¿Pagaría 40.000 euros por sudar estatus en un gimnasio de lujo?
El sector del fitness abre una brecha social al crecer por los dos extremos: el del low cost y el del premium asociado al estilo de vida
Principios de año, tiempo de profecías. Un ejemplo: usted se va a apuntar (si no lo ha hecho ya) a un gimnasio para cambiar de vida, aprovechando la mágica inercia del amanecer anual. Otro ejemplo: no va a ir, o no lo suficiente. Lo siento. Para compensar la tiniebla agorera, le ofrezco un consuelo: aunque está desperdiciando un buen dinero al mes, y la matrícula si no ha conseguido la tan recurrente oferta, hay gente que se deja 40.000 dólares al año en el suyo. Que, eso sí, a lo mejor no se parece mucho al de su barrio.
A ver, la necesidad de fondo es, en principio, la misma. El 48% de los encuestados para un estudio de Forbes Health dice que mejorar la condición física es su gran reto de año nuevo. La motivación es tan obvia como preocupante. En el reciente informe sobre el Estado de la Salud Laboral realizado por Cobee, uno de cada tres consultados asegura que su salud ha empeorado bastante en el último año. Aparte del evidente mal rollo personal, el problema afecta a la productividad: un 24% de los equipos afirma que se siente más apático en su puesto de trabajo por su mal estado de salud y, por lo tanto, produce menos.
Los expertos de Cobee apelan al deporte como solución. Pero, por lo que sea, con la racanería como sospechoso número uno, las empresas no invierten: ocho de cada 10 no tiene ninguna iniciativa que promueva una vida más saludable. Además, cuanto más pequeña es la empresa, peor: las empresas de menos de 50 empleados solo lo promueven en un 9% de los casos.
Eppur la peña si muove, que diría un Galileo reconducido al spinning. El pasado marzo, Eduardo Correa, profesor de la OBS Business School, publicó un estudio sobre la industria del deporte y el fitness en España. En nuestro país, dice, hay 4.561 gimnasios y 5,4 millones de usuarios, y en 2022, el sector movía 2.100 millones de euros, el 3,3% del PIB nacional. El estudio pone al coronavirus en el eje de la tendencia: «Tras una caída en el gasto durante los años 2019 y 2020, el impresionante crecimiento del 24,1% registrado en 2021 marcó un punto de inflexión, superando los niveles previos a la pandemia».
Esa inercia parece haber desbordado, además, la cuestión puramente fisiológica para adentrarse en los indescifrables reinos del estatus social. Correa se centra en la lógica evolución de la oferta en un mercado en expansión: «El sector en España está intentando encontrar un equilibrio entre ofrecer precios accesibles y servicios personalizados para destacar en un mercado altamente competitivo. Por lo tanto, las tarifas han ido evolucionando desde los 19,90 euros mensuales a rondar los 29,90«.
Un artículo en The Economist advierte de hasta dónde pueden desmandarse las cosas. El título advierte del «auge de los gimnasios de 40.000 dólares» (unos 39.000 euros), y el subtítulo matiza que, «a la hora de hacer ejercicio, los consumidores quieren o lujo o ahorro». De fondo, un abismo creciente que haría frotarse las manos al por otra parte más bien orondo Karl Marx.
Como ejemplo de la cima burguesa, el semanario británico pone la cadena de gimnasios estadounidense Equinox, que cobra 40.000 dólares al año a sus miembros. A cambio, ofrece «un plan con análisis de sangre, un entrenador de sueño y un nutricionista, así como acceso a los elegantes clubes del grupo». Este último punto de los «elegantes clubes», descolgado como quien no quiere la cosa al final de la descripción, quizá tenga más importancia del que parece. Por si hubiera alguna duda, Julia Klim, vicepresidenta de alianzas estratégicas de Equinox, explica por qué la gente está dispuesta a dejarse semejante cantidad de pasta en algo en principio tan prosaico (y sudoroso) como un gimnasio: «Puedes comprar un bolso de Chanel todos los años, pero la salud y el buen aspecto son el símbolo del lujo por excelencia».
O sea, el estatus.
Eso hace que alguien como Julia Klim adquiere la estatura requerida para que la mismísima Forbes le haga una extensa entrevista, aparte de la ya mencionada en The Economist y otra en, por ejemplo, The New York Times (solo le falta una foto con Georgina en Instagram). Atención a su análisis del posicionamiento de Equinox para la revista de los ricos: «Nunca hemos sido una marca de fitness, sino de estilo de vida de lujo. Para contextualizar aún más el concepto de estilo de vida, lanzamos nuestra nueva plataforma de asociación de marcas, Equinox Circle, con ocho socios de marcas en los sectores de viajes, nutrición, moda y tecnología». A este tipo de gimnasios no se va tanto a sudar como a molar. Las marcas lo ven y se agolpan a las puertas para vender sus promesas de estatus.
En España tenemos un buen surtido de este tipo de templos del cuerpo para bolsillos generosos. La cadena David Lloyd La Finca se publicita como «más que un gimnasio». Para empezar, tiran del clásico inmobiliario de location, location, location: «Está ubicado en una de las urbanizaciones más lujosas del área metropolitana de Madrid. Situado en el municipio de Pozuelo de Alarcón, nuestro club está rodeado de naturaleza y casas de arquitectura moderna, a pocos minutos del centro de Madrid». A partir de ahí, el gancho de pertenencia revestido de tratamiento vip: «Ser socio en David Lloyd La Finca significa formar parte de una comunidad con acceso a instalaciones excepcionales y premium«. La comunidad es la clave, claro. Una un poco diferente de la de La que se avecina.
Por debajo, los parias del ejercicio físico cada vez lo son más. Dice The Economist que «los observadores del sector han detectado un ‘efecto barra’, en el que los gimnasios de gama media están perdiendo terreno». Aluden a un informe de la consultora PwC según el cual el segmento de bajo coste ha duplicado su cuota de mercado en el sector del fitness británico en la última década, hasta alcanzar casi una quinta parte del mercado privado». Como ejemplo ponen la cadena de bajo coste Gym Group, cuyo nombre ya avanza la esencia de su oferta: menos es más… barato. Su director, Will Orr (no consta que lo escogieran por la parquedad onomástica) no se compara con Chanel, sino con las aerolíneas. Y lo explica, como no podía ser menos (ni más), con sobria desnudez: «La gente se deja llevar por esa propuesta sin lujos».
En España, un informe de la OCU de 2023 situaba la cadena Basic-fit como la más barata de las analizadas, con un precio mensual de 19,99 euros. Por supuesto, siempre existe la opción de los polideportivos municipales, un 20% más barata de media que el gimnasio privado. Aunque en la OCU advierten que el location, location, location también se ha filtrado a este último escalón del estatus que supone lo público: «En Barcelona se puede llegar a pagar 10 veces más que en Badajoz por la misma actividad».
Un poco más abajo, algunos elegimos el lower cost de pasear por la ciudad para hacer cardio (cada uno a su ritmo: el corazón es el mejor entrenador personal) y mover los muebles en busca de pelusas como ejercicio de fuerza. También tenemos más tiempo libre: ChatGPT lo hace ya casi todo. Hasta cobrar.