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Economía

«ChatGPT no es un dios, es un algoritmo. Estamos perdiendo la capacidad de reflexión»

Liliana Acosta, experta en ética digital, analiza el impacto de la inteligencia artificial

«ChatGPT no es un dios, es un algoritmo. Estamos perdiendo la capacidad de reflexión»

Liliana Acosta.

Exasesora del Gobierno colombiano y exdirectiva de la APD, Liliana Acosta es experta en ética digital y analiza el impacto de la IA. «Europa -afirma- siempre defenderá a las personas».

Liliana Acosta (Bogotá, 1976) es filósofa, asesoró a la ministra de Educación de Colombia, ha trabajado para la Comisión Europea y la española APD, y desde hace unos años está especializada en ética digital, es decir, en ayudar a las empresas a utilizar la inteligencia artificial sin renunciar al componente moral. «Hay pocos humanistas hablando de tecnología. Yo puedo pronunciarme desde ambos lados», afirma. 

PREGUNTA.- ¿Cuáles son los problemas éticos en torno a la IA?

RESPUESTA.- El problema más conocido es el de los sesgos, que a su vez genera otros conflictos como la violación de la privacidad, que en última instancia forma parte del elenco de los derechos humanos. El derecho a la dignidad también puede violentarse. Se incrementan todo tipo de brechas (digital, salarial, de género). Y aumenta la soledad de las personas, que empiezan a preferir estar conectadas con otros, pero desde casa, sin contacto, fenómeno que en Francia ya se considera una amenaza a la salud pública

P.- ¿Agrava la velocidad de los cambios este proceso?

R.- La democratización de la tecnología implica tanto oportunidades como riesgos, pero no se está regulando y tampoco está habiendo una pausa y una reflexión. Eso significa suprimir un proceso que históricamente sí hemos experimentado con otras grandes transformaciones. Entre la primera y la segunda revolución industrial hubo 99 años. Gutenberg murió sin saber la repercusión que la imprenta tendría dos siglos después. Las personas nunca vivían lo suficiente para ver el impacto de las mutaciones económicas y sociales

P.- Regular la IA representa todo un desafío. La escuela jurídica anglosajona aboga por el laissez faire; Europa prefiere legislar anticipadamente. 

R.- El ser humano es el primer ente regulador. Si a alguien le regalan un coche de Fórmula 1 y jamás ha conducido uno, lo normal es que primero aprenda y luego lo pruebe. La Comisión Europea defiende un acervo creado durante décadas y bajo ese paraguas se construye toda la UE. La AI Act, que debería entrar en vigor en junio de 2026, se basa en el respeto a los derechos humanos y en la premisa de que el ciudadano es dueño de sus datos. En Estados Unidos, las dueñas de los datos son las empresas; en China, lo es el partido. Ningún sistema es perfecto, pero Europa defenderá a sus habitantes. 

P.- ¿Ha roto lo digital la sociedad? Antes uno iba por la calle y cruzaba miradas con cualquier desconocido. Hoy esos desconocidos miran la pantalla de un móvil. 

R.- Mientras estás conectado, las redes sociales extraen de ti una cantidad inimaginable de datos. Una serie de likes o comentarios les permiten saber si eres hijo de padres divorciados, a qué partido votas o si te gusta el helado de chocolate. Todo eso lo han encerrado en una jaula que llaman experiencia de usuario. El algoritmo queda a nuestro servicio para mostrarnos lo que nos atrae y reafirmar nuestras convicciones, con una consecuencia derivada: después no somos capaces de debatir en persona o diferir civilizadamente

P.- Viendo la devoción que muchos profesan hacia marcas como Apple o Google y el poder cuasi divino que algunos atribuyen a la innovación, podría parecer que la tecnología es hoy la verdadera religión hegemónica. 

R.- ChatGPT no es un dios, es un algoritmo que descompone nuestras frases y genera información a partir de un prompt. Estamos obnubilados por la tecnología. Como dijo Bauman con su sociedad líquida, la familia, la educación y el trabajo están flotando y nosotros, por lo tanto, también. Cuando llega una ola tratamos de sacar la cabeza para ver cómo funciona, pero no encontramos unos valores culturales a los que aferrarnos porque con la tecnología todo es posible y todo está permitido. Si un medicamento tarda en aprobarse entre cinco y ocho años en Europa, ¿por qué no aplicamos aquí el mismo ritmo?

P.- ¿Constituye una acción tan simple como apagar el móvil el mayor acto de rebeldía? 

R.- Sí. Pero hay que entender por qué lo apagamos. El aburrimiento es muy importante para el ser humano. Cuando uno se aburre es cuando llegan las mejores ideas. Las redes sociales son con demasiada frecuencia el modo en que personas vacías buscan un relleno. Estamos perdiendo el silencio, la capacidad de reflexionar, la mirada. Tres de cada cinco parejas se conocen en EEUU a través de las apps de contactos. Eso dice mucho del mundo en que vivimos. 

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