The Objective
El podcast de El Liberal

Luis del Rivero: «España es un país privilegiado, pero si se lo das a unos desgarramantas…»

«Zapatero la lio parda, pero no con la economía, sino con cuestiones ideológicas y culturales, como todo lo ‘woke’»

«Ante todo, Miguel, muchas gracias por tu invitación, pero permíteme que haga algunas puntualizaciones», me dice Luis del Rivero (Murcia, 1949) nada más cederle la palabra. Minutos antes lo he presentado como «una de las personalidades más destacadas de lo que podríamos llamar la España de la burbuja». También he dicho que ahora que en todas las plataformas de televisión están tan de moda las sagas empresariales, habría que dedicarle una serie a él, porque su ejecutoria tiene todos los ingredientes de un best seller.

«Veríamos —he continuado explicando— cómo después de hacerse ingeniero de caminos, canales y puertos, Del Rivero entra en Hiceosa, una empresa especializada en cimentaciones especiales, desde la que dos años después pasa a Ferrovial como jefe de obra. Allí va ascendiendo hasta que en 1986, harto de trabajar por cuenta ajena, funda con sus compañeros José Manuel Loureda y Félix Riezu la Sociedad Anónima Caminos y Regadíos, más conocida por su acrónimo Sacyr, y entre los tres la convierten en un coloso que lo mismo te hacía el AVE a Jaén, que el tranvía de Palermo o la ampliación del Canal de Panamá».

Finalmente, he recordado sus enfrentamientos con otros titanes de la industria, sus incursiones en la esfera internacional y, naturalmente, el asalto al BBVA.

Del Rivero ha esperado a que termine educadamente, sin mover ni un músculo de la cara, y entonces es cuando me ha dicho: «Ante todo, Miguel, muchas gracias por tu invitación, pero permíteme que haga algunas puntualizaciones».

Lo que sigue es una versión editada y extractada de nuestra conversación.

Respuesta- En primer lugar, no he estado tan involucrado en la burbuja como has sugerido. Sacyr Vallehermoso era la primera inmobiliaria del país, pero teníamos otras actividades más relevantes y el hundimiento del sector de la construcción no nos afectó tanto.

Respecto a mi experiencia en Ferrovial, fue una de las etapas más gratificantes de mi carrera. Allí me formé y aprendí enormemente y, si me marché, fue porque tengo una fuerte vocación empresarial y llega un momento en que tienes que dar el salto. Así se lo manifesté a Rafael [del Pino padre], por el que siempre tuve un gran aprecio, al igual que por sus hijos Rafael, el actual presidente, y Fernando, cuyos artículos, llenos de independencia, leo con deleite.

Pregunta- Son muy políticamente incorrectos…

R.- Sus textos reflejan la esencia de la familia Del Pino, a la que me siento muy unido espiritualmente y de la que me resultó tan difícil separarme.

P.- Que conste que la referencia a la burbuja la hice sin animus dolendi, como referencia temporal, no como imputación.

«El crecimiento del 2,9% [en 2024] es inapelable, pero cuando partes de una situación tan adversa, el progreso en términos relativos es más sencillo»

R.- Sobre el tercer punto, el que has llamado «asalto al banco», nosotros éramos accionistas. [Tenía el apoyo de las familias fundadoras del Banco Bilbao Vizcaya, a cuyos representantes había desalojado de los órganos de dirección el presidente Francisco González]. El asaltante sería en todo caso quien se había adueñado de la entidad sin ser propietario.

P.- Eso dio pie a una batalla apasionante…

R.- Dio pie más bien a una actuación vergonzosa, en la que se utilizó a la policía española, en su más alto escalón, para perjudicar a uno de los bandos.

P.- Te refieres al famoso comisario [José Manuel Villarejo].

R.- A ese comisario y a otros que, acompañados de jueces y fiscales, permitieron que, a través de medios ilegítimos, unos directivos obstaculizaran las aspiraciones de los legítimos propietarios y seguir así beneficiándose de la organización que habían usurpado. [Del Rivero acusa a Francisco González de llevar cabo «una brutal campaña mediática» y de vulnerar su intimidad mediante «seguimientos personales y análisis del tráfico de llamadas privadas»].

«Hemos alcanzado los 21,8 millones de afiliados a la Seguridad Social, pero ¿cuántos son de creación pública y qué coste supone mantenerlos?»

P.- Me encantan tus precisiones, tan contundentes… Entrando ya en materia, ¿cómo ves la economía?

R.- El crecimiento del 2,9% [en 2024] es inapelable, pero conviene ponerlo en contexto. Somos el país que más ha tardado en recuperar los niveles precovid y, cuando partes de una situación tan adversa, el progreso en términos relativos es más sencillo. Es lo que ocurría hace 20 o 30 años con China. Disfrutaba de avances del 8% y del 9% porque arrancaba de niveles muy bajos. Luego, a medida que su economía fue adquiriendo tamaño, el ritmo se moderó.

Tampoco debería constituir un motivo de celebración que vayamos mejor que Francia o que Alemania, que están sufriendo las consecuencias de gestiones muy desacertadas. El caso de los alemanes es particularmente sangrante. Sustituyeron el carbón nacional por gas ruso alegando que así contribuían a la lucha contra el cambio climático, y sin duda el carbón es malísimo, emite aproximadamente un kilo de CO2 por kilovatio hora, el doble que el gas. Pero después nos hemos enterado de que los responsables de esta decisión han terminado en puestos relevantes en compañías energéticas rusas. [En 2006, a las pocas semanas de dejar la cancillería, Gerhard Schroeder fue elegido presidente del consorcio constructor del gasoducto Nord Stream, controlado en un 51% por la rusa Gazprom]. ¿Y qué ha hecho Alemania con su sector del automóvil? Tenía un posicionamiento magnífico, pero cambió los motores diésel, que dominaba, por otros eléctricos que requieren litio, baterías y una tecnología que no controla. El resultado es que ahora Mercedes estudia recortes milmillonarios.

Pero volviendo a España y dada mi experiencia en el negocio concesionario, te puedo decir que las autopistas no han recuperado aún la densidad de tráfico de 2008, especialmente en vehículos pesados. Hemos perdido 16 años.

«Tampoco debería constituir un motivo de celebración que vayamos mejor que Francia o que Alemania, que han sufrido gestiones muy desacertadas»

P.- El empleo va bien. [El Gobierno calcula que el año pasado se crearon 500.000 puestos de trabajo].

R.- Hemos alcanzado los 21,8 millones de afiliados a la Seguridad Social, pero ¿cuántos de ellos son de creación pública y qué coste supone mantenerlos? Y luego, con todas esas artimañas estadísticas (los fijos discontinuos en cese de actividad que figuran como ocupados, los contratos indefinidos que duran menos que los temporales de antes), no hay modo de saber si los trabajos actuales equivalen a los que había hace años.

La percepción general es que la cosa va mal y, cuando el desánimo se apodera de una sociedad, lo normal es que se traduzca en un cambio político. Lo estamos viendo en Alemania, cuyo próximo canciller no procederá de la coalición semáforo [socialistas-rojos, ecologistas-verdes y liberales-amarillos]. Todo indica que la formación más votada será la CDU [cristianodemócrata], seguida por Alternativa por Alemania [de extrema derecha]. En Francia ocurre tres cuartos de lo mismo. Es una tendencia que ya se ha dado en Italia, Bélgica, Países Bajos, Austria, Hungría y Polonia.

P.- O sea, que viene la extrema derecha.

R.- No sé si es exactamente eso. Yo hablaría más bien de una ley del péndulo, y es que cuando los políticos de un lado empiezan a decir tonterías, lo sensato es pasarse al bando opuesto. Por ejemplo, ahora se ha puesto de moda criticar el turismo, hasta en Canarias se montan manifestaciones en contra.

«La inmigración es necesaria porque los españoles no estamos dispuestos a realizar determinadas tareas, como recoger fruta o cuidar a los mayores»

P.- ¿Qué te parece esa turismofobia?

R.- Es otro ataque más a uno de nuestros vectores de crecimiento. Fíjate, siendo España el primer exportador mundial de porcino, arremetemos contra las macrogranjas. Y siendo una potencia en la fabricación de motores diésel, anunciamos que en 2035 no habrá ni uno. Ante estas posturas, el votante reacciona de una manera previsible y normal. Lo mismo pasa con la inmigración. Europa, que en el siglo XIX era un continente emisor, desde la segunda mitad del siglo XX se ha convertido en receptor, y lo normal sería que esos flujos se ajustaran a las necesidades de los países de acogida. Cuando los españoles iban a Alemania en los años 60, lo hacían a tiro hecho, con un contrato firmado. Así es como se contribuye al crecimiento de una economía.

P.- España no lo está haciendo bien…

R.- La inmigración es necesaria porque, para empezar, los españoles no estamos dispuestos a realizar determinadas tareas, como recoger fruta o cuidar a los mayores. En segundo lugar y una vez reconocida esta necesidad, lo mejor es que quienes acudan estén tan próximos culturalmente como sea posible, porque eso facilita su asimilación. Por ejemplo, los europeos del Este son de educación cristiana y los hispanoamericanos comparten el idioma. ¿Significa esto que hay que cerrar la puerta a los que no sean cristianos o no hablen español? En absoluto. Eso nunca ha sido un problema. La Guardia Mora fue el cuerpo de máxima confianza de Franco y, cuando no podía acudir a la ofrenda periódica al apóstol Santiago, el encargado de representarlo era el general [Mohammed ben] Mizzian [que había nacido en una cabila marroquí].

Ahora bien, quienes vengan deben estar realmente dispuestos a integrarse, y no llegar con el propósito de imponer la sharía [ley islámica] desde las mezquitas. Estados Unidos se hizo grande gracias a la llegada de personas comprometidas con su crecimiento.

«Ahora bien, la inmigración debe ajustarse a nuestras necesidades. Los españoles que iban a Alemania en los años 60 lo hacían con un contrato firmado»

P.- ¿Qué hacemos con las pateras que llegan desde el Golfo de Guinea a Canarias?

R.- Para empezar, no agravar el problema. Antes España invertía en obras públicas y educación, y ahora lo hace en chiringuitos y organizaciones no gubernamentales (ONG) que, llevadas de la mejor intención, incentivan el fenómeno [porque con sus barcos de rescate reducen el riesgo de la travesía y animan a acometerla a más subsaharianos]. Si además vamos por ahí aireando que España necesita 250.000 inmigrantes al año [para sostener las pensiones, como ha hecho la ministra de Inclusión, Elma Saiz] y finalmente, cuando llegan, les ofrecemos condiciones superiores a las de los españoles que cotizan, ¿cómo no van a venir? Nosotros mismos estamos incentivando esta inmigración sin control, cuando deberíamos atraer exclusivamente a los trabajadores que se necesitan.

«Quienes vengan deben estar además dispuestos a integrarse, no llegar con el propósito de imponer la sharía»

P.- Has mencionado de pasada la inversión. Ese es uno de los puntos débiles de nuestro actual crecimiento. En los demás rubros (gasto público, consumo de los hogares, exportaciones) estamos muy por encima de los niveles precovid. En inversión apenas acabamos de alcanzarlo. ¿A qué lo atribuyes?

R.- El mundo es muy grande y difícilmente va a venir el dinero a un lugar cuya actividad legisladora es errática y donde lo gravan excesivamente. De todos modos, a lo que me refería era específicamente a la inversión pública. Antes se destinaba a mejorar la dotación de capital y, ahora, a subvencionar chiringuitos y colectivos afines. Por eso los trenes se paran, los hospitales no dan abasto y las carreteras están llenas de baches.

P.- La inversión en autovías ha aumentado respecto al año pasado. Lo sé porque acabo de leerlo esta mañana. Lo de los trenes sí es llamativo. Cada vez fallan más.

R.- El mantenimiento ferroviario ha retrocedido significativamente. En el AVE antes podías escribir mientras viajabas; ahora es imposible con tanta vibración. Y lo de las cercanías es aún peor… En cuanto a las carreteras, la inversión llevaba años paralizada. Ahora por fin se ha recuperado mínimamente y al Gobierno le ha faltado tiempo para sacar pecho.

«España invertía antes en obras públicas y educación, y ahora lo hace en ONG que incentivan una inmigración sin control»

P.- El despegue español se inició en los años 50, con el Plan de Estabilización, y durante décadas fuimos ganando terreno a nuestros vecinos europeos. La convergencia se frenó, desgraciadamente, con la Gran Recesión y desde 2008 no levantamos cabeza.

R.- En 1959 se inició una labor cuya continuidad se mantuvo durante cinco décadas y en la que colaboraron figuras con muy distinto trasfondo ideológico, como [el ministro de Comercio Alberto] Ullastres o [el comisario adjunto al Plan de Desarrollo] Fabián Estapé…

P.- …que era socialista, como su propio nombre indica. [La Sociedad Fabiana era una agrupación británica de izquierdas].

R.- Sí, sí, detrás de aquel proyecto había gente de todo tipo. A alguno que iba allí y decía: «No sé si saben ustedes que yo no soy del régimen”, le respondían: “Lo hemos convocado porque pensamos que es el más capacitado para hacer lo que le vamos a pedir. Sobre sus ideas, sabemos probablemente de usted más que usted mismo».

Pero la clave de aquel éxito no fue el Plan de 1959, sino la profunda educación moral que había recibido la ciudadanía en las años inmediatamente anteriores. Se promovió una cultura del esfuerzo. La formación y el trabajo se convirtieron en auténticos ascensores sociales. La década y media que siguió a la Segunda Guerra Mundial, con el país aislado y concentrado en sí mismo, produjo una generación brillante, de la que se nutrieron los grandes cuerpos de la Administración y que hizo posible el ulterior salto adelante.

«El mundo es muy grande y difícilmente va a venir la inversión a un lugar cuya actividad legisladora es errática y donde la gravan excesivamente»

P.- ¿Cuándo perdimos ese ímpetu?

R.- Según las estadísticas comparativas, 1975 fue el momento en que más cerca estuvo España en renta per cápita de los seis países fundadores del Mercado Común: Francia, Alemania, Italia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo. Desde entonces, la convergencia ha decaído. Hubo una ligera recuperación durante el Gobierno de [José María] Aznar, en la que casi alcanzamos los niveles previos, pero después volvimos a caer. Lo más preocupante es que durante todo ese tiempo ni Francia ni Alemania ni Italia han sido modelos de crecimiento. Así y todo, nos las hemos arreglado para perder posiciones y que nos cojan países como Eslovenia o la República Checa.

P.- ¿A qué atribuyes tú el retroceso?

R.- A la división territorial. Hay dos modos de construir una federación: mediante la agregación de distintas naciones en una sola, como ocurrió con Alemania en el siglo XIX, o por la descomposición de una sola nación en varias, que es lo que es la España de las autonomías. Tenemos un Estado ineficaz, que ha pasado de 700.000 funcionarios en 1975 a casi tres millones en la actualidad, y ello a pesar de la automatización de infinidad de tareas.

«La clave del milagro económico no fue el Plan de 1959, sino la profunda educación moral de la ciudadanía, que promovía una cultura del esfuerzo»

P.- Torcuato Fernández Miranda, el padre de la Transición, se distanció del Rey y de Adolfo Suárez justamente por el título VIII de la Constitución [sobre la organización territorial], con el que estaba en total desacuerdo.

R.- Entre la capacidad intelectual de Fernández Miranda y la de esos otros dos señores había una diferencia considerable. Serían más guapos, más jóvenes y más simpáticos, pero la diferencia intelectual era notoria…

Entre la gente que hizo posible la Transición yo también destacaría la figura de Fernando Suárez, el último ministro de Trabajo de Franco, que convenció a muchos procuradores para que apoyaran la Ley para la Reforma Política e incluso venció en debate parlamentario a un orador de la talla de Blas Piñar… Fernández Miranda y [Fernando] Suárez entendieron que España había alcanzado la renta per cápita necesaria para sostener una democracia, algo con lo que no se contaba en 1931 y que explica los sucesivos intentos de golpe de Estado: José Sanjurjo en 1932, Largo Caballero e Indalecio Prieto en 1934…

P.- Y el definitivo: Franco en 1936.

R.- Franco se mostró reluctante al principio. Emilio Mola fue el impulsor del alzamiento y su detonante, las elecciones del 36, que habían sido manipuladas. El sistema era muy vulnerable, como sucede hoy con el estadounidense, donde bastan unos miles de votos para hacerse con todos los delegados del Colegio Electoral de un estado. Las irregularidades fueron especialmente notorias en la segunda vuelta. [La Comisión de Actas, controlada por el Frente Popular, anuló los comicios en Cuenca y Granada, alegando sospechas de fraude de las derechas, pero no investigó denuncias similares contra la izquierda]. Esta arbitrariedad generó una inestabilidad absoluta. Franco, que en 1934 había defendido la República a petición del Gobierno de Alejandro Lerroux, se rebeló cuando el escolta de un líder socialista [Indalecio Prieto] asesinó a José Calvo Sotelo [diputado monárquico de Renovación Española] y pretendía atentar contra José María Gil Robles y Antonio Goicoechea [compañero de formación de Calvo Sotelo]. Es importante señalar que inicialmente fue un golpe contra el Frente Popular, no contra la República. De hecho, los sublevados mantuvieron la bandera tricolor durante casi un mes.

«En la década y media que siguió a la Segunda Guerra Mundial, la formación y el trabajo se convirtieron en auténticos ascensores sociales»

P.- Veo que dominas la historia de España, pero quisiera que nos centráramos en acontecimientos más recientes que, aunque también forman parte de los manuales de historia, tú viviste desde primera línea, como la crisis de 2008. ¿Qué responsabilidad atribuyes a José Luis Rodríguez Zapatero y su equipo? Porque el origen fue un colapso del sistema financiero internacional que lo mismo podía haber afectado a un presidente del Partido Popular.

R.- La Gran Recesión en España tiene su raíz en 2000, en el abandono de la peseta, pero no por las razones que uno podría suponer. Una cautela elemental en política económica es no endeudarse en una divisa extranjera [porque te expones a que tu moneda se devalúe y el coste de la deuda aumente exponencialmente]. Con la incorporación al euro ese riesgo desapareció, pero el Banco de España descuidó otro factor crucial: el tiempo. Las cajas de ahorros se endeudaban a corto plazo (dos años) con intereses muy bajos, para prestar a largo plazo (30 años) con márgenes mayores. Este descalce, que el supervisor debería haber vigilado con independencia del Gobierno de turno, se volvió crítico cuando el colapso de las subprime afectó a los bancos alemanes. Mientras había durado la bonanza, estos no habían tenido inconveniente en renovar cada dos años los créditos que concedían a las cajas españolas, pero de pronto se encontraron con que no podían.

P.- Y vinieron a reclamarnos su dinero.

R.- Efectivamente. Y fue entonces cuando hicimos la mayor tontería del mundo. En lugar de decirles: “Pues no haber prestado, se siente”, decidimos ser los más europeos de todos y aceptamos que el Estado recibiera una cantidad considerable, de 100.000 millones de euros, para que nuestras cajas pudieran devolver el dinero. De esta bonita manera, la señora [Angela] Merkel consiguió que el señor [Mariano] Rajoy nos transfiriera a los españoles la deuda de los alemanes.

«1975 fue el año en que más cerca estuvo España en renta per cápita de los seis países fundadores del Mercado Común. Desde entonces, la convergencia ha decaído»

P.- ¿Y la burbuja inmobiliaria no tuvo nada que ver?

R.- España construía más viviendas que Francia, Alemania e Inglaterra juntas, pero eso tiene una explicación perfectamente razonable. ¿Por qué en Alicante se edifica más que en Zaragoza? Porque los escandinavos y los británicos quieren jubilarse allí. Lo mismo ocurre en Málaga o en Altea. Por el contrario, muy pocos consideran retirarse en Copenhague o en Oslo. Nuestro clima hace que los mercados inmobiliarios de las zonas costeras sean también diferentes. Están dimensionados no solo para los nacionales, sino para todos los europeos.

P.- El clima es uno de nuestros grandes activos.

P.- Y no es el único. Los españoles somos privilegiados por muchas razones. Compartimos la lengua con 500 millones de personas. El castellano es ya el segundo idioma en Estados Unidos, lo hablan allí más personas que aquí. De hecho, somo el cuarto país por número de hispanoparlantes, después de México, Colombia y Estados Unidos. Y pronto podríamos vernos superados por Argentina… En España también disponemos de fuentes de energía propias, inagotables y económicas, que van a representar una ventaja significativa en el futuro inmediato.

El problema es que no siempre hemos sabido sacar provecho a esas ventajas, sobre todo durante la Transición, cuando en Europa nos exigieron una fuerte desindustrialización para entrar en la Comunidad Económica. Desmantelamos el sector naval y cedimos la propiedad del automovilístico y, en actividades en las que éramos una potencia regional, como el agrícola, tuvimos que esperar entre 10 y 16 años para beneficiarnos de la liberalización completa.

O sea, que tú puedes tener una situación estratégica ventajosa y contar con las industrias más potentes, pero si estos ases se los das para que los juegue a una panda de desgarramantas, acabas arruinado.

«La turismofobia ataca uno de nuestros vectores de crecimiento. También arremetemos contra las macrogranjas siendo líderes mundiales de porcino»

P.- Antes me has explicado muy bien lo de Merkel y Rajoy, pero no me has dado tu opinión de Zapatero.

R.- El detonante de la crisis fue una supervisión deficiente. El Banco de España tenía que haber llamado a capítulo a las cajas, decirles que no podían endeudarse a dos años para prestar a 30. Le habrían contestado seguramente: “Es que entonces no vamos a ganar tanto dinero”, y tenía que haberles dicho: “Pues no ganes tanto”, pero se puso de perfil. El problema fue ese y le explotó a Zapatero como podía haberle explotado a cualquier otro. Ciertamente, Zapatero la lio parda, pero no con la economía, sino con cuestiones más ideológicas y culturales, como todo lo woke.

«La raíz de la Gran Recesión fue que las cajas se endeudaban a dos años y prestaban a 30. Ese descalce se volvió crítico cuando los alemanes quebraron y nos reclamaron el dinero…»

P.- Los pantanos están ahora llenos, pero a la vuelta de unos años volveremos a hablar de la pertinaz sequía. Tú sostienes, sin embargo, que en la península sobra agua.

R.- En España caen 630 milímetros por metro cuadrado al año. Después de Francia, somos el país europeo donde más llueve. Si tenemos en cuenta además que, de nuestros 50 millones de hectáreas de extensión, solo 17 millones son cultivables, porque el resto es terreno montañoso, resulta que, por habitante y superficie útil, disponemos de más agua que cualquiera de las otras tres grandes naciones del continente [Francia, Alemania e Italia]. Encima, tuvimos la suerte de que alguien se preocupó de crear una capacidad de almacenamiento de 56.000 hectómetros cúbicos.

P.- ¿Alguien? ¿Quién? ¿Franco? Las grandes obras hidráulicas empezaron a finales del XIX, con los regeneracionistas, ¿no?

R.- Hasta 1939 España no llegaba a 4.000 hectómetros cúbicos de agua embalsada, incluyendo presas históricas como las romanas de Proserpina y Cornalvo, que tienen 2.000 años y siguen funcionando en Extremadura. En los siguientes 40 años se alcanzaron los 50.000 hectómetros. Y déjame darte otro dato significativo: en 1935, España tenía la esperanza de vida más baja de Europa y, en 1975, se había encaramado a las primeras posiciones, junto a Suiza y Suecia. Eso no se mide en francos ni en euros, pero está ahí.

«…Hicimos entonces la mayor tontería del mundo: pedir un rescate para pagarles, con lo que la deuda que tenían los alemanes pasamos a tenerla nosotros»

P.- Se nos ha ido el tiempo, Luis. Necesitaríamos por lo menos otras dos horas, dada tu afición a los asuntos históricos.

R.- Es mi forma de olvidarme de Villarejo y de todo lo que me hicieron… Aunque te diré que su procesamiento podría aprovecharse para llevar a cabo una catarsis brutal. La fiscalía podría negociar con él una reducción de condena a cambio de que revelara todo lo que sabe y limpiar de corruptos el sistema.

P.- Eso sería una cura de caballo y me temo que a este país no le gustan las curas de caballo.

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