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La otra cara del dinero

Tras el éxito de los Dodgers o cómo elegir entre un chollo y nadar en Malibú

Los ganadores de las Series Mundiales de béisbol han remontado desde la quiebra de 2011 hasta lo más alto gracias a una certera gestión

Tras el éxito de los Dodgers o cómo elegir entre un chollo y nadar en Malibú

El equipo de Los Angeles Dodgers levantando el título de las Series Mundiales de béisbol. | Europa Press

Con el caldero estadounidense bullendo en las vísperas de las que probablemente sean las elecciones más reñidas (en todos los sentidos) de su historia, las Series Mundiales de béisbol culminaron la semana pasada con la victoria de Los Angeles Dodgers. Aunque ya no es el más visto ni el que más dinero maneja, el béisbol sigue siendo el deporte más genuinamente americano. 

Pura tradición. Bastante aburrida de ver: yo lo he intentado varias veces y… no hay manera. Por eso el baloncesto y el fútbol americano lo han sobrepasado hace tiempo, y el soccer (lo que por aquí llamamos fútbol) le pisa los talones, Messi mediante. Sin embargo, han sabido adaptarse a su modesto tercer lugar subiéndose al carro de la locura financiera que atraviesa el deporte profesional en todo el mundo en general y en EEUU en particular. Según Statista, la MLB ingresó el año pasado 11.340 millones de dólares. Que no está nada mal. 

Como apunta Justin Sarachik en su análisis para Common Good, se están aprovechando de que «muchas de las principales estrellas de este deporte proceden de otros países más ávidos de béisbol que el público estadounidense. La República Dominicana, Cuba, Venezuela, Puerto Rico, Corea, México e incluso Israel tienen intereses creados en los jugadores. El mercado internacional prospera y genera capital global para la MLB. Así es como el béisbol puede ir por detrás de la NFL y la NBA, pero sigue estando en un buen lugar monetariamente».

Esa globalización tiene un efecto colateral: difumina el control de los fichajes a través del draft, que la MLB, como sus equivalentes en baloncesto y fútbol americano, aplica para que ningún equipo destaque más de la cuenta. Por supuesto, su palmarés es mucho más variado que el del duopolio del deporte profesional español, por ejemplo. Pero las Series Mundiales de este año han sido más significativas que nunca.  

A la final de la MLB llegaron los Yankees y los Dodgers, representantes de los dos grandes mercados del país: Nueva York y Los Angeles. De hecho, son las dos franquicias con mayores ingresos este año: 679 millones de dólares los Yankees, 549 millones los Dodgers. También las más valiosos de la inevitable lista Forbes, con los neoyorquinos también por delante. Solo en una cosa ganan los angelinos: tienen en sus filas al jugador mejor pagado de la liga, el japonés Sohei Ohtani, con 70 millones de dólares al año, según Sportrack. Y este ha sido el primero de los 10 años de su contrato…

En las celebraciones del título, el analista Chaitanya Prakash se fijó en la camiseta que ondeaba un avaricioso fan de los Dodgers: llevaba en la espalda el nombre del dominicano Juan Soto, la estrella de los Yankees que el año que viene será agente libre. De entre las innumerables reacciones en redes sociales ante el insólito hecho (un fan de los Dodgers con una camiseta del enemigo), Prakash destacó un post en Twitter que decía: «No puedo culparles, su propietario sabe cómo gastar». Y los aficionados quieren más. Lo mejor. 

La victoria en las Series Mundiales no ha salido barata. «Los Dodgers han gastado más dinero esta temporada que el resto de la liga en conjunto», titulaba en diciembre Sport Illustrated. «Así es como se apuesta todo», remataban en un emocionante subtítulo. Bueno, pues han ganado. El equipo vale ahora 5.450 millones de dólares, un 14% que el año anterior, y eso habrá que revisarlo (muy) al alza cuando se hayan asentado los efectos del título. En 2015 valía 2.400 millones. En 2012 estaban en la bancarrota. 

La franquicia de los Dodgers siempre han tenido potencial. Fundada en 1883 en Brooklyn, su rivalidad con los Yankees del Bronx por la hegemonía neoyorquina propició algunos de los más hermosos textos del deporte americano, con Paul Auster en la cima (vale la pena descubrirlo en la monumental novela 4321 o en la clásica Trilogía de Nueva York, por ejemplo). Siempre a la sombra de los todopoderosos Yankees, los Dodgers por fin lograron el título de sus sueños en 1955… para sufrir solo tres años más tarde el peor de los mazazos: los dueños se llevaron la franquicia nada menos que a Los Angeles, la ciudad archirrival, en la otra punta del país. Un melodrama en toda regla. 

Romanticismos aparte, la jugada salió bien: en LA, los Dodgers ganaron los títulos de 1959, 1963 y 1965. Luego tuvieron un largo barbecho hasta volver a lo más alto en 1981 y 1988. Y otro barbecho al que esta vez siguió la cosecha más amarga. A finales de los 90, Rupert Murdoch, se hizo con la franquicia para darle un poco más de lustre al imperio Fox, pero se cansó de esperar y en 2004 se la vendió a Frank McCourt por 430 millones de dólares. Con él al frente, la cosa no fue mal en lo deportivo: el equipo llegó un par de veces a semifinales. Pero en las tripas financieras se estaba gestando el desastre. 

Para explicarlo hay que acudir a la prensa del corazón. Molly Night (nombre maravillosamente ad hoc) escribió en Vanity Fair que “McCourt convirtió su nuevo equipo en un cajero automático para mantener su lujoso y creciente estilo de vida». Puestos a mudarse a LA, por ejemplo, Frank y su amada esposa Jamie eligieron una mansión al lado de la de Playboy por la que pagaron 21,25 millones de dólares, más otros 14 millones en la reforma. También compraron la casa de al lado para alojar a los invitados y lavar la ropa. Se entiende que tenían muchos amigos. Y mucha ropa. Para los ratos en la playa le compraron a la famosérrima Courteney Cox (la Mónica de Friends) su mansión en Malibú por 27,5 millones. Y, siguiendo la tradición, pagaron otros 19 millones por la casa de al lado. En este caso, según la vitriólica Molly Night porque Jamie necesitaba una piscina más grande para su serie matinal de largos. Y así todo.

En 2009, Jamie pidió el divorcio. Al parecer, decía que su marido había hipotecado su futuro y el de su equipo. Él, por su parte, comentaba que ella se había acostado con su chofer. Y no le sentó bien, claro, aunque quizá se lo tendría que haber pensado dos veces antes de irse a vivir al lado de la mansión Playboy, vamos, digo yo. El caso es que la MLB se fijó sobre todo en la parte de «futuro hipotecado» del culebrón y en 2011 intervino la franquicia. Los administradores de la liga echaron un vistazo, ordenaron un poco los papeles… y declararon la quiebra. «Según los documentos presentados ante el tribunal», cuenta Night, «los Dodgers debían 573 millones de dólares».

El monumental lío sobre la propiedad se zanjó cuando, en 2012, llegó la empresa Guggenheim Baseball Management (GBM) con 2.150 millones de dólares (más una participación en el terreno que rodea al estadio del equipo). El bueno de Frank tomó el dinero y corrió cual Woody Allen que lleva el diablo. La MLB respiró aliviada. 

Al frente de GBM estaba (y sigue estando) Mark Walter, a la sazón cofundador y CEO de Guggenheim Partners, una firma global de servicios financieros de capital privado con activos de unos 325.000 millones de dólares. Mucho dinero. Pero la cara la pone uno de sus inversores, un tal Magic Johnson. Además, como es menester en LA, no falta un productor de cine, Peter Guber, y otros clásicos del dinero a granel como Bobby Patton o Todd Boehly. 

Magic Johnson en la celebración del título de las Series Mundiales de béisbol. Europa Press

Al año siguiente de la compra, Time Warner le compró a los Dodgers los derechos de transmisión de sus partidos durante los próximos 25 años por 8.350 millones de dólares. Más que suficiente para ir tirando. En 2018 se subieron al carro la ilustre tenista Billie Jean King y su socia Ilana Kloss, y al año siguiente los empresarios Alan Smolinisky y Robert L. Plummer. 

En 2020 los Dodgers volvieron a ganar el título. La semana pasada volvieron a hacerlo. Hoy la franquicia está valorada en 5.450 millones. Los McCourt la vendieron por menos de la mitad hace apenas 12 años. Aunque nadie les quitará aquellos largos en las luengas piscinas de Malibú… 

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