El Ibex y la solución Puigdemont para «hacer la cobra» a Yolanda Díaz
El mundo corporativo busca en Junts la forma de parar en seco la deriva iliberal de la ministra de Trabajo
Dentro de la caja de Pandora en que se ha convertido la política española la última esperanza que permanece todavía intacta para los grandes empresarios es la que ofrece Carlos Puigdemont. Por muy paradójico que pueda resultar, el amnistiado expresidente de la Generalitat representa el consuelo en la miseria al que se aferran los prohombres del universo corporativo para salir indemnes de la incierta nebulosa donde están encerradas las expectativas de sus negocios. Una vez conseguida la medida de gracia, la siguiente estación apunta al referéndum de autodeterminación pero no parece factible que un nuevo arrebato contra las más elementales normas constitucionales del Estado español pueda siquiera abordarse dentro de la actual legislatura. Es ahí donde reside la ilusión de un divorcio entre el líder socialista y los independentistas que daría lugar a una prematura convocatoria electoral.
Más curados de espanto y mejor preparados para aliviar sus deseos sin alterar la triste realidad, los representantes de la alta burguesía catalana, embarcados en esos grandes buques insignia que cruzan los mares de las altas finanzas, han convencido a sus pares madrileños de secano para que no caigan en cantos de sirena cada vez que se reúnen con Alberto Núñez Feijóo. La terapia que cruza la diagonal del Ibex desde Barcelona a Madrid consiste en superar la abrupta ruptura del espíritu del 78 como punto de partida para inspirar un ambiente reformista en el que se antoja indispensable sentar las bases de colaboración con el nacionalismo sistémico que supuestamente abanderan los herederos de la antigua Convergència i Unió (CiU) en Cataluña. A juicio de los poderes fácticos regionales, el anclaje con Junts implica un esfuerzo de renuncia a postulados políticos en desuso para afianzar un marco de relación económica que erradique con carácter prioritario las pulsiones iliberales que tanto daño están causando al tejido empresarial del país.
El destrozo de las relaciones laborales
No son precisamente los socios periféricos de Pedro Sánchez los que ocupan y preocupan a los dirigentes del Ibex. Las diferentes y encontradas sensibilidades que se agrupan en el Gobierno de conveniencia acaudillado por el marido de Begoña Gómez constituyen un mal necesario que puede ser combatido aprovechando los intereses creados desde tiempos seculares con los grupos nacionalistas más añejos en el Parlamento de la nación. Para los empresarios, el verdadero e inmediato peligro reside en la figura de Yolanda Díaz y los destrozos que su intento regeneracionista de orientación comunista está provocando en todo el sistema de relaciones laborales. Las múltiples y atrabiliarias regulaciones con que trata de hacerse notar la ministra de Trabajo constituyen una afrenta constante para los gestores corporativos, obligados a lidiar con un cúmulo de restricciones que limitan sus posiciones de control al frente de las grandes compañías.
El mercado de trabajo padece una crisis silenciosa bajo una estadística esotérica que trata de soterrar problemas que están adoptando un cariz cada vez más estructural. El incremento exponencial del absentismo, que ha aumentado un 21% en los últimos cuatro años, se ha mezclado con un crecimiento récord de las vacantes laborales que alcanzan cifras cercanas a las 160.000 en toda España. El goteo permanente de subvenciones y ayudas públicas, unido a la precariedad salarial en aquellos oficios menos cualificados y peor retribuidos, desincentivan la búsqueda de empleo, agravando la artrosis crónica de la productividad. La vicepresidenta amenaza ahora con una reducción paulatina de la jornada durante este ejercicio y el próximo, un remedio que puede resultar peor que la enfermedad si se impone como un trágala a los empresarios en una nueva suplantación del manido y embustero diálogo social.
Al otro lado de la mesa negociadora los sindicatos están igualmente de uñas con las últimas incursiones del Gobierno en un territorio que UGT y CC OO consideran privativo de su competencia o, cuando menos, eso es lo que apuntan los preceptos constitucionales y el propio Estatuto de los Trabajadores. El acuerdo finalmente perpetrado por decreto con el PNV para imponer la prevalencia de los convenios autonómicos y locales sobre los estatales supone una intromisión descarada dentro del marco básico de la negociación colectiva y deja claramente al pie de los caballos en el País Vasco a las dos centrales sindicales con representación mayoritaria a nivel nacional. A partir de ahora, en Euskadi serán las dos organizaciones vinculadas en mayor o menor medida con el mundo abertzale, como son ELA-STV y LAB, las que partirán el bacalao en las relaciones de poder con sus interlocutores de la patronal.
El SMI, arma de doble filo para los sindicatos
Aunque las razones clientelares obliguen a pasar de puntillas sobre el recorte silencioso de sus atribuciones sindicales, tanto Pepe Álvarez como Unai Sordo vienen lamentando en sus contactos privados con las altas instituciones económicas el efecto perverso del populismo desaforado con que se maneja Yolanda Díaz. Hasta el SMI y su vertiginoso incremento en más de un 50% durante los últimos seis años está creando sentimientos encontrados, no exentos de preocupación, a los máximos dirigentes sindicales. No en vano, a día de hoy el Gobierno es el que fija a través del BOE la retribución del 12,7% de la fuerza laboral en España, lo que se traduce en que prácticamente 13 de cada cien empleados quedan fuera del ámbito de representatividad de los sindicatos a la hora de negociar salarios. A este paso, UGT y CC OO corren el riesgo de quedarse para vestir santos como títeres de una ministra que terminará por matarlos a besos.Las asociaciones patronales hace tiempo que rechazaronlas carantoñas de la dimisionaria presidenta de Sumar, pero mientras Sánchez mantenga a la ministra de Trabajo agarrada a la trabilla del Gobierno habrá que resistir y mantener el tipo porque en el mundo de los negocios está prohibido ejercer de mártir. El Partido Popular, reducido en su capacidad útil de oposición como consecuencia de la excesiva polarización y fragmentación política, ha dejado de ser el claro objeto de deseo para todos aquellos que buscan canalizar sus reivindicaciones en los aledaños del PSOE. Es ahí donde surge de nuevo la figura de Puigdemont, reconvertido en solución ocasional para todas las organizaciones y entidades corporativas que necesitan descargar su más prosaica capacidad de influencia. No se trata de buscar mociones imposibles de censura, ni siquiera de intrigar en busca de un final de la legislatura por la vía rápida. Basta con arañar un puñado de votos para ‘hacer la cobra’ a Yolanda Díaz cada vez que se presente en el Parlamento con alguno de sus embelecos.