The Objective
La otra cara del dinero

Anda que no estábamos avisados

¿Cuáles son las probabilidades de que al mismo presidente le toquen la covid, Filomena, la dana y una tormenta solar?

Anda que no estábamos avisados

Los bomberos realizaron miles de salidas para prestar todo tipo de servicios: desde el rescate de gente atrapada en ascensores a la bajada de cierres, para evitar saqueos. | Lorenzo Carnero (Zuma Press)

Anda que no estábamos avisados, pero cuando la pantalla del ordenador se funde a negro lo primero que hago es revisar el automático. Subo y bajo todas las palancas sin que se obre ningún prodigio y me asomo al rellano, donde una voz me chilla desde el piso de abajo: «¿Se os ha ido la luz a vosotros también? Parece que es general».

Y tanto que general: España, Portugal, Andorra y parte de Francia.

Todas mis radios y televisiones son inteligentes y han caído inmediatamente. El único que resiste es un pequeño transistor analógico, pero su batería es recargable y le queda una barrita. Me da tiempo a escuchar a Carlos Herrera meterse con las placas de inducción y a otro comentarista decir que los bomberos llevan no sé cuántas salidas. Luego se apaga.

Se me ocurre que en el bazar de la esquina igual tienen radios de pilas y reúno todo el dinero físico que encuentro en casa: dos billetes de cinco euros y las monedas que llevo en el coche para los limpiacristales de los semáforos. En el pequeño comercio media docena de clientes hacen acopio de velas y, cuando pregunto por el transistor, el dueño me dice:

—Ya se han acabado, jijijí.

El innecesario jijijí me hiere en lo más hondo de mi amor propio y, ante el temor a sufrir una nueva humillación, dejo de preguntar en otras tiendas. Me limito a pasear por el barrio, para pulsar el ambiente, y lo encuentro mayormente festivo. Madrid no está inquieto. Las terrazas rebosan de gente que hace chistes. La mañana es primaveral y una vecina me comenta que Putin ha tenido al menos la consideración de cortarnos la luz con buen tiempo.

Porque nadie duda de que es cosa de Putin. ¿O no?

Tres hipótesis

Después de comer me paso por THE OBJECTIVE. La redacción se ha trasladado a una pequeña sala del hotel Wellington, donde hay internet por satélite. Mis compañeros me explican que las hipótesis que se barajan son (1) un pulso electromagnético provocado por una tormenta solar, (2) un ciberataque y (3) un fallo técnico.

Lo primero no es imposible, pero ¿cuáles son las probabilidades de que a Pedro Sánchez le toquen la pandemia, Filomena, la dana y, ahora, una tormenta solar?

Más plausible se antoja el ciberataque y en esos momentos fuentes del CNI se inclinan claramente por ello, aunque seis horas después del apagón nadie del Gobierno ha hecho acto de presencia y no existe una versión oficial. Flotan en el aire muchas preguntas, la más relevante de las cuales es: ¿por qué nosotros?

Vulnerabilidad

Formo parte del consejo editorial de una revista digital que intenta sensibilizar a la sociedad española sobre sus vulnerabilidades cibernéticas. La promotora de la publicación cobró plena conciencia de ellas un día que le llamó la tutora de su hijo preadolescente y le espetó con retintín:

—Vaya, al fin la pillo en casa.

—¿Perdone? —respondió ella algo ofendida—. No entiendo su comentario…

—Es que cada vez que le he pedido una cita, me ha contestado que esa semana no podía, porque iba a estar fuera de Madrid. Y la verdad, me sorprende mucho su actitud, porque lo lógico es que la madre de un chico que va tan mal encuentre como sea un hueco para hablar con el colegio.

—¿Un chico que va tan mal? Si no trae más que sobresalientes y notables…

—¿Sobresalientes y notables? ¡Lo ha suspendido todo!

Así se enteraron ambas de que el niño había descifrado la contraseña de su tutora, falsificado sus notas e interceptado la correspondencia con su madre. Me imagino que Red Eléctrica dispone de cortafuegos más sofisticadas que un instituto, pero basta una brecha mínima y los piratas (rusos, norcoreanos o de donde sean) disponen de recursos y paciencia para dar con ella.

Extravío antiliberal

En la última de sus dos tardías comparecencias, Pedro Sánchez explica que «15 gigavatios de generación se han perdido súbitamente del sistema» y que «se están analizando todas las causas potenciales, sin descartar ninguna hipótesis», pero cada vez gana más peso el fallo técnico

—Los atentados suelen reivindicarse —argumenta en Onda Cero un tertuliano de derechas.

—Si hubiera sido un ataque —apunto otro experto—, ¿cuánto habría tardado el presidente en decir: “Veis como había que aumentar el gasto en defensa”?»

Que se pierdan 15 gigavatios como si fueran las llaves del coche parece una negligencia excesiva, pero tiene su justificación. «Para mantener la estabilidad del sistema eléctrico —escribe Paula María en El Mundo—, la oferta debe encajar con la demanda las 24 horas del días, los 365 días del año». Este equilibrio es más fácil de mantener con centrales convencionales, que despachan la luz a voluntad. Pero en España han ido adquiriendo un protagonismo creciente el sol y el viento, cuya intermitencia provoca bruscas subidas y bajadas.

—El mix actual ha llevado la red al límite —me dice el experto— y cuando te mueves al borde del abismo, corres el riesgo de despeñarte con el menor empujoncito.

La conclusión que saco yo es que habría que reconsiderar la combinación de las distintas fuentes, pero Sánchez ya ha adelantado cuál va a ser su relato: «Vamos a exigir las responsabilidades pertinentes a los operadores privados». O sea, más extravío antiliberal, como el que guía sus políticas en vivienda, trabajo o impuestos.

Solo los paranoides sobreviven

—Ante una emergencia así —me pregunta mi mujer— ¿qué plan había previsto?

—Bajar a por velas al bazar de la esquina —le digo.

La inoperancia del Estado no deja otra opción que la autodefensa civil. Mi hijo lleva en el maletero de su Dacia un kit de supervivencia: bombona de agua, latas, hornillo de gas, saco de dormir, manta térmica, linterna de dinamo, radio solar… ¡Cómo nos hemos burlado de él estos últimos años! Ahora podría replicar, como Andy Grove: «Solo los paranoides sobreviven», pero no lo hace por dos razones: porque es muy buena persona y porque el coche está atrapado en el garaje, tras un portón eléctrico.

Anda que no estábamos avisados.

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