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Economía

Así puede un emprendedor esquivar los caramelos envenenados del 'venture capital'

Siempre de moda, las rondas de inversión encierran múltiples riesgos para las ‘startups’ si no se atan bien los cabos

Así puede un emprendedor esquivar los caramelos envenenados del ‘venture capital’

Un empresario con un maletín. | Pixabay

Inversor (Lanai Partners) y emprendedor (VIKO), Rubén Ferreiro recordaba en estas páginas el peligro que encierra la obsesión por levantar capital. La ronda se ha convertido en un fin en sí mismo y hace olvidar al empresario tecnológico el verdadero objetivo, que es la captación de clientes. Otro referente del ecosistema, Bernardo Quintero, directivo de Google afincado en Málaga, recuerda siempre su consejo principal: “Si puedes montar tu compañía sin recurrir al venture capital, hazlo”. 

Bajo estas advertencias se esconden los riesgos que se asumen al dar entrada en el proyecto a una gestora de fondos. Por una parte, el nivel de exigencia (la presión ambiental) se multiplica. A la miríada de Excels del equipo que compone la startup se sumará el control exhaustivo de los analistas designados por cada fondo. Hay que revisar la marcha de la compañía, alcanzar los KPIs y demostrar cada semana (cada día) que el dinero de los demás se colocó en la cesta adecuada. Que las gestoras sepan que juegan al nueve-uno o al ocho-dos (fracasos y éxitos respectivamente, compensando los exits de los segundos las pérdidas de los primeros) no significa que vayan a actuar con blandura. 

Por otro lado, siempre existe el peligro de diluir demasiado el capital de la startup. Un fundador capaz de retener el grueso de las acciones es un fundador que conservará su autonomía a la hora de tomar decisiones estratégicas. Valgan como referencia los casos de Albert Soriano (Sesame HR) y Fran Villalba (Internxt), ambos procedentes de la pujante Valencia, claramente el tercer polo innovador de España tras Madrid y Barcelona. 

Precauciones

En un artículo publicado la semana pasada, Enrique Linares, cofundador de Plus Partners y Letgo, deslizaba una serie de pistas para tratar de ayudar al emprendedor en la difícil tarea de discernir al buen fondo del fondo malo. Separar el trigo de la paja requiere un esfuerzo importante, ya que la narrativa suele ser la misma en todos los casos. Oficialmente, una gestora está para ayudar, dispone de expertos que han pasado por el emprendimiento y conocen las necesidades de una startup, valora al equipo por encima de las métricas y comprende los verticales donde invierte. 

Linares lanza varios consejos: no diluirse nunca más de un 20% en una ronda pre-semilla o semilla; esquivar la obligación de hacer cofundador a un inversor; eludir el hito de constituir un consejo de administración (en fase semilla). A la vez, rompe una lanza en favor de las retribuciones razonables para esos founders que se mueven al filo de la navaja: “Emprender es duro y muy estresante, y no tiene sentido incrementar ese estrés percibiendo un salario muy bajo”. Y sugiere, por último, apartar un 5% de las acciones de la compañía para incentivar a los trabajadores mediante stock options

Una vía alternativa

La inversión de impacto tal vez suponga un factor diferencial en el mundillo del capital riesgo, pero estrecha el círculo, ya que el proyecto financiado debe tener una clara vocación social o medioambiental. Formulada por figuras internacionales como Ronald Cohen, la teoría habla de un desplazamiento paulatino de las gestoras desde el enfoque generalista hacia la incorporación del impacto como una métrica clave más, siempre presente y siempre esencial, de modo que donde ahora hay fondos con vehículos enfocados específicamente a la sostenibilidad haya en el futuro vehículos sin la necesidad de incorporar esta distinción, pues toda empresa financiada portará esa etiqueta eco-social. En este caso, al emprendedor le quedará el consuelo de esa capa adicional de altruismo fusionada al fin con los números. 

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