THE OBJECTIVE
Juan E. Iranzo

Medio siglo de la Curva de Laffer

«Bajar impuestos tiene un efecto dinámico multiplicador sobre la actividad económica y la recaudación. Y es el mejor mecanismo contra el fraude fiscal»

Opinión
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Medio siglo de la Curva de Laffer

Ilustración de Alejandra Svriz.

Arthur Laffer dibujó su famosa teoría sobre los impuestos en una servilleta de tela, durante una cena en el restaurante Two Continents de Washington en el año 1974. Se trata del gráfico de teoría económica que más impacto ha tenido tanto a nivel universitario, como político y económico en los últimos 50 años. En efecto, «la Curva de Laffer», como denominó al gráfico Jude Wanniski, asistente a la cena, ha inspirado importantes reformas fiscales como las de Ronald Reagan en EEUU o la de Margaret Thatcher en el Reino Unido. Estas reformas impulsaron un enorme crecimiento.

La Curva representa la relación entre el nivel de los tipos impositivos y la recaudación fiscal resultante de aplicarlos. Si los tipos son cero la recaudación fiscal lógicamente es nula, como también lo sería si los tipos fuesen del 100%; puesto que no existiría el más mínimo incentivo a trabajar, a ahorrar o a invertir. La curva se desplaza a través de estos dos puntos extremos. Existe un punto óptimo a lo largo de la misma que vincula un tipo impositivo adecuado con una máxima recaudación. A partir de ese nivel, un incremento de tipos reduce la recaudación fiscal, puesto que penaliza el trabajo, el ahorro y a la inversión, favorece la economía sumergida y distorsiona la actividad económica.

Aumentar los tipos impositivos por encima de ese punto óptimo es absolutamente contraproducente para la recaudación y para la actividad económica en su conjunto, por los desincentivos que genera.

Laffer es partidario de simplificar los sistemas fiscales, eliminando desgravaciones fiscales y bajando los tipos de los impuestos. Siguiendo estas propuestas, la Administración Reagan redujo los tipos del Impuesto sobre la Renta del 73% al 20% y los del Impuesto de Sociedades del 46% al 34%. El Gobierno de Thatcher bajó el tipo marginal máximo del Impuesto sobre la Renta del 83% al 60% en 1979 y posteriormente al 40% en 1990, y del Impuesto de Sociedades del 52% al 35% en el mismo periodo. Asimismo, en Canadá, entre los años 2002 y 2012, el tipo del Impuesto sobre Sociedades disminuyo del 40% al 25%.

Arthur Laffer en su libro El gran boom 1982-2000 explica el fuerte proceso de crecimiento que se produce en EE UU, tras más de una década de estanflación, favorecido por las políticas económicas de Reagan, especialmente las fiscales. Durante este periodo Estados Unidos creció a un ritmo del 3,8% anual acumulativo, interrumpido tan solo con una breve recesión en 1990/91 que duró tan solo seis meses. Además, la inflación se redujo espectacularmente; ya en 1983 bajó al 4% y durante el periodo fue tan solo del 2% de media.

«La veracidad de la curva de Laffer se contrastó empíricamente en España con la reforma fiscal de Aznar»

La veracidad de la curva de Laffer, se contrastó empíricamente también en España, a través la reforma fiscal de Aznar y sus efectos positivos sobre la recaudación y sobre el crecimiento. Los tipos del IRPF se bajaron en dos ocasiones pasando el tipo máximo del 56% al 45% y el mínimo del 20% al 15%, así como de una simplificación de tramos y de deducciones. También, se rebajó el Impuesto de Sociedades y se eliminó el de Actividades Económicas para el 92% de las empresas.

Como consecuencia del «Modelo económico Aznar/ Rato», como lo denominó el profesor Velarde, el PIB per cápita creció un 64%, la inflación se redujo del 4,3% al 2,2%, la riqueza de las familias se duplicó y la deuda pública bajó del 64% del PIB al 51%.

Es decir, tras las fuertes elevaciones de tipos impositivos durante las décadas de los 50 y 60 que generaron estanflación, inflación sin crecimiento, se produjo una bajada sustancial de impuestos en la mayoría de los países de la OCDE.

Sin embargo, la política económica de Sánchez transita en sentido contrario a lo implementado por el Gobierno de Aznar. Los resultados están siendo desastrosos.

«Somos de los pocos países europeos donde se subieron los impuestos durante la pandemia»

El gasto público ha superado el 50% del PIB, la deuda se ha situado en los 1,57 billones de euros, el 107,7% del PIB. Se ha producido un fuerte aumento de los tipos de los impuestos y de las cotizaciones a la Seguridad Social, que han llevado al sistema fiscal español a ser claramente confiscatorio. De hecho, somos de los pocos países europeos donde se subieron los impuestos durante la pandemia, puesto que en la mayoría se bajaron.

La Constitución Española, como otras muchas, establece que los impuestos no pueden ser confiscatorios, concepto que en España no se ha cuantificado adecuadamente, pero sí en Alemania. Su Tribunal Constitucional ha calculado que no existiendo una cifra «mágica», no parece razonable que nadie dedique más del 50% de su renta a pagar todos sus impuestos.

En España, una parte importante de los ciudadanos sufrimos, según este criterio, una confiscación de nuestros recursos y esfuerzo personal. Según la Fundación Civismo, el 13 de julio, se produce en España, el día de «la liberación fiscal». Hasta esa fecha, todo lo que trabajemos se lo lleva Hacienda. Es decir, dedicamos de media, más de medio año en trabajar para pagar nuestros impuestos. En la Comunidad de Madrid es un día antes y en Cataluña, debido a su mayor presión fiscal es el 22 de julio.

Entre los años 2019 y 2023 los ingresos públicos han crecido un 23,4%, mientras que la economía española lo ha hecho en un 11,5%. La presión fiscal en España se ha situado en el 42,3% del PIB.

«El Índice de Competitividad Fiscal de España es 11 puntos inferior a la media europea»

La presión fiscal sobre las rentas familiares ha aumentado 12 puntos entre el año 2000 y el 2023, según datos del INE. Asimismo, nuestro sistema fiscal lastra la competitividad empresarial, puesto que sus impuestos representan el 32,5% del total de los ingresos públicos tributarios, frente al 23,9% de la media de la UE. Es muy preocupante que el Índice de Competitividad Fiscal de España, publicado por el IEE, es 11 puntos inferior a la media europea, lo que nos sitúa entre los peores países de la OCDE.

Además, existe una legislación fiscal muy extensa y compleja, lo que distorsiona enormemente la neutralidad y simplicidad deseables.

Se está demostrando, que en España también, se cumple la Curva de Laffer por su lado más negativo. Las últimas subidas de tipos fiscales y la creación de nuevos impuestos están recaudando mucho menos de lo estimado por el Gobierno.

La clave es encontrar el óptimo, que se podría situar alrededor del 40%. A partir de ese momento la subida de los tipos impositivos, apenas incide en la recaudación. De hecho, una bajada de impuestos tiene un efecto dinámico multiplicador sobre la actividad económica y sobre la recaudación. El mejor mecanismo para luchar contra el fraude fiscal es bajar los impuestos, porque así se reduce el coste de oportunidad de eludir las obligaciones tributarias.

Un sistema tributario moderno y de progreso no debe ser complicado ni desincentivador de decisiones de trabajo y ahorro. Uno de los grandes retos de nuestro país es reducir la fiscalidad para favorecer la actividad, la creación de empleo, y el apoyo a los que más lo necesitan, a través de un estado de bienestar, justo y sostenible.

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