Cómo el IRPF nos empobrece por partida doble
«El IRPF está en un punto en el cual desincentiva el trabajo, por lo que se podría recaudar más bajando su tipo medio»
Si el tipo único del IRPF fuera 0%, evidentemente, la recaudación sería nula. Pero si aquel fuera del 100%, tampoco se recaudaría nada, pues nadie trabajaría voluntariamente para entregar todos sus ingresos al Gobierno. Entre ambos extremos, un tipo de IRPF creciente generaría una recaudación al alza, pero solo hasta cierto punto. A partir de allí, un nuevo incremento del tipo provocaría una caída en la recaudación, sea porque caen los incentivos para trabajar o porque aumentan para hacerlo de modo informal.
En apretada síntesis, eso es lo que dice la «curva de Laffer»: la relación, con forma de ‘U’ invertida, entre el tipo impositivo y la recaudación que, en un arranque de creatividad, el economista norteamericano Arthur Laffer dibujó por primera vez en una servilleta, mientras comentaba su idea con un colega. Una idea que puede parecer obvia, menos para los socialistas de todos los partidos, que creen que siempre se puede sablear un poco más al contribuyente.
El Instituto Juan de Mariana acaba de publicar un informe (que puede consultarse aquí) en el que aplica la «curva de Laffer» al caso español. La conclusión es la que cabría esperar dado el marco mental socialista que predomina en nuestra clase política: el tipo medio del IRPF está más allá del punto de máxima recaudación. Es decir, el IRPF está en un punto en el cual desincentiva el trabajo, por lo que se podría recaudar más bajando su tipo medio.
Concretamente, los investigadores del Instituto Juan de Mariana estiman que si la actual escala, que va del 19% al 47%, se redujera a una que fuera del 14,5% al 36%, la recaudación por IRPF podría crecer cerca de 1%.
El carácter autodestructivo que tiene el IRPF para la prosperidad de los españoles se ha agudizado durante el Gobierno sanchista-leninista: el tipo medio aumenta todos los años desde 2015, llegando a marcar en 2022, último año cubierto por el informe, un máximo histórico de 14%. Téngase en cuenta que el estudio del Juan de Mariana señala que el tipo medio de inflexión (el punto a partir del cual un aumento del tipo medio genera una menor recaudación) es 10,8%.
Si el lector tiene la impresión de que estos tipos son «bajos», está en lo cierto: estos tipos medios surgen de un 60% de declaraciones de IRPF que prácticamente no pagan nada, mientras el 40% restante es responsable de casi toda la recaudación de este tributo. El tipo medio del primer grupo es apenas superior al 0%, mientras que para el segundo grupo llega al 35%.
Esto nos alerta de una segunda fuente de empobrecimiento que surge de la actual configuración del IRPF: su exagerada progresividad, que además de romper la igualdad ante la ley (unos pagan, otros no), quita incentivos a trabajar e invertir al grupo sobre el cual recae todo el peso del impuesto.
Por lo tanto, si además de reducir la escala impositiva para alcanzar el tipo medio óptimo desde el punto de vista de la «curva de Laffer» (el 10,8% antes mencionado), se redujera la progresividad, la recaudación crecería aún más, tanto por estimular el trabajo y la inversión, como por impulsar indirectamente la recaudación de otros impuestos, principalmente IVA y cotizaciones sociales.
Así, se entiende cómo los socialistas de todos los partidos han creado un IRPF que nos empobrece doblemente: por tener tipos que van más allá del «óptimo de Laffer» y por una progresividad exagerada. Un empobrecimiento material que no podrá superarse mientras no se revierta la pauperización conceptual que el mismo socialismo continúa promoviendo. Por ejemplo, cuando propaga la idea de que la progresividad es positiva (basta recordar que es una propuesta del Manifiesto Comunista para demoler nuestro sistema de libertades y propiedad privada) o con campañas que tergiversan («tus impuestos vuelven cuando llega una emergencia», nos dice Hacienda, lo que suena a sarcasmo en estos días de luto valenciano).