El Banco Mundial rebaja sus previsiones y alerta del alto riesgo de estanflación
La institución con sede en Washington espera ahora que la economía mundial caiga del 5,7% de 2021 a un 2,9% en 2021, un crecimiento menor al 4,1% previsto
La economía global entra en una fase crítica. Tras el daño causado por la pandemia de coronavirus, la invasión rusa de Ucrania ha magnificado la desaceleración del PIB mundial, que está entrando en lo que podría convertirse en un período prolongado de crecimiento débil y inflación elevada, elevando el riesgo de estanflación. Este fenómeno es uno de los peores escenarios a los que se enfrenta una economía, porque los remedios para estimular el crecimiento (bajar los tipos de interés) retroalimentan la inflación.
Así lo señala el último informe del Banco Mundial, titulado Perspectivas económicas mundiales, que incide en la diatriba que ahora concierne a los bancos centrales: ¿luchar contra la inflación o estimular el crecimiento a costa de una subida de precios? Por el momento, el panorama se anuncia complicado: según esta institución, se espera que el crecimiento mundial caiga del 5,7% en 2021 al 2,9% en 2022, una cifra significativamente más baja que el 4,1 % previsto en enero.
Además, se espera que ese ritmo se mantenga durante 2023 e incluso 2024, ya que la guerra en Ucrania, que no tiene por el momento visos de encontrar una resolución rápida, no solo interrumpe la actividad, la inversión y el comercio en el corto plazo, sino que además hace desaparecer la demanda reprimida y obliga a los Gobiernos del planeta a retirar la política fiscal y monetaria acomodaticia.
Aunque los que más sufrirán serán, como siempre, los países que ya están en una peor situación económica, donde el nivel de ingreso per cápita estará casi un 5% por debajo de su tendencia previa a la pandemia, se prevé que el crecimiento en las economías avanzadas también se desacelere considerablemente y pase del 5,1 % en 2021 al 2,6 % en 2022, 1,2 puntos porcentuales por debajo de las proyecciones de enero.
Además, se espera que el crecimiento se modere aún más hasta alcanzar al 2,2 % en 2023, lo que refleja en gran medida la mayor relajación del apoyo de la política fiscal y monetaria brindado durante la pandemia. Eso sí, la inflación global también se relajará el próximo año, aunque se mantendrá por encima de las metas de inflación en muchas economías.
El informe también ofrece nuevos conocimientos sobre cómo los efectos de la guerra en los mercados energéticos están nublando las perspectivas de crecimiento mundial. En concreto, el conflicto en Ucrania ha provocado un aumento en los precios de una amplia gama de productos básicos relacionados con la energía, lo que a su vez reduce los ingresos reales, aumenta los costos de producción, endurece las condiciones financieras y limita la política macroeconómica, especialmente en los países importadores de energía.
Limitar los subsidios y controles de precios
El informe destaca la necesidad de una acción política global y nacional decisiva para evitar las peores consecuencias de la guerra en Ucrania para la economía global. Esto implicará, según el Banco Mundial, esfuerzos globales para limitar el daño a los afectados por la guerra, amortiguar el golpe del aumento de los precios del petróleo y los alimentos, acelerar el alivio de la deuda y expandir las vacunas en los países de bajos ingresos. También implicará respuestas vigorosas de la oferta a nivel nacional mientras se mantiene el buen funcionamiento de los mercados mundiales de productos básicos.
Además, los encargados de formular políticas deben, según la institución con sede en Washington, abstenerse de aplicar políticas distorsionadoras, como controles de precios, subsidios y prohibiciones a la exportación, que podrían empeorar el reciente aumento de los precios de las materias primas. Y es que, en un contexto de inflación más alta, crecimiento más débil, condiciones financieras más estrictas y un espacio de política fiscal limitado, los gobiernos deberán volver a priorizar el gasto hacia el alivio específico para las poblaciones vulnerables.
«La guerra en Ucrania, los bloqueos en China, las interrupciones en la cadena de suministro y el riesgo de estanflación están afectando el crecimiento. Para muchos países, será difícil evitar la recesión», ha asegurado el presidente del Banco Mundial, David Malpass. «Los mercados miran hacia adelante, por lo que es urgente incentivar la producción y evitar restricciones comerciales. Se necesitan cambios en la política fiscal, monetaria, climática y de deuda para contrarrestar la mala asignación de capital y la desigualdad».
Una situación similar a los 70
Según apunta el Banco Mundial, la coyuntura actual se asemeja a la década de 1970 en tres aspectos clave: persistentes perturbaciones del lado de la oferta que alimentan la inflación, precedida por un período prolongado de política monetaria altamente acomodaticia en las principales economías avanzadas, perspectivas de debilitamiento del crecimiento y vulnerabilidades que obligan a las economías de mercados emergentes y en desarrollo a endurecer la política monetaria para controlar la inflación.
Sin embargo, el episodio en curso también difiere de la década de 1970 en múltiples dimensiones: el dólar es fuerte, lo que contrasta con su severa debilidad en la década de 1970; los incrementos porcentuales en los precios de las materias primas son menores; y los balances de las principales instituciones financieras son generalmente sólidos. Más importante aún, a diferencia de la década de 1970, los bancos centrales de las economías avanzadas y muchas economías en desarrollo ahora tienen mandatos claros para velar por la estabilidad de precios y, en las últimas tres décadas, han establecido un historial creíble de alcanzar sus objetivos de inflación.
En cualquier caso, tal y como adelantaba en marzo THE OBJECTIVE, los bancos centrales tendrán ahora un importante dilema de política monetaria. Y es que, ante una situación de estanflación, término acuñado en 1965 por el ministro británico Ian Mac Leod, la duda es si atacar a la inflación a costa de debilitar el crecimiento o impulsar éste a cambio de asumir unos precios más altos.
De hecho, uno de los casos históricos más representativos de la peligrosa estanflación se produjo en España en la década de los 70. Concretamente, en el verano de 1977 los precios registraron tasas de avance superiores al 40% y el crecimiento se situaba en el entorno del 2,8%. La dificultad de combatir esta situación desembocó en los Pactos de la Moncloa, a través de los cuales se tomaron medidas como la devaluación de la peseta o la revisión de sueldos y rentas en función de la inflación prevista.
Posteriormente, en 1992 España sufrió otro periodo de estanflación. La economía entró en recesión, el paro escaló ocho puntos y los precios subían al 6%, menos que la última tasa recién registrada en febrero de este año. Ello llevó a una devaluación de la moneda y la contención de la crisis engrosó el fardo del déficit y la deuda pública que heredó del PSOE el Gobierno de José María Aznar en 1996.