Rayo Vallecano: el proletariado del fútbol también vende
Nicolás Casariego analiza en Rayografía el encanto de un club que se desmarca del estilo adoptado por la mayor parte del fútbol de élite
La plataforma de negocios para la industria del deporte 2Playbook presta especial atención a las novedades sobre patrocinio en el goloso mercado del fútbol español. Hace poco anunció la firma del Rayo Vallecano con GCS como patrocinador para la manga de la camiseta esta temporada. Especificaba en la noticia que la empresa aeronáutica está «situada en Vallecas».
Poder local
El caso del Rayo Vallecano quizá sea extremo en este sentido. Frente al formato de sofisticada multinacional al que tienden los clubes de fútbol de primera división, el Rayo mantiene una oferta basada en la pertenencia, lo local o incluso más allá (o acá, en realidad): el barrio.
Y vende. También vende. Por supuesto, su merchandising no factura lo mismo que los del Real Madrid o el Barça, pero tiene su público. Sobre todo, del muy castizo barrio madrileño de Vallecas, pero no solo. Los intangibles de su oferta –el aroma de autenticidad, cierta estética a un fútbol de antes, el espíritu contestatario…– seducen a un nada despreciable público objetivo.
Nicolás Casariego (Madrid, 1970), madridista confeso, cayó víctima de tal embrujo hasta el punto de dedicarle todo un libro: Rayografía (Debate). Guionista y escritor, Casariego es autor de varias novelas, entre ellas Cazadores de luz (finalista del Premio Nadal 2005), Antón Mallick quiere ser feliz y Carahueca, la novelización del guión Intruders, dirigido por Juan Carlos Fresnadillo.
Su deslumbrado descubrimiento del Rayo recupera la mejor tradición del periodismo gonzo, a lo Hunter S. Thompson o David Foster Wallace. El autor se expone a pecho descubierto, contando en primerísima persona la experiencia, a veces extrema, a veces emocionante, a veces hilarante, siempre intensa. Nos lo cuenta él mismo:
«En el libro sigo al Rayo la temporada pasada, durante 10 meses, en los que voy a ver sus 19 partidos en Vallecas y muchos por toda España. Está escrito desde la perspectiva de un aficionado, y como el fútbol tiene una penetración social impresionante trato temas sociales, económicos, me relaciono con muchos hinchas…».
El valor del ‘producto’ Rayo Vallecano es esencialmente futbolero, pero incluye la experiencia de un contexto fascinante que permite al consumidor explorar, por elevación, la vida misma. Ese fue el caso, al menos, de Casariego: «A partir de Vallecas y de un equipo del que los rayistas se sienten muy orgullosos, trato de ‘rayografiar’ nuestra sociedad. Es un viaje real y una aventura personal intensa en la que intervienen cientos de personajes, aquellos con los que me he ido encontrando por el camino. Trato de que mis experiencias no se queden en mí, sino que reflejen las de otros y retraten un universo con sus luces y sombras, como la vida misma».
Desde ahí, la literatura alza el vuelo: «Hay capítulos asociados a partidos y otros que no, intento no repetirme, que haya ritmo. Mezclo subjetividad con análisis y rigor informativo. Me río de mí mismo y uso el humor porque, aunque esta propuesta sea sería, el humor forma parte fundamental de mi vida. Que un lector sonría o se ría es todo un reto».
Porque libros como este muestran que el fútbol también tiene un público culto. «Puede que sea todavía tabú para la gente que no lo soporta por su omnipresencia, y puedo entenderlo, pero no lo es para los escritores». En su caso, llevaba tiempo «con ganas de escribir crónica y la realidad me la puso delante de mis narices, de modo natural. Al final creo que he mezclado crónica con diario, con libro de viajes, con ensayo analítico y memorias, con toques de parodia… Mi objetivo era ir hilándolo todo y que al lector le parezca que ha sido sencillo escribirlo».
Sin pudores absurdos. Al contrario. El libro recuerda la época en que la afición balompédica era un lastre vergonzante en ciertos círculos, un placer culpable. De repente se abrió el armario y ahora se insinúa incluso algo así como un fenómeno futbolero en la literatura.
Un club con sentido del humor
Pero, ¿por qué precisamente el Rayo, siendo del Real Madrid, que se podría entender como justo lo contrario… ¿O no? «Porque me apetecía el plan. El equipo juega alegre e intenso, podía permitirme su abono, tenía línea de metro directa desde casa hasta el estadio, me venía bien salir de mi cueva y conocer otra gente tras estar algo aislado tras la pandemia de la Covid, me iba a permitir ver el fútbol desde una perspectiva diferente, la de un equipo que aspira a mantenerse en Primera y no a ganar todos los títulos… El Madrid es el club más potente del mundo, ‘industrial’, global, ganador, con el estadio más moderno… El Rayo, por contra, es un club modesto, un superviviente cerca de celebrar su centenario, tan local que su hábitat es un barrio determinado, juega en un campo anticuado y con sabor…».
Sin embargo, el fenomenólogo del fútbol que convive con el escritor descubre pautas comunes. «Resulta interesante algo que tienen en común sus aficiones: les gusta ver en sus jugadores lucha y determinación». Pero a partid de ahí… «El madridista es exigente y no tiene, por ejemplo, la bonhomía y el sentido del humor de los rayistas».
A cambio de una mejor exigencia deportiva, el Rayo vende algo distinto. «Atractivo el Rayo lo es mucho, otra cosa son los planes futuros de negocio de quien decide, su dueño, Raúl Martín Presa. La Franja no sólo engancha en Vallecas, también a otra mucha gente, porque dentro de los clubs de élite madrileños es quien encarna fielmente la lucha por la supervivencia, lo cercano y familiar frente a lo industrial y lo local frente a lo global».
La colleja a Martín Presa y su cuando menos cuestionable gestión tiene una validación empírica, la surrealista odisea con la que arranca el libro: «Treinta y dos horas en la calle para sacarte un abono es una barbaridad, no se debería tratar así a tus aficionados o clientes, como quieras verlos. La gestión en el Rayo pasa por su presidente y por su modo particular de entender las cosas. Parece ser que las colas interminables de la temporada pasada no le han llevado en esta a vender los nuevos abonos online de una vez por todas. Tampoco hay apoyo para el Rayo Femenino, por ejemplo».
A la gestión empresarial del fútbol le queda mucho camino por recorrer. «Se ha ido profesionalizando, pero en la mayoría de los clubes españoles un hombre fuerte -hay todavía muy pocas mujeres- hace y deshace a su antojo, con un estilo de gestión algo anticuado. Falta formación en dirigentes y cuadros, pero no sólo en temas de negocio, también en los sociales, porque el fútbol no es sólo una industria, es también patrimonio social de las comunidades y su responsabilidad con ellas es enorme».
Por no hablar la cuestión institucional. El escándalo Rubiales se cruza, inevitable, en la conversación. «Que haya acabado por dimitir creo que es de las pocas cosas que ha satisfecho a casi toda la sociedad española. Pero es un individuo determinado y en nuestro fútbol hay problemas estructurales, del modo de hacer las cosas, de falta de transparencia, de dirigentes que no representan al ciudadano, de guerras intestinas, de maltrato al aficionado… Los escándalos que han tenido eco en la prensa internacional este año -Negreira posible corrupción arbitral, Vinicius racismo y Rubiales machismo- son un síntoma preocupante».
Y el pesimismo va a más: «Si añadimos la debilidad de nuestra liga por la inflación en el mercado de traspasos debida a los clubes estado y a la reciente entrada en las pujas de Arabia Saudita, el futuro es muy gris, pese a que sigan llegando maravillosos éxitos deportivos como la obtención del Mundial femenino. Sin consenso es difícil avanzar y alcanzarlo no es precisamente una de las virtudes de nuestra sociedad ni del universo fútbol, ambos cada vez más radicalizados».
Aunque siempre nos quedará el Rayo.