza corriendo, luego va de copiloto en un descapotable que al instante pasa a ser un todoterreno y después una barca. «Y el séptimo día, resulta que le gustas a todo el mundo». «Todo el mundo», en este caso, son un montón de desbocados maromos subidos en varios descapotables debajo de su casa. Y todo esto en un solo día, el séptimo, y en 30 segundos.
«Impecable pulcritud propia de la vida deportiva al aire libre»
Los nombres de algunos productos antiguos son como los de algunos pueblos, que no se entiende quién pudo ponerle algo tan feo. Es el caso de ODO-RO-NO. No parece buen nombre porque hasta cuesta pronunciarlo, por eso se pasan todo el anuncio repitiéndolo despacito. Pero, ojo, en el anuncio no dicen de qué producto se trata. Aunque dan pistas, solo citan su nombre y que «proporciona esa sensación de impecable pulcritud propia de la vida deportiva al aire libre, aun en lugares cerrados». La frase es impagable. «Impecable pulcritud propia de la vida deportiva al aire libre», pero incluso en «lugares cerrados» ¿Qué será? Básicamente, un desodorante. The Who se inspiró en esta marca para su tema Odorono, de 1967, la historia de una cantante que acaba de actuar y espera a un hombre que cuando llega y va a besarla nota su olor corporal y desiste. «Su desodorante la había decepcionado, debería haber usado Odorono», termina la canción.
Marido «prácticamente» agradecido
La voz del marido admite que Mercedes no para un momento, «hace el trabajo de cuatro personas» y sobre todo se ocupa de los niños. «Y de mí, que no soy nada fácil, lo reconozco». Este hombre todo lo reconocía y con eso bastaba. Después la voz sigue aplaudiendo el trabajo de la mujer como un noventa y tantos por ciento: «La casa prácticamente siempre esta en orden y, desde luego, no soy yo quien se ocupa de eso». La afanada esposa hace de todo «y cientos de cosas de las que ni siquiera me quiero enterar», pero todavía saca tiempo la pobre mujer para tomarse a escondidas una Coca-Cola, la chispa de la vida.
Alta cocina mental
Este anuncio de cocinas Corcho lo protagoniza una sumisa mujer ama de su casa y su marido, pero en el anuncio no hablan, piensan en alto. Lo de pensar en lugar de hablar también es muy de la publicidad de antaño. La única frase del anuncio la dice él: «Qué bueno te ha salido». Antes, ella pensaba que le había «‘quedao’ estupendo» y que «ojalá le guste», y él que «es emocionante pensar con qué cariño lo habrá preparado, se ha tenido que pasar la mañana en la cocina». Al final, ella se alegra porque ha acertado, que es lo que quería, como acertó cuando eligió su cocina: «Cuántos momentos felices como este me vas a proporcionar». Y todo esto con la mente.
Lavadora de entrega aérea en la playa
Este anuncio de los años 60 de la lavadora Invicta no tiene ni pies ni cabeza, es completamente absurdo. Una mujer corre por la playa al encuentro de un helicóptero diminuto que porta una lavadora que cuelga de unas cuerdas. «La esperaba, es la nueva lavadora Invicta». No tiene ningún sentido. ¿Esperaba que un mini helicóptero le llevara su nueva lavadora a la playa, la lanzara y la dejara clavada en la arena?». ¿Ahora cómo la saca de ahí y se la lleva a casa? Eso si aún funciona. En fin, un despropósito de anuncio.
El presunto ritmo de «la nueva ola»
Este viejo anuncio en «stereo» de Chocolates Loyola también es una buena prueba del poder de las musiquillas y los estribillos redundantes, pero aquí además bailan y lo hacen de pena. No es un anuncio muy escandaloso pero sí resulta bastante ridículo. «La nueva ola en chocolates», Chocolates Loyola. Hombre, mujer y niño cantan, bailan como twist y comen chocolate. Si por algo destaca este anuncio es por soso, como muchos de entonces; soso cuando el objetivo era aparentar diversión. Es plano, pero si se pegaba la canción, objetivo cumplido.
«Pórtese como un hombre»
«Pórtese como un hombre». «Ayude a su mujer a lavar con Kelvinator». Como en muchos otros anuncios antiguos, en este de 1974 lo primero que vemos es a un hombre sentado leyendo el periódico. Al fondo, su atareada mujer en bata pelea con los niños. El marido está harto y como una voz le insiste en que se porte como un hombre, acude raudo a comprar una lavadora para ver si le molestan menos. Los hombres se portaban así también en los anuncios de los años 70. Todavía no lavaban, si acaso decían que «ayudaban».
Referente en prisas
En los años 80 tampoco habían cambiado mucho las cosas, como podemos comprobar gracias este anuncio clásico de Wipp Express que en su día resultaba más moderno que otros. Ahora comprobamos que no. La diferencia con décadas anteriores es que la tranquilidad de aquellos años se tornaba ahora en muchas prisas. Las prisas ya estaban, pero irrumpen con fuerza en los anuncios de múltiples productos y ya no desaparecerán, como marcan los tiempos. En este anuncio, el marido pregunta a la esposa por su camisa de etiqueta. Ella le dice que está sucia porque se la ha puesto su hijo, lo cual obliga a la mujer a lavar a mano a pesar de que está «harta de tanto frotar». Luego es «la rapidez en persona», le dice su hombre. Como lavaba rápido, Wipp Express iba acompañado de un tren y en el anuncio también todo pasaba rápido.
Cosas solo de mujeres
«Mi aspiradora», «mi enceradora». Así comienza este anuncio de los años 60 protagonizado por una mujer en solitario, algo habitual cuando se trataba de anunciar productos para limpiar la casa. «Mi aspiradora, mi enceradora, ponen limpieza, ponen brillo en el hogar. Salvada por Ruton. Salvada por Ruton. En un minuto, salvada por Ruton». Este es todo el texto de la cancioncilla del anuncio, de apenas veinte segundos. Suficiente.
El clásico de Terry que creó escuela
En este otro clásico de 1964 que anuncia Centenario Terry vemos a una bella mujer que monta a caballo a pelo, ataviada con una tela vaporosa, mientras un hombre se cuece a copazos. Todo ello ambientado con la clásica musiquilla de cuando se iban a besar en las películas. La mujer es la artista y pintora Margit Cocsis Kerkhoeven a lomos del caballo Descarado II en Doñana. Margit había nacido en 1941 en la isla indonesia de Java, de padre húngaro y madre holandesa-alemana. Enfermó y murió en 1984, con solo 43 años. Este anuncio hoy sería impensable, mientras que en los años 60 resultó revolucionario y encandiló al personal masculino. A pesar de las miradas lascivas del hombre que bebe, se valoró por su sensualidad y acabó creando escuela.
«Me da lo mismo» todo si hay Coca-Cola
Si el anuncio anterior de Coca-Cola era machista, este otro de los 60 también tiene el tufillo, pero es más psicodélico. Coca-Cola presenta a una mujer que pasa a ser ama de casa y parece desubicada, pero qué va. Al final se ve que no. También piensa en alto, no habla: «Cuando me casé, verdaderamente no sabía lo que significaba ser ama de casa». La cruda realidad se traduce en que «a veces» está «tan ocupada» que le «entran ganas de gritar».
Es entonces cuando recurre al refresco. Lo que no menciona es cuántas veces al día le entran ganas de gritar/tomar Coca-Cola. «Hay ocasiones» en que le «basta un sorbo» y ya ve «las cosas de otra manera». Pero lo mejor es la conclusión final: «Mi marido dice que es un efecto psicológico. Bueno, con tal de que todo vaya mejor, me da lo mismo». Esa era la actitud.