Las Guerras de Secesión de Indra, antes y después del 28-M
El líder tecnológico español, encargado del escrutinio electoral, se debate entre las injerencias del Gobierno y los intereses de sus socios financieros
Las próximas elecciones autonómicas y locales y el eventual vuelco del mapa parlamentario en muchos territorios del país es algo que está por ver y cuyo desenlace se conocerá de manera certera pocas horas después del cierre de las urnas gracias a los sistemas de recuento de votos desarrollados por Indra desde hace décadas. La empresa encargada del escrutinio electoral condensa la mayor capacidad tecnológica en el sector de la informática y la electrónica, con aplicaciones tanto militares como civiles, y es uno de los pocos activos que todavía quedan de la ‘marca España’. Bueno será que además de aclarar el panorama político, la cita trascendental del 28-M sirva igualmente para resolver el conflicto existencial que acecha a una sociedad cotizada en la que el Estado es el primer accionista y cuyo ADN está impregnado por una clara vocación de servicio público.
Los intereses de partido, entendiendo como tales la inaudita atracción que Pedro Sánchez muestra de un tiempo a esta parte por los negocios de la Defensa, se han mezclado con las especulaciones financieras de inversores necesitados de rentabilidad hasta poner en la picota un proyecto emblemático construido gracias a la colaboración público-privada de la que tanto se llenan la boca los dirigentes políticos y empresariales cuando vienen mal dadas. Indra nació hace treinta años fruto de la fusión de Inisel y Ceselsa, la primera en la órbita del antiguo INI antecesor de la actual SEPI y la segunda creada por iniciativa de José Antonio Pérez-Nievas, un ingeniero capaz de jugarse la camisa por hacer realidad sus sueños profesionales cuando todavía existían algunos nostálgicos que aspiraban a mantener en España un mínimo tejido industrial.
El promotor del grupo resultante nacido con mayoría de control público fue Javier Monzón, antiguo ejecutivo de Telefónica y actual presidente de Openbank, obsesionado por blindar la empresa frente a la acometida de los grandes ‘national champions’ extranjeros que estaban lanzando sus tentáculos sobre las más emblemáticas compañías tuteladas por el Estado. Ese fue el caso de la antigua Construcciones Aeronáuticas (CASA), santo y seña de la llamada tecnología punta en la década de los ochenta, fagocitada por el consorcio EADS en calidad de convidada de piedra del programa Airbus. La principal misión de Indra consistió en salir viva del furor globalizador de la época para lo que se abordó un intenso proceso de cohesión de actividades en torno a un modelo único de gestión basado en la búsqueda de rentabilidad y el saneamiento del balance.
Juego de tronos y traiciones
La prueba del nueve que convalidó el proyecto fue la salida a bolsa en 1999 dentro del programa de modernización del sector público llevado a cabo por José María Aznar. La Indra privada y bursátil adquirió entonces una notoriedad en los círculos de poder que obligó a ciertas servidumbres de alto calado institucional hasta que las injerencias políticas volvieron a poner sus ojos en la compañía allá por el año 2013 a instancias del Gobierno de Mariano Rajoy. No se sabe bien con qué intenciones, lo cierto es que el ministro Defensa, Pedro Morenés, obligó a la SEPI, entonces presidida por Ramón Aguirre, a volver sobre sus pasos para comprar el paquete de control que Bankia había heredado de CajaMadrid como accionista de referencia desde el inicio de la privatización.
En el juego de tronos y traiciones que implicó el regreso al redil estatal de Indra se planteó una integración por las bravas con Navantia que Monzón rechazó de plano, poniendo en peligro su cargo y siendo finalmente sustituido en 2015 por Fernando Abril-Martorell con la complicidad del entonces todopoderoso César Alierta. El flamante presidente se despojó rápidamente de la camisa de fuerza de Morenés y una vez que hubo enterrado el pasado trató de imponer su impronta con un cambio de rumbo estratégico. Abril-Martorell intentó reforzar la posición privilegiada como contratista de los grandes programas militares y minimizó los riesgos de actividades orientadas a mercados más abiertos a la competencia que recluyó en una filial bajo la marca Minsait. Después de unos pequeños y onerosos escarceos inversores el nuevo timonel decidió plegar velas dando al traste con sus planes de expansión más atrevidos como fue la abortada compra de ITP a Rolls-Royce, una operación de ida y vuelta que está otra vez sobre la mesa del nuevo consejo de administración de Indra.
La estridente gestión de Abril-Martorell, ERE va ERE viene, y sus desavenencias incorregibles con la autoridad nunca reconocida de la SEPI motivaron el típico conflicto de agencia entre el gestor y su principal accionista. La conclusión fue la salida del presidente con el oportuno puente de plata y la búsqueda de un sustituto bien aleccionado que garantizase el mando y control del Gobierno en la compañía. Así es como llegó Marc Murtra al zarzal de Indra, sin conocer ni los fundamentos del negocio ni los entresijos de su gobernanza, hasta convertirse en la coartada perfecta del grupo de independientes comandados por Alberto Terol y bajo el que se había cobijado la alta dirección en manos de dos consejeros delegados que prácticamente ni se dirigían la palabra, como eran Ignacio Mataix, recientemente dimitido, y Cristina Ruiz rescatada para el Banco Santander por su amiga Ana Botín.
Moneda de cambio para ayudar a Oughourlian
Todos esos polvos dieron lugar al lodazal del que ahora tratan de sacar la cabeza los responsables de la entidad, con un presidente privado de poder ejecutivo y al que la SEPI ha compensado con un puesto en el consejo de administración de Ebro Foods y un CEO de estreno que ha sido seleccionado tras un largo e insufrible vacío de poder. Entre medias y como invitado de excepción figura el fondo Amber Capital de Josep Oughourlian, que lucha por resarcirse con Indra de las pérdidas acumuladas en su desventurado Grupo Prisa. Todo ello a pocos meses de unas elecciones generales, las de diciembre, que pueden suponer perfectamente el anticipo de un vuelco radical en el desarrollo estratégico y corporativo de todo el proyecto empresarial.
El presidente Marc Murtra ha realzado su labor institucional en oposición manifiesta a los planes de Josep Oughoulian para trocear la empresa
Indra vive ahora una especie de calma chicha con sus agentes protagonistas a la espera de que se desate la tormenta. Marc Murtra ha pasado a la ofensiva y aunque sea de una forma discreta está empezando a mostrar sus abiertas discrepancias con el objetivo explícito de Amber, que no es otro que dividir en dos la compañía como paso previo para vender las actividades civiles, incluyendo los escrutinios electorales, y centrar el negocio en el área de Defensa. Oughourlian considera que el Gobierno le debe un favor tras dar la cara en la junta general que descabalgó hace un año a los independientes hostiles a la SEPI. Desde entonces, el inversor franco-armenio ha asumido como propias las directrices de Abril-Martorell, de quien va hablando maravillas, con el fin de justificar con la experiencia ajena la conveniencia interesada de trocear el grupo.
Piensa Oughourlian que la transmutación castrense de Pedro Sánchez y su alineamiento con las tesis de la OTAN ante la invasión de Ucrania favorecerá la promoción de Indra como empresa favorita de la Administración Pública y brazo armado ejecutor de los programas globales de Defensa, lo que en buena lógica tendría que disparar la cotización del valor en bolsa. Precisamente por eso acaba de entrar en danza la empresa Escribano Mechanical & Engineering, rimbombante denominación para un taller nacido hace treinta años en la localidad madrileña de Coslada que ha comprado el 3% del capital por 65 millones de euros y cuya pretensión es convertirse, eso dicen, en principal accionista privado de Indra en calidad de consorte del Gobierno.
Tira y afloja para nombrar nuevo CEO
La operación estaba vinculada también con la designación del nuevo consejero delegado, cargo para el que los asesores de Moncloa querían promover a Miguel Ángel Panduro, actual número dos de Hispasat y distinguido administrador, mira por dónde, de la emergente Escribano M&E. Las opciones de Panduro fueron replicadas en los últimos días por otros accionistas institucionales con presencia en el consejo de administración y, en especial por el Grupo SAPA Placencia. Esta entidad vasca, dirigida por el presidente de la Real Sociedad, Jokin Aperribay, ha ido ganando posiciones en el capital de Indra donde ahora controla un 8% y ha hecho pinza con Murtra para nombrar nuevo CEO al antiguo country manager de Renault en España y actual presidente de IFEMA, José Vicente de los Mozos.
La designación final como CEO de José Vicente de los Mozos desbancó al candidato más afín a Moncloa que era Miguel Ángel Panduro, número dos de Hispasat
En el tira y afloja entre unos y otros, Indra se ha convertido en un panal de rica miel que se ha revalorizado un 25% en bolsa durante el último año, un dato que va esgrimiendo ahora el propio Marc Murtra en un mensaje teledirigido a su antagonista Oughourlian. El presidente de la compañía considera que su colega de Amber haría mejor en no dar la lata con la escisión de Indra y debería preocuparse más directamente por preparar el futuro del Grupo Prisa ante un eventual cambio de ciclo político en España. Empezando por definir el papel de los franceses de Vivendi, que es algo que pone de los nervios a Miguel Barroso, consejero en nombre de Amber pero que, en realidad, actúa como delegado oficioso del Gobierno en la marca editora de El País y propietaria de la Cadena Ser.
Oughourlian se ha acercado al presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, que le ha recibido en plan gallego, con buenas palabras pero ningún compromiso de futuro. El activista de Amber tendrá que dejar en paz a Indra, por lo menos hasta que se despeje el panorama político en España. El agujero en la gestión ejecutiva ha sido manejado hasta ahora por Murtra para realzar su labor institucional y blindarse en el cargo ante una SEPI ocupada en sus labores burocráticas sin más afán que cubrir el expediente. Nunca jamás una gobernanza tan ineficiente resultó más productiva para mantener, al menos de momento, la integridad de un proyecto tan genuinamente español que todos tratan de aprovechar como si no fuera de nadie. Habrá que ver si el todavía presidente se pliega al nuevo CEO y si este no termina por confinar a su interesado valedor en la sala noble junto al resto de jarrones chinos. Todo dependerá de cómo evolucione la jaula de grillos latente en el seno de una entidad que fue definida en su día como líder industrial de las tecnologías de la información.