THE OBJECTIVE
La otra cara del dinero

En España ya hay 12.000 'influencers' profesionales, Casa Real incluida

Un estudio revela un incremento de un 32% respecto al año pasado, con Victoria Federica como estandarte

En España ya hay 12.000 ‘influencers’ profesionales, Casa Real incluida

Victoria Federica de Marichalar. | Archivo

Dice la RAE que «la voz influencer es un anglicismo usado en referencia a una persona con capacidad para influir sobre otras, principalmente a través de las redes sociales». Dice también que, «como alternativa en español, se recomienda el uso de influyente». Por cosas como esta, la RAE es cada vez menos influyente. La pobre. Como la mayoría de las instituciones que una vez nos empaquetaban la autoridad en un determinado ámbito (o varios; algunas incluso en todos), para nuestra aborregada tranquilidad.

La autoridad la tienen hoy los individuos. Como Victoria Federica. Anda muy atomizado el asunto de la autoridad hoy. Victoria Federica es la hija de la Infanta Elena y Jaime de Marichalar (por orden de famosismo, criterio que vence democráticamente hasta al patriarcado más feroz). Pablo Motos la eligió como invitada estrella del primer programa de su nueva temporada. Necesitaba un bombazo para su dura pugna con David Broncano

Motos y Broncano influyen un montón, pero no son influencers. Victoria Federica sí. Porque se dedica en exclusiva a eso, a influir. Aparece en Instagram y 300.000 seres humanos la siguen para ver qué lleva puesto y cómo lo lleva y a qué fiesta lo lleva. Y se lleva un dinero. Sobre todo está en redes sociales, claro, pero no desdeña el viejo papel: en Lecturas, por ejemplo, se rinden a su neoglamur y cuentan cómo se convirtió en «la primera influencer dentro de la Casa Real».

Los reyes eran los más influencers hace unos siglos. La autoridad se la daba una institución llamada monarquía, según la cual cierto genoma debe mandar para que no haya líos sobre quién debe mandar. Eran otros tiempos. A Victoria Federica la autoridad se la da Instagram, según la cual debe mandar quien le consiga más subscriptores. Victoria Federica consigue muchos seguidores porque su nombre da mucho morbo porque sus padres salieron mucho en la tele y en las revistas, instituciones, digamos, gozne respecto a aquellos otros tiempos en los que el apellido era el criterio absoluto de excelencia.

Y se ha hecho influencer.

Es lo que se lleva. Según datos de la agencia 2bTube, en España ya hay más de 12.000 influencers profesionales, una cifra que supone un incremento de un 32% en comparación con el año pasado. Atención a lo de profesionales. Ganan dinero. Algunos, mucho. El informe ECommerce 2024 de IabSpain revela que la principal opinión que los usuarios tienen en cuenta a la hora de elegir qué comprar es la de otros usuarios de la web, decisiva en un 59% de los casos, y hace hincapié en que son las redes sociales (22%) y la publicidad online (19%), las fuentes que mejor tasa de conversión presentan.

Estos datos me los empaqueta en un correo electrónico Smile, «la aseguradora 100% digital que ha llegado a nuestro país para revolucionar la forma de entender los seguros, ofreciendo precios justos y el mejor servicio, ha querido también revolucionar de paso las reglas del reclutamiento, seleccionando a través de un concurso a un creador de contenido ‘estilo Smile’ que encaje con su filosofía para convertirse en su primer embajador de marca en España». Todo el mundo quiere tener su influencer. Construyamos granjas de influencers.

La agencia que me vende esta Smile explica que «este crecimiento se debe, en gran parte, a la capacidad de los influencers para conectar de manera auténtica con sus audiencias, generando confianza y fidelidad. Este fenómeno ha llevado a un cambio en la forma en que las empresas invierten en marketing. Las marcas están destinando cada vez más recursos a colaboraciones con influencers para mejorar su visibilidad y credibilidad en el mercado. Estas colaboraciones no solo ayudan a aumentar las ventas, sino también a fortalecer la imagen de marca y construir relaciones a largo plazo con los consumidores».

Tanto es así, que el legislador ha querido ponerle puertas al campo: «Una nueva normativa publicada en el BOE la pasada primavera establece una serie de obligaciones para los influencers y las marcas, como la identificación clara de los contenidos patrocinados y la prohibición de ciertas prácticas engañosas». Definamos engañoso… Según la RAE, «que engaña o lleva a engaño», siendo engaño la «falta de verdad en lo que se dice, hace, cree, piensa o discurre». Definamos verdad: «Conformidad de lo que se expresa con lo que se cree, se conoce o se piensa». Definamos conformidad: «Igualdad, correspondencia de una cosa con otra».

Tras conseguir los 300.000 seguidores en Instagram que le dieron acceso al Olimpo influencer, Victoria Federica dio su primera entrevista… a una revista de moda: Elle. Su gran frase fue: «Quiero mostrarme ante la gente para que me vean tal cual soy». Para tal menester, se viste con determinada ropa que, se supone, la hacen ser cual es. A cambio, las marcas le pagan un dinero: se supone que porque aumentaran sus ventas a costa de quienes quieren ser (por lo menos un poco) tal cual es Victoria Federica. 

En La estetización del mundo (Anagrama), Gilles Lipovetsky y Jean Serroy sostienen que la economía ya no se rige por el oportunismo de la oferta y la demanda, sino por una lógica basada en la dinámica de la moda. Los productores de bienes y servicios no se limitan a darnos lo que necesitamos. Había que ir más allá: solo el crecimiento nos hace libres. El siguiente paso es la «reproducción del mundo a la medida de nuestros deseos». Incluso los que aún no sabemos que tenemos. Si no tenemos deseos suficientes, ahí está el tal cual de Victoria Federica para refrescarnos la memoria. Queremos ser reinas. 

¿Ha visto Mad Men? Fabulosa serie de televisión que muestra cómo comenzó a desbordarse todo. La Madison Avenue de los años 60. Don Draper diciéndole al mundo que fumar Lucky Strike está bien porque… todo está bien si se hace con clase. En La felicidad paradójica (Anagrama), Lipovetsky sitúa en 1980 el comienzo de la tercera etapa del capitalismo de consumo, regida por una «comercialización desinstitucionalizada, subjetiva y emocional» y centrada en la «búsqueda de la felicidad privada». Para qué crear instituciones sólidas como espacios de convivencia cuando puedes elegir tu propio sueño entre 12.000 influencers profesionales solo en España. 

Volvamos a lo de «profesionales». Forbes ya tiene su lista ad hoc, por ejemplo. Jimmy Donaldson, alias MrBeast, se saca 82 millones de dólares al año por… ¿ser él mismo? ¿Por que otros quieran ser como él? 

En realidad, todo este asunto lleva siglos inventado. El capitalismo surgió de una sociedad concreta: la cristiana. El cristianismo lleva su esencia en el nombre, no engaña a nadie. Los que tienen a Jesucristo como modelo vital. Vale que en los últimos milenios algunos se empeñaron en saturar el Instagram de turno con sus versiones interesadas del Influencer por antonomasia. No viene mal un poco de aire fresco, de acuerdo. Pero incluso el más ateo de los ateos me reconocerá que entre Jesús de Nazaret y 12.000 Victoriafedericas…

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