Mundial y big data: el equilibrio argentino y el principio de Peter español
La creciente importancia de las estadísticas en el fútbol impulsa el negocio de las consultoras que las gestionan
Enfriado el furor mundialista, llega el momento del análisis más reposado de las tendencias de fondo que ha dejado la cita catarí. Más allá de las cuestiones puramente futbolísticos y sociopolíticas, ampliamente debatidas, llama la atención que apenas se ha comentado la incidencia de un tema fundamental en la gestión deportiva actual: la incidencia del big data y las predicciones basadas en el uso de la inteligencia artificial. Quizás el final casi mitológico de la entronización de Messi y las polémicas por el lamentable perfil de los organizadores se llevaron todos los focos. Detengámonos un poco en la parte científica.
En su momento, nada menos que Nature, quizá la revista científica más prestigiosa del momento, tituló así un amplio reportaje: ‘Ciencia y la Copa del Mundo: cómo el big data está transformando el fútbol‘. «El análisis de datos ayuda ahora a dirigir todo, desde los traspasos de jugadores y la intensidad de los entrenamientos hasta la selección de los rivales y la recomendación de la mejor dirección para patear el balón en cualquier punto del campo», explica el reportaje. «Los futbolistas se enfrentan a un escrutinio de datos más propio de un astronauta. Los chalecos y correas que ahora pueden ponerse detectan el movimiento, rastrean la posición con GPS y cuentan el número de disparos realizados con cada pierna. Cámaras situadas en múltiples ángulos lo captan todo, desde los remates de cabeza ganados hasta el tiempo que los jugadores conservan el balón».
No se trata solo de acumular datos. «Para dar sentido a esta información, la mayoría de los equipos de fútbol de élite emplean analistas de datos, entre los que se encuentran matemáticos, científicos de datos y físicos procedentes de las principales empresas y laboratorios, como el gigante informático Microsoft y el CERN, el laboratorio europeo de física de partículas situado cerca de Ginebra». El resultado: «Los conocimientos de los analistas están modificando la forma de jugar; los delanteros disparan con menos frecuencia desde lejos, los extremos pasan el balón a un compañero en lugar de centrarlo y los entrenadores se obsesionan con ganar la posesión en la parte alta del campo».
Por supuesto, el reportaje menciona el libro Moneyball, que cuenta la historia del improbable título de la liga estadounidense de béisbol ganada en 2002 por los modestos Oakland Athletics gracias a la pericia de su entrenador, Billy Beane, con las estadísticas. El New York Times lo colmó de elogios y People llegó a considerarlo «el libro sobre deportes más influyente jamás escrito». En 2011, la versión cinematogrática protagonizada por Brad Pitt terminó de subir la historia a los altares deportivos.
La tendencia ha llegado también a España. Juan Pablo de Miguel e Ignacio Urrutia Bailly-Bailliere, CEO y director analista, respectivamente, de Economic Support Sport (ESS), definen su empresa como «la conjunción de dos pasiones: la economía y el fútbol». Su línea de negocio comienza con la constatación de la tendencia: «Cada día proliferan más empresas que ayudan a través de licencias de software a mejorar el análisis y la toma de decisiones a los clubes a través de licencias, donde los departamentos de data pueden consultarlos y sacar sus conclusiones». Sigue con la visión de un nicho: «ESS nace para ocupar ese puesto que falta: la consultoría». Y concluye con una propuesta de valor añadido: «Después de más de 15 años investigando en estos campos y de la creación y desarrollo de dos algoritmos propios (de rendimiento deportivo y valoración económica de intangibles), podemos aportar valor a tu club a través de nuestro laboratorio, consiguiendo algo tan exigente como: que te cueste dinero no tenernos a tu lado».
Un ejemplo ilustrativo de un sector que tiene toda la pinta de ir creciendo exponencialmente al calor de la imparable alza de la economía futbolera. Deloitte acaba de publicar la última edición de su informe ‘Football Money League’, con los ingresos de los 20 clubes más importantes de Europa. Los números son impresionantes: un 13% de aumento en plena zozobra económica mundial. El Manchester City mantiene el primer lugar con unos ingresos de 731 millones de euros, seguido de cerca por el Real Madrid, que ingresó 714, y el Liverpool, con 701.7.
Desde ESS se valen del Mundial para explicar sus procesos. «¿Quién podía imaginar que Argentina pudiera ganar otro mundial?», comienzan: »Después de haber sido incluida en uno de los grupos más complicados y de haber tenido el peor comienzo que un equipo pudiera sospechar, nadie excepto ellos lo habrían podido suponer». Y ahí el gran presupuesto: «El big data del Mundial puede explicar con números y de manera muy resumida cómo Argentina lo logró».
Para ello parten de la base que «hay dos hipótesis que se cumplen inexorablemente, aunque la suerte existe y se reparte casi de manera equivalente: todas las selecciones que jugaron el Mundial de Qatar se comportaron en función del rendimiento de la calidad del jugador y el rendimiento de la capacidad táctica del seleccionador». Para valorar la calidad del jugador aplicaron «una metodología de valoración estándar del jugador» que denominaron Rendimiento esperado (Re) y «fue creada para comprender el nivel de rendimiento que un jugador puede dar en un campo de juego». A la valoración de los seleccionadores la llamaron Fuerzas Competitivas Aplicadas, calculadas «teniendo en cuenta la eficacia que un equipo tiene al crear y destruir peligrosidad ante su arco, de tal manera que el capaz de marcar muchos goles con muy pocas ocasiones es un equipo con muchas fuerzas competitivas de ataque, y si es capaz de destruir muchas ocasiones de gol, las tiene de defensa».
Justo al acabar el primer partido de todos los grupos del Mundial, hicieron su primera predicción solo con el rendimiento esperado (Re) puesto en el campo por cada selección. Los favoritos con este criterio eran Bélgica, Brasil, Argentina, Francia e Inglaterra. España quedaba en un segundo grupo de selecciones llamadas a lograr o no la sorpresa. «Estaba en el Top 10 por la calidad demostrada de sus jugadores y era previsible que pasara la fase de grupos». Pero, para pasar al grupo de las ocho mejores, «Luis Enrique debería trabajar a fondo las fuerzas competitivas».
Pasados los partidos de la fase de grupos, empezaron a calcular la calidad táctica de los seleccionadores, para lo que necesitaban un «muestra significativa». Por ejemplo, comprobaron que «no todas las selecciones que habían sido definidas como candidatas en el Re se habían comportado igualmente en la cancha». Bélgica fue la más triste (cayó en la fase de grupos), Brasil pasó sin problemas, igual que Argentina, Francia e Inglaterra. Por otro lado, «las selecciones que se clasificaron para octavos no por sus jugadores sino por su seleccionador fueron la de Marruecos, Senegal, Japón, EEUU y Corea del Sur. Países que no se encuentran dentro de la UEFA y que han dado un subidón a su nivel futbolístico».
En octavos llega la gran pregunta. ¿Por qué cayó España? La respuesta: cumplió el principio de Peter, llegando a «su máximo nivel de incompetencia». El libro que hizo famoso al profesor de la Universidad del Sur de California Laurence J. Peter viene a decir que quienes hacen bien su trabajo son promocionados a puestos más altos hasta que llegan a un punto en el que no pueden ni siquiera establecer los objetivos de una tarea. La frase culminante del libro es: «En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia: la nata sube hasta cortarse». A Luis Enrique se le cortó la nata.
«España llegó a su máximo nivel de incompetencia, con una táctica superada por la modernidad», dicen en ESS. «Visto el sistema de juego, hemos pasado del tiki taka campeón al toka toka horribilus, sistema que no ha conseguido todavía ningún resultado. Lo que nos demuestra que la capacidad de controlar los partidos ya no se logra por la posesión de la pelota, si y solo si no generas ocasiones de gol claras. Nuestros rivales han conseguido aprender a correr detrás de la pelota sin cometer errores, luego la hipótesis del tiki taka ha muerto, debe evolucionar, la condición física de los rivales y el incremento del número de cambios que se pueden hacer por partido han dado con la clave del éxito para derrotarnos».
En cuartos, «Croacia y Marruecos volvieron a ganar por su táctica, y Argentina y Francia, por sus jugadores. El equipo más táctico murió en uno de los partidos más sucios de la competición». En las semifinales «los favoritos ganaron sin despeinarse», y la final «demostró la igualdad actual, en donde los jugadores casi tuvieron la misma valoración que la táctica de sus seleccionadores».
La pregunta clave sobre si el campeonato lo ganaron los jugadores o el entrenador solo tiene, para ESS, una respuesta «a la gallega: la ganaron los jugadores con la ayuda del entrenador. Como así lo demuestra la matriz final, en la que se aprecia por un lado el rendimiento esperado (Re) de los jugadores y por otro las fuerzas medias competitivas».
La conclusión del análisis es que «nadie puede ganar un Mundial si no tiene los mejores jugadores del mundo y a su vez los seleccionadores más tácticos. Argentina ganó por estos motivos, estaba entre las favoritas y al mismo tiempo desarrolló unas fuerzas competitivas que lograron derrotar a todos sus rivales, incluyendo dos tandas de penaltis y una derrota contra Arabia Saudí». Y una melancólica coda para nuestra selección: «Lástima que Luis Enrique no considerará parte de su trabajo las tandas de penaltis».