Javier Santacruz: «Muchos de los ajustes que Milei ha hecho en Argentina los veremos aquí»
«La bonanza no va a durar eternamente y el día en que dejen de venir 100 millones de turistas, vamos a tener un problema»
Si consultan en LinkedIn el perfil de Javier Santacruz (Madrid, 1990), verán que lo que tiene puesto debajo de su foto es: «Economista, analista financiero y granjero». Porque además de enseñar en la universidad y de ejercer la consultoría, además de pronunciar conferencias y de escribir artículos, además de opinar en todas las televisiones y en todas las radios, Javier aún saca tiempo para ayudar los fines de semana en la bodega familiar.
Para mí tengo que seguramente se pueda ser mejor economista que Javier, pero dudo mucho de que se pueda ser mejor hijo. Cuando en Expofinancial le concedieron en 2021 el premio al economista del año, se lo dedicó a sus padres y argumentó con muy buen criterio que una profesión se puede estudiar en la facultad y en los libros, pero que las cosas que te enseñan en casa no las vas a aprender luego en ningún lado.
Para corroborarlo, me he tomado la molestia de buscar en internet una antología de frases de madre y, después de releerlas, he acabado preguntándome si no será el problema de España que a algunos de nuestros gobernantes, presentes y pasados, nunca se las dijeron en casa.
Por ejemplo, una muy típica es: «¿Tú te crees que el dinero crece en los árboles?». Esta pregunta debería estar grabada en mármol a la entrada del Ministerio de Hacienda, porque es obvio que muchos de sus titulares la ignoran, y no voy a dar nombres para no cometer la injusticia de un olvido.
Otra frase de madre que Pedro Sánchez se conoce que no debió de oír mucho es: «¿Para qué me preguntas, si luego vas a hacer lo que te dé la gana?».
La tercera frase es para el fiscal general y sus mensajes de WhatsApp: «¿A que voy yo y los encuentro?»
Finalmente tengo una que parece pensada para los responsables ferroviarios de este país: «Es que, hijo, lo barato a la larga sale caro».
Más o menos así titulaba Santacruz hace un año un artículo sobre las incidencias que se estaban produciendo en el transporte por tren y que culminaron en el colapso del pasado 5 de mayo, con más de 10.000 personas afectadas, y por ahí comienza esta entrevista, de la que sigue una versión extractada y editada y que puede contemplarse íntegra en la web de THE OBJECTIVE.
Pregunta.- Semejante acumulación de averías no puede ser casual…
Respuesta.- En absoluto. Las cosas se deterioran cuando se dejan abandonadas durante mucho tiempo, y en España no hemos asistido solo a una paralización de la inversión pública en términos brutos [en 2024 se mantenía «todavía ligeramente por debajo» de los niveles prepandemia, según la Fundación BBVA], sino a una caída de la inversión neta, es decir, la que queda una vez que descuentas de la inversión total o bruta la destinada a cubrir la depreciación derivada del uso y la obsolescencia tecnológica. [Cuando la inversión neta es negativa, como es el caso de España, el stock de capital disminuye, tanto en infraestructuras como en educación, sanidad, etcétera]. El resultado de esta negligencia tenía por fuerza que acabar manifestándose en la calidad de las prestaciones.
«El gasto público no ha parado de crecer en los últimos años. Es verdad que ha sido uno de los motores de la economía, pero es pan para hoy y hambre para mañana»
P.- También se han multiplicado las incidencias en el transporte de cercanías, que gestionan las autonomías.
R.- Se trata de servicios que funcionaron razonablemente durante décadas, pero, claro, si el presupuesto se lo come el gasto corriente [el reservado a bienes y servicios consumidos a lo largo del año y que no incrementa el patrimonio, como salarios, pago de intereses, bienes fungibles, etcétera], el resultado es el espectáculo al que asistimos ahora, y al que me temo que seguiremos asistiendo en los próximos años como nadie le ponga remedio.
P.- Prosiguiendo con el dilatado capítulo de infortunios de este Gobierno, entremos en el apagón del pasado 28 de abril.
R.- Hace unas semanas organizamos un evento donde lo analizamos, y es fácil diluir la responsabilidad en una pluralidad de factores. De hecho, esa será probablemente la versión oficial. [En efecto, poco después de esta entrevista, Sara Aagesen, la ministra para la Transición Ecológica, presentaba un informe que repartía salomónicamente las culpas entre Redeia, el gestor del sistema, y las compañías eléctricas].
Pero hay dos hechos innegables que cualquier experto del sector con cierta trayectoria te señalará. El primero es que hemos introducido masivamente renovables, unas energías que no se activan y desactivan apretando un interruptor y son, por tanto, más complicadas de gestionar. En principio, eso tampoco debería ser un obstáculo insalvable. Basta con disponer de grupos de respaldo. Por desgracia, y ese es el segundo hecho, el 28 de abril no se programaron en cantidad suficiente. La combinación de estas dos circunstancias provocó el colapso.
«Estamos alimentando una maquinaria cada vez más pesada, cuya deuda aumenta a razón de 50.000 millones cada año. Esos son impuestos que habrá que pagar un día»
P.- ¿Hemos ido demasiado deprisa con la energía verde?
R.- Sin duda, y no seré yo quien lo cuestione, porque he dedicado parte de mi carrera al mundo de las renovables. Escuchando a los políticos de uno y otro signo, da la impresión de que hay energías buenas y malas, y no es cierto. Lo que sí lo es que las hay más y menos gestionables y, a medida que íbamos instalando placas y molinos, teníamos que haber habilitado almacenamiento. La solución más factible son las hidroeléctricas reversibles. Estas centrales cuentan con dos embalses situados a diferente altura. Cuando sobra generación, se utiliza ese excedente para bombear agua desde el embalse inferior al superior, donde queda lista para liberarse cuando hace falta.
Todo esto trasciende la pura ideología, es ciencia, pero el sectarismo se ha adueñado del debate energético y hay quien considera que las leyes de la física se pueden ignorar en el nombre de determinados ideales.
«La Seguridad Social dejó de ser sostenible hace muchos años. Vive enchufada al respirador del Tesoro Público»
P.- En el mismo artículo donde criticabas la política energética de Teresa Ribera, decías que en España se hace «poco análisis contrafactual», pero me parece una conclusión muy optimista. En España no se hace análisis de ningún tipo, ni contrafactual ni del otro.
R.- Hace ya algunos años [en 2006] y siendo presidente José Luis Rodríguez Zapatero, se puso en marcha una agencia de evaluación de las políticas públicas…

P.- La AEVAL [Agencia Estatal de Evaluación de las Políticas Públicas y la Calidad de los Servicios], creo que se llamaba.
R.- Algo así. En aquella época yo todavía estaba estudiando y recuerdo que en clase comentamos que era la manera de llevar un control efectivo no ya del gasto público, sino de todas las iniciativas que pusiera en marcha la Administración. Desgraciadamente, aquello se fue diluyendo y quedó en nada.
«No veo a ningún gobernante, de derechas o de izquierdas, bajando las pensiones. Lo que sí veremos es cómo se saca dinero de otras partidas»
P.- Empezó con mucho entusiasmo, pero a partir de 2012 restringió mucho su actividad. [El grueso de las evaluaciones se concentró entre 2007 y 2011. Tras la victoria de Mariano Rajoy, el Consejo de Ministros fue encargando cada vez menos proyectos a la agencia, hasta que en 2017 se cerró].
R.- Ahora ha asumido su papel la AIReF [la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal]. Confiemos en que no siga los pasos de la AEVAL, porque debería formar parte de la rutina de cualquier Administración preguntarse qué habría pasado si no hubiéramos hecho esto y hubiéramos hecho lo otro. Aunque pueda parecer un ejercicio especulativo, visibiliza las alternativas disponibles.
En España, sin embargo, nos conformamos con que nos vaya mejor que a la media europea. Ahora mismo sacamos pecho porque en los últimos dos o tres años hemos tenido una economía extraordinariamente dinámica, pero ¿estamos seguros de que vamos por el camino adecuado y de que no nos iría mejor por otro? Esa pregunta, tristemente, nadie se la hace.
«En España nos conformamos con que nos vaya mejor que a la media europea. Ahora sacamos pecho porque crecemos mucho, pero ¿vamos por el camino adecuado?»
P.- El sectarismo ideológico que está detrás del apagón ha sido también una de las causas no inmediatas, pero sí mediatas de la catástrofe de la DANA. Los cauces, caminos y barrancos estaban plagados de lo que algunos ecologistas llaman biodiversidad, pero que no son sino elementos que obstruyen el flujo del agua.
R.- En España, la gestión del medio ambiente se ha dejado en manos de extremistas que son incapaces de interpretar las evidencias que les muestran los científicos. Una de esas evidencias es que hay que intervenir en la configuración del entorno. Obviamente, no se trata de repetir las barbaridades que se hicieron hace 40 o 50 años en las costas, playas y montes. Todas esas prácticas forman parte del pasado y han sido por fortuna abolidas. Pero no podemos caer en el extremo opuesto y pensar que cuanto más libre dejes a la naturaleza, mejor. Eso es un error de dimensiones colosales.
P.- ¿Por qué?
R.- Porque la naturaleza es impredecible. Hay animales y vegetales cuyo comportamiento entienden los biólogos y los botánicos y que responden a ciertos patrones temporales y espaciales. Pero la inmensa mayoría de los seres se despliegan descontroladamente y a costa del ser humano, y estamos obligados a regular ese caos.
Piensa en la recuperación del lince que se llevó a cabo hace décadas. Se hizo de acuerdo con criterios económicos, circunscribiéndose a aquellas zonas donde no había peligro ni para el ser humano ni para los distintos usos del territorio: agricultura, ganadería, turismo, etcétera. Es un caso que se estudia tanto a nivel nacional como internacional.
Ahora bien, cuando apartas a los expertos y los sustituyes por personas convencidas de que el cambio climático es algo reciente y que podemos evitarlo inhibiendo la acción humana, el resultado no es un entorno amable, verde y bucólico, lleno de animalitos que retozan aquí y allá, sino una realidad anárquica y en ocasiones muy hostil.
«Llevamos años de parálisis de la inversión, y el resultado tenía que acabar manifestándose en las infraestructuras»
P.- Me imagino que tienes en mente lo que ha ocurrido con el lobo.
R.- Es un animal extraordinario y perfectamente digno de conservarse, pero su reintroducción no puede hacerse aisladamente, sino como parte de una cadena trófica que incluya a las presas de las que es depredador. De lo contrario, corres el riesgo de que acabe sustentándose en la actividad ganadera. Eso es, de hecho, lo que ha sucedido durante años y, para que veas cómo son las cosas, la prohibición de cazar lobos solo se ha levantado después de que uno de ellos cometiera la imprudencia de comerse el poni de la presidenta [de la Comisión Europea, Ursula] von der Leyen.
«Es fácil diluir la responsabilidad del apagón en una pluralidad de factores, pero hay dos hechos innegables: la introducción masiva de renovables y la falta de sistemas de respaldo»
P.- Una de las víctimas de esta dictadura medioambiental es la superficie urbanizable. España tiene una densidad de población muy baja y, sin embargo, falta suelo para construir.
R.- Desde el punto de vista urbanístico, somos bastante torpes, porque no solo impedimos que se levanten casas allí donde tendría todo el sentido impedirlo, como las zonas protegidas o las rústicas, sino en sitios donde jamás se va a hacer absolutamente nada. Prohibimos por prohibir. Tenemos una parte importantísima del territorio desocupada sin que ello suponga mejora medioambiental alguna, todo lo contrario. Como hemos visto que pasó con la riada Valencia, si dejas que especies invasoras de caña obstruyan los cauces, forman una maraña que embalsa litros y litros de agua. Cuando esa estructura finalmente cede, lo hace en forma de una ola catastrófica.
De todos modos, la falta de superficie urbanizable no es culpa exclusiva de los ecologistas radicales. La regulación del suelo es, no lo olvidemos, una competencia de las administraciones locales. Los alcaldes y los concejales no van a renunciar fácilmente a la capacidad de decidir con un rotulador lo que entra y lo que no entra en los planes de ordenación del territorio, porque es una de sus fuentes de poder y financiación.
Lo lógico sería que los españoles estableciéramos cuáles son exactamente los santuarios naturales. Ahora mismo, entre los LIC [lugares de importancia comunitaria], las ZEC [zonas de especial conservación], las ZEPA [zonas de especial protección de aves] y demás, ocupan un tercio de la superficie de la península. Quedan, por tanto, dos tercios en los que, si de verdad existiera voluntad, se podría desplegar un programa de vivienda sostenible y razonable.
«No hay energías buenas y energías malas, pero sí más y menos gestionables. A medida que instalábamos placas, teníamos que haber habilitado sistemas de almacenamiento»
P.- Se suponía que con la llegada de internet íbamos a trabajar donde quisiéramos, pero seguimos hacinándonos en grandes ciudades: Nueva York, Londres, París, Madrid…
P.- Vivimos en un mundo cada vez más líquido, si me permites la expresión, en el que nos desplazamos continuamente. Nuestra carrera profesional no se desarrolla en un único lugar, la localización física ha perdido relevancia. Pero para que la movilidad sea completa no basta con que se pueda trabajar desde cualquier sitio. También hace falta que ese sitio ofrezca los servicios adecuados [sanitarios, educativos, de ocio]. De lo contrario, seguiremos amontonándonos en esas ciudades que mencionas.
«El sectarismo se ha adueñado del debate energético y hay quien considera que las leyes de la física se pueden ignorar en el nombre de determinados ideales»
P.- Tú naciste en 1990, eres un milenial, y he leído en Internet que, según los sociólogos, sois narcisistas y un poco lloricas. ¿Vais a ser de verdad la primera generación que viva peor que sus padres desde la Segunda Guerra Mundial?
R.- No. Ni nuestra generación ni las siguientes viven peor que sus padres. Basta con ver la evolución del PIB per cápita, que sigue subiendo en términos reales [descontada la inflación].

P.- Fedea [la Fundación de Estudios de Economía Aplicada] denunciaba hace poco que los salarios de acceso al primer empleo siguen al nivel de hace 20 años.
R.- El dato que mejor describe la realidad de España es que nuestra renta media está un poco por encima del 90% de la europea, que es el punto en el que estábamos cuando en 1999 se lanzó el euro. No hemos avanzado nada.
«La gestión del medio ambiente se ha dejado en manos de extremistas que se niegan a intervenir en la configuración del entorno, y eso es un error colosal»
P.- Tenemos un problema de productividad…
R.- Absolutamente y, para corregirlo, necesitamos llevar a cabo tres grandes reformas. La primera, y quizá la más difícil, es la educación. Nuestro sistema de enseñanza ha empeorado, especialmente el público, y eso ha roto el ascensor social. Sé bien de qué hablo, porque yo he sido uno de los beneficiarios de ese ascensor social. Si no hubiera sido por la educación pública y las facilidades del estado de bienestar, yo no me encontraría aquí, hablando de economía, sino trabajando en el campo.
La segunda reforma es la del mercado de trabajo, que hemos ido cargando de piedras en los últimos años. Los biempensantes creen que basta con subir el salario mínimo por ley para que automáticamente se produzca una mejora del nivel de vida, pero solo afecta a una porción mínima de los empleados, y ni siquiera, porque hemos visto que se lo come el IRPF. En cuanto al resto, el aumento de costes dificulta su contratación o lo condena a la economía informal.
Finalmente, la tercera reforma es la tributaria. Un país que castiga el trabajo [con unas cotizaciones elevadas] y premia el consumo [con un IVA relativamente bajo] tiene un problema muy serio. Habría que darle la vuelta como a un calcetín, bajar las cotizaciones y subir el IVA.
«La recuperación del lince se hizo con criterios económicos, circunscribiéndose a aquellas zonas donde no había peligro ni para el ser humano ni su actividad»
P.- Ningún Gobierno ha dispuesto de tanto dinero como el actual y, sin embargo, seguimos cerrando ejercicio tras ejercicio con déficit.
R.- Nuestro superávit primario [descontados los intereses de la deuda] debería estar por encima del 3% del PIB. Sin embargo, con suerte acabaremos 2025 unas décimas por encima del 0%. Es un drama… El gasto público no ha parado de crecer en los últimos años. Es verdad que ha sido uno de los motores de la economía, pero es pan para hoy y hambre para mañana. Para garantizar el crecimiento futuro, habría que consumir menos e invertir más. Estamos alimentando una maquinaria cada vez más pesada, cuya deuda aumenta a razón de 50.000 o 60.000 millones netos cada año. Esos son impuestos que habrá que pagar un día.
«La prohibición de cazar lobos solo se ha levantado después de que uno de ellos cometiera la imprudencia comerse el poni de Von der Leyen»
P.- Una de las partidas presupuestarias que más ha crecido son las pensiones.
R.- La Seguridad Social dejó de ser sostenible hace muchos años. Teníamos la esperanza de que lo fuera con las reformas de 2009, 2011 y 2013, pero el último presupuesto de Rajoy recuperó la revalorización por el IPC y fue el clavo que remachó el ataúd. Desde 2017, la deuda del sistema ha pasado de 16.000 millones a más de 100.000 millones, y aun así necesita una transfusión anual de más de 30.000 millones para equilibrar las cuentas. La Seguridad Social vive enchufada al respirador del Tesoro Público.
P.- ¿Corren peligro las pensiones?
No veo a ningún gobernante, de derechas o de izquierdas, anunciando una rebaja de las prestaciones a los jubilados. Lo que sí veremos es cómo se saca dinero de otras partidas.
«Desde el punto de vista urbanístico somos torpes, porque no solo impedimos que se levanten casas allí donde tiene sentido impedirlo, sino en sitios donde no se va a hacer nada»
P.- No puedo dejarte marchar sin preguntarte por Donald Trump. ¿Te ha sorprendido la virulencia de sus primeras medidas comerciales?
R.- Sí que me ha sorprendido. El Día de la Liberación [en el que anunció sus aranceles recíprocos] fue absolutamente demencial. Y lo más duro no son las consecuencias económicas, sino el daño a la credibilidad de Occidente como sistema de vida y de organización social.
P.- ¿A qué atribuyes su furor proteccionista?
R.- Mi impresión es que todo responde a una estrategia negociadora. Hizo algo similar durante su primer mandato, aunque entonces solo afectó a China y se sustanció en un acuerdo comercial del que, por cierto, prácticamente nada entró en vigor. Veremos cómo evoluciona… Si Trump quiere conservar la mayoría en la Cámara de Representantes y el Senado, tendrá que cambiar. Pero incluso así, la reputación de Estados Unidos como socio fiable se ha echado a perder.
«Veremos cómo evoluciona Trump, pero incluso aunque rectifique, la reputación de Estados Unidos como socio fiable se ha echado a perder»
P.- ¿Y qué opinas de Javier Milei? ¿Sacará adelante Argentina?
R.- Tengo grandes esperanzas. Milei es rimbombante, es raro y excéntrico, como lo es a menudo la propia Argentina, pero sabe de teoría económica. Conoce bien la inflación y cómo combatirla. Es también consciente de la importancia de la calidad institucional y ha acometido la consolidación presupuestaria por donde el profesor Alberto Alesina decía siempre que empezaban los ajustes exitosos: por el recorte del gasto, no por una subida de impuestos (aunque los ha subido un poco, pero no de manera relevante). Muchas de las cosas que estamos viendo al otro lado del charco no tardaremos en verlas en España. Si queremos crecer sobre bases sanas, vamos a necesitar un ejercicio de estabilización similar, porque la bonanza no va a durar eternamente y el día en que dejen de venir 100 millones de turistas, vamos a tener un problema.