The Objective
El podcast de El Liberal

Daniel Lacalle: «La UE es una maravilla, pero no hay que asentir a las salvajadas de Bruselas»

«Nos hemos acostumbrado a la autocensura: hay gigantescos desincentivos a discrepar», asegura el economista liberal

Daniel Lacalle (Madrid, 1967) es un repetidor, pero entiéndanme bien, un repetidor en el sentido de que ya ha pasado por este pódcast. Fue uno de los primeros, y no por casualidad, sino porque me parecía a mí que tenía un discurso muy liberal y, sobre todo, muy pegado al terreno. Daniel no solo es un creyente en la familia, la propiedad privada y el mercado, sino un firme practicante. Estuvo 10 años en Repsol, ocupó a continuación la dirección de relaciones con los inversores de Enagás y, hacia 2003, decidió saltar al mundo financiero en grandes fondos como Citadel, Ecofin, PIMCO y Tressis.

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Daniel es, además, un prolífico columnista y un activo youtuber y todavía saca tiempo para escribir libros. El último se titula El nuevo orden económico mundial y en él denuncia que estamos a punto de pasar del estado de bienestar al Estado depredador.

¿En qué consiste eso del Estado depredador?

Pues muy sencillo. Empieza con Gobiernos que «prometen cosas mágicas e imposibles», que la ciudadanía acepta encantada, pero que requieren una cesión de control y así, poco a poco y sin quererlo, termina uno sometido a la tiranía digital. El Estado deja de servir a familias y empresas para convertirlas en sus rehenes.

Me dirán que es un exagerado, pero El nuevo orden económico mundial me ha recordado la reflexión que inspiró a Aldous Huxley la lectura de 1984, la novela de George Orwell. En una carta de octubre de 1949, Huxley exponía a Orwell sus dudas de que «la revolución definitiva» pudiera ser algo tan burdo como «la política de la-bota-en-la-cara» que 1984 describe. Argumentaba que los gobernantes no tardarían en descubrir que los condicionamientos «son más eficaces […] que las porras y las cárceles» y que la clave de una autocracia duradera no radicaba en patear y flagelar a la gente, sino en enseñarle a «amar su propia servidumbre».

Esa es la distopía que Huxley había retratado unos años antes en Un mundo feliz: una sociedad cuyos miembros renunciaban a la libertad no por temor a la represión, sino voluntariamente, para tener acceso a la euforia que les procuraba una droga llamada soma.

Suena poco verosímil, pero pensemos en China. Igual que en Estados Unidos los bancos te asignan una puntuación a partir de tu historial de pagos y, en función de ella, te conceden una hipoteca prime o subprime, en China existe un «crédito social» que no depende solo de la diligencia con que liquidas tus deudas, sino de tu comportamiento cívico, de tus actividades de voluntariado, de tu educación, etcétera. A partir de esta información, los algoritmos de las diferentes plataformas te asignan una nota y, si esta cae por debajo de determinado nivel, te encuentras con que no puedes comprar ciertos artículos, ni alojarte en los mejores hoteles, ni viajar en alta velocidad.

Por supuesto, si pagas tus facturas, rehúyes las malas compañías y no difundes «rumores falsos», la clasificación mejora. Y cuando eso sucede, el cerebro libera las correspondientes endorfinas y se experimenta una grata sensación, parecida a la que debía de obrar el soma en los personajes de Un mundo feliz.

Esta estrategia de sometimiento gradual y benévolo, en el que el ciudadano aprende a «amar su propia servidumbre», es un poco la que Daniel denuncia en El nuevo orden económico mundial, y por ahí empieza esta conversación, que puede contemplarse íntegra en la web de THE OBJECTIVE y de la que sigue una versión extractada y editada.

PREGUNTA- ¿Cómo se cae en la trampa del Estado depredador?

RESPUESTA. El cebo siempre es la seguridad, vender a los ciudadanos que les van a ahorrar cualquier preocupación y, sobre todo, cualquier responsabilidad. Se le dice a la gente: «No vas a tener nada propio, pero vas a ser feliz. Te vamos a despojar de tu libertad económica, pero a cambio te garantizamos que tampoco serás responsable». Es una apelación a la comodidad de la esclavitud.

«El Estado depredador dice a la gente: “Te vamos a despojar de tu libertad, pero a cambio tampoco serás responsable”. Es una apelación a la comodidad de la esclavitud»

P.- ¿Qué instrumentos se utilizan?

R.- Los vemos cada día. Primero, la autocensura. A cualquiera que nos esté leyendo yo le pido que reflexione sobre sus últimos siete días. ¿En algún momento ha pensado: «Mejor no voy a decir esto o aquello, no vaya a ser que tenga implicaciones personales o profesionales»? Tú y yo hemos vivido bastantes décadas y hemos conocido épocas en las que esa no era la norma. Ahora nos hemos acostumbrado a la autocensura. No existen normas que restrinjan explícitamente la libertad de expresión, pero sí gigantescos desincentivos a discrepar del pensamiento único y que inducen en quien no lo comparte la sensación de que es un paria que debe estar equivocado. Si lo único que escuchas cada día, como en Un mundo feliz o en Fahrenheit 451, es que disfrutamos de una maravillosa red de protección social y que vivimos en el mejor de los regímenes, aunque en tu fuero interno sientas que no es así, te callas y miras hacia abajo.

P.- Es la famosa espiral del silencio [de la politóloga Elisabeth Noelle-Neumann].

R.- Se procede por inundación. Fíjate: los escándalos que históricamente eran objeto no ya de meses, sino de años de atención mediática, ahora se olvidan en un día porque se sepultan bajo una avalancha de propaganda.

Esa presión para acallar a los disidentes no se da solo en España, donde el fenómeno es muy evidente, sino que está ocurriendo de manera aterradora en países aparentemente libres, como Canadá. El simple hecho de decir que te gusta Donald Trump puede tener implicaciones profesionales. [A Sean Feucht, un cantante adscrito al movimiento MAGA de Donald Trump, le han suspendido varios conciertos de su gira canadiense]. Hemos visto incluso cómo el Gobierno [de Justine Trudeau] congelaba las cuentas bancarias de personas que únicamente protestaban [contra la obligatoriedad de vacunarse del covid].

P.- Una de las armas de la tiranía es coartar la libertad financiera, algo que en tu libro denuncias que se podrá hacer más fácilmente cuando se implante el euro digital.

R.- Aquí hay un malentendido que es urgente aclarar. La gente piensa que la moneda digital del Banco Central Europeo (BCE) es lo mismo que el dinero electrónico, y no lo es. Cuando pagas con el móvil, ese dinero procede de una entidad financiera con garantía de privacidad. En cambio, cuando usas el euro digital, significa que tienes depositados tus ahorros directamente en el BCE. Por tanto, este conoce exactamente qué y cómo compras, cuánto ahorras, en qué inviertes y a quién debes. Y esa información puede utilizarse como herramienta de control social. Algunos Gobiernos [como el chino] ya la están haciendo para penalizar a los que, según ellos, son «malos ciudadanos», porque, por ejemplo, «viajan demasiado».

Nos parece una locura y nos reímos porque procedemos de una tradición que da por sentadas las libertades económica y financiera, que son dimensiones básicas de la libertad individual. Pensamos que «las instituciones» nos mantienen al abrigo de cualquier contingencia, pero las dictaduras también tienen instituciones y lo esencial es que sean independientes, como bien señala [Daron] Acemoglu [y James Robinson] en su obra [Por qué fracasan los países]. Pero el Estado depredador coarta esa independencia con la falacia de que es indispensable para aumentar el estado de bienestar, cuando, primero, lo que aumenta no es el estado bienestar, sino el bienestar del Estado y, segundo, se transforma a los ciudadanos y las empresas en súbditos al servicio del sector público.

«Cuando usas el euro digital, el BCE conoce qué y cómo compras, cuánto ahorras, en qué inviertes y a quién debes. Y esa información puede utilizarse como herramienta de control»

P. El último clavo en el ataúd sería el futuro monedero de identidad digital [que proyecta la Unión Europea].

R.- Hay quien argumenta que ya hemos renunciado a la privacidad con la tecnología actual, y es verdad que el mero hecho de abrir una cuenta de correo electrónico o un depósito bancario te hace perder parte de esa privacidad, pero no toda. Esto último ocurre con la identidad digital. A partir de su implantación, te conviertes en un libro abierto y cualquiera que acceda a ella puede saber no ya tu nombre y tu dirección, sino si tienes multas de tráfico o deudas con Hacienda, qué consumes, cuál es tu saldo bancario… En el sistema actual, estos datos están desperdigados. Tu proveedor de correo conoce unos, tu banco otros, tu supermercado otros… La identidad digital los concentrará todos en un único punto y abrirá la posibilidad de que el gobernante de turno los use para perjudicarte o beneficiarte, en función de sus intereses.

«Abrir una cuenta de correo o un depósito te hace perder una parte de tu privacidad, pero no toda. Eso solo ocurrirá con el proyecto de identidad digital de la UE»

P.- Un anticipo es lo que ha pasado con el fiscal general [Álvaro García Ortiz, procesado por divulgar un correo particular de Alberto González Amador, el novio de la presidenta de la Comunidad de Madrid].

R.- Fíjate cómo funciona la propaganda del Estado depredador. El presidente Pedro Sánchez dice: «Entre fiscales que persiguen a delincuentes y delincuentes, el Gobierno estará con los fiscales». O sea, ignora la presunción de inocencia [de Alberto González Amador, al que tacha de delincuente]. Y luego el fiscal justifica la utilización de datos privados para «garantizar el derecho de la ciudadanía a recibir información veraz», un celo que, por cierto, no muestra con los escándalos de corrupción que afectan al entorno de Sánchez. Es decir, estamos ante la utilización de dos mecanismos de la democracia [el imperio de la ley y la transparencia] para desmontar la propia democracia, justificándolo todo después desde la legitimidad que otorga la mayoría parlamentaria.

Esto último es realmente preocupante. El otro día leía un artículo estremecedor en un medio afín a la Moncloa en el que venían a decir que es intolerable que los jueces tomen medidas contra lo que han dictado las urnas. ¿Ganar las elecciones te confiere impunidad? ¡Eso es una barbaridad! Hay que preservar la independencia de las instituciones, mande quien mande y por amplio que sea su respaldo popular. Hay muchos, en la derecha y en la izquierda, a quienes el control de las instituciones les parece perfecto mientras beneficie a los suyos, y sin duda resulta más cómodo gobernar con una prensa lisonjera y unos jueces obedientes, pero su autonomía es una condición irrenunciable de la auténtica democracia liberal.

«Se ha llegado a decir que es intolerable que los jueces tomen medidas contra lo que han dictado las urnas. ¿Ganar las elecciones confiere impunidad? ¡Eso es una barbaridad!»

P.- Hemos hablado de la distopía de Aldous Huxley, en la que renuncias a la libertad a cambio de la felicidad, pero tú dices que este Estado depredador ni siquiera proporciona bienestar, porque para cumplir sus promesas imposibles imprime dinero y acaba generando inflación. Sin embargo, la multiplicación del balance de los bancos centrales para salir de la Gran Recesión no trajo esa temida subida de precios. Sí la hubo, aunque no explosiva, tras la pandemia, pero más por el atasco de los canales de distribución que por la emisión monetaria. ¿No funciona ya la teoría cuantitativa del dinero?

R.- Mira, si la disrupción de las cadenas de suministro causara inflación, hoy tendríamos deflación, algo que no sucede… Todo eso son excusas creadas por un engranaje académico que está vendido a los Gobiernos y que tiende a exonerarlos y a buscar las culpas en cualquier otro lado. También se ha atribuido la inflación a la guerra [de Ucrania], pero el petróleo está por debajo de los niveles prebélicos, igual que el gas y el carbón. ¿Por qué no hemos entrado entonces en deflación? Te intentan convencer constantemente de que el nivel de precios agregados está justificado por cambios en precios unitarios, y no tienen relación.

P.- ¿Puedes aclarar eso?

R.- Durante un confinamiento como el de 2020 te puede subir efectivamente el coste de los fletes, pero eso no implica que se encarezcan los demás productos. Si fuera así, ser empresario sería un chollo, porque cuando te aumentaran los costes, elevarías los precios y seguirías ganando lo mismo que antes… La economía no funciona así, nunca ha funcionado así.

«Si la disrupción de las cadenas de suministro causara inflación, hoy tendríamos deflación… Son excusas de un engranaje académico que está vendido a los Gobiernos»

Pero déjame que vuelva a algo que has dicho, lo de que la multiplicación de los balances de los bancos centrales no trajo la temida subida de precios. ¿Sabes qué aumento acumularon a lo largo de todo ese periodo [de 2008 a 2025]?

P.- …

R.- El 40%.

P.- Eso es inflación, sí.

R.- Exacto. El Instituto Nacional de Estadística te dice que la inflación está en el 2%, pero ese es el dato del último año. Para conocer la magnitud del fenómeno hay que sumar el 8% de 2022, el 3,5% de 2023, el 3% de 2024, etcétera… Esto es como alguien que coge 10 kilos un año, cuatro al siguiente y tres al otro. ¿Tiene sentido decir que solo engorda tres kilos?

Así que, primero, en términos agregados sí hubo una gigantesca inflación. Es algo que aprecia cualquier consumidor. ¡Cuántos ciudadanos se me acercan a reprocharme que los economistas digamos que los precios se mantienen, cuando ellos solo los ven subir!

Segundo, es importante entender que el IPC no es el único indicador de inflación. La gigantesca creación de dinero tras la crisis del euro ha disparado activos cautivos como la vivienda. No nos fijemos exclusivamente en el IPC. Miremos también qué pasa en el mercado inmobiliario o en el de bonos soberanos. La mayor parte del dinero nuevo se destina a recomprar la deuda basura del Estado, lo que reduce su prima de riesgo aunque sea cada vez más insolvente.

Finalmente, hay un tercer factor más técnico, y es que la ecuación cuantitativa establece que el nivel de precios depende de la cantidad de dinero multiplicada por la velocidad con que circula, y lo que ocurrió entre 2008 y 2011 fue que la velocidad se hundió. [La pérdida de confianza tras el colapso financiero indujo a reducir el gasto tanto a particulares como a empresas, de modo que los billetes nuevos apenas se usaban].

«¡Cuántos ciudadanos se me acercan a reprocharme que los economistas digamos que los precios se mantienen, cuando ellos solo los ven subir!»

P.- El otro día me pasaron un vídeo de Richard Murphy, un defensor de la llamada teoría monetaria moderna (TMM), en el que explicaba que la inflación no es mala y que solo perjudica a los ricos.

R.- Eso es una falacia. Si tienes un buen sueldo sobrellevas más fácilmente una subida del precio de los alimentos del 40% que si ingresas el salario mínimo. El rico puede además invertir en otra moneda o irse a otro lado si es preciso. El pobre no, está atrapado… Murphy es un personaje inmoral y falsario. Inmoral, porque lo mueve la envidia. Fíjate cuál es su argumento: la inflación es buena porque perjudica a los ricos. Y es falsario porque se contradice él solo: primero dice que imprimir dinero sin control no crea inflación y luego que sí, pero que no importa, porque es buena.

P.- Según él, se corrige fácilmente subiendo los impuestos.

R.- Es que ese es su objetivo último, la expropiación. Murphy se comporta como un mercenario del estatismo y el socialismo y lo que propone es un saqueo en dos fases. Primero, indirectamente, mediante la inflación, y luego directamente, subiéndote los impuestos. Es el Estado depredador en su versión más depurada. Promete darte de todo: trabajo, casa, sanidad, educación… Para ello, dispara el gasto público y paga las deudas gracias al «árbol mágico del dinero». Eso impulsa el crecimiento y el empleo, pero durante un tiempo muy corto, porque rápidamente genera inflación y pobreza. Es una ilusión y, al final del ciclo, te encuentras con que te han convertido en su cliente y no tienes nada. Es el saqueo perfecto. ¡Lo hemos visto tantas veces! Si imprimir moneda funcionara, Argentina y Venezuela serían los países más prósperos del planeta.

«El IPC no es el único indicador de inflación, no nos fijemos exclusivamente en el IPC. Miremos también qué pasa con la vivienda o el mercado de bonos soberanos»

P.- La amenaza del socialismo siempre se ha cernido sobre Occidente, pero dices que antes avanzaba al trote y ahora lo hace al galope. ¿Qué es lo que lo ha acelerado?

R.- Hemos vivido una época muy triste de blanqueamiento del socialismo. Por comodidad, por miedo o por incompetencia, muchas organizaciones que se suponía estaban para defender la cordura y la lógica económica [como la ONU, la Comisión Europea, el BCE] han sucumbido a la retórica de los derechos sociales, la igualdad y el ecologismo, con la esperanza de que la izquierda aceptase a su vez el mercado y dejara de criticar a la empresa. Pero lo que ha ocurrido, claro, ha sido lo contrario. Una vez consolidado en las estructuras de poder, el socialismo ha aprovechado para afianzar su control. En cuanto le abres la puerta al caballo de Troya, arrasa la ciudad.

P.- Algunos economistas defienden que, sin el apoyo público, no habrían sido posibles muchas innovaciones que están en la base de nuestra actual prosperidad: la informática, internet, el smartphone.

R.- Ese es el cuento de [la economista italiana Mariana] Mazzucato y [su libro] El estado emprendedor. La historia de los gigantes tecnológicos [Google, Apple, Meta] es la de cientos de hedge funds financiando empresas innovadoras, exigiendo resultados y asumiendo riesgos. Un Gobierno no sabe hacer eso, no puede escoger ganadores porque carece de información sobre lo que desean los ciudadanos o lo que va a ser el futuro. Es verdad que el Estado aportó parte de la financiación en algunos proyectos, pero igual que tantos bancos y a nadie se le ocurre decir que el Ibex 35 ha sido producto del Santander o el BBVA…

No nos dejemos engañar por la narrativa de este neomarxismo que, como sabe que nadie compra ya su idea de nacionalizar la economía, habla de «políticas públicas» y de «cooperación público-privada». Es una trampa parecida a la de la TMM. Bajo una apariencia de moderación, se oculta la espita del estatismo, pero por debajo de la piel de cordero se le ven a la legua las orejas del lobo.

«La mayor parte del dinero nuevo se destina a recomprar la deuda basura del Estado, lo que reduce su prima de riesgo aunque sea cada vez más insolvente»

P.- Si el intervencionismo es tan tóxico, ¿cómo se ha convertido China en líder mundial en inteligencia artificial, baterías y movilidad?

R.- Muchos estatistas miran a China y piensan que se ha enriquecido gracias a la planificación central. Es exactamente lo contrario. El progreso ha sido posible gracias a que sus dirigentes fueron lo suficientemente inteligentes como para aplicar en esos sectores lo que en Europa llamamos «capitalismo salvaje».

P.- La destrucción creativa [de Joseph Schumpeter], pero a lo bestia.

R.- Absolutamente. El innovador exitoso se lleva el premio gordo. China es el país que más multimillonarios ha creado en los últimos años. Ese es el modelo chino, aunque dista mucho de ser perfecto. ¿Y qué es lo que falla? La planificación central. Los problemas están en los sectores donde mayor es el control público [como el inmobiliario y el financiero]. Por el contrario, los casos de éxito [Huawei, Tencent, Alibaba, Xiaomi, BYD] se han dado allí donde mayor es la libertad. Y cuando Pekín se ha arrepentido y ha decidido que también iba a meterlos en cintura [despidiendo, por ejemplo, al fundador de Alibaba o imponiendo a Tencent determinadas decisiones], el progreso se ha detenido.

«El Estado depredador promete darte de todo: trabajo, casa, sanidad, educación… Para ello, dispara el gasto público y eso impulsa el crecimiento, pero un tiempo muy corto»

P.- A la Unión Europea la retratas en tu libro como un paradigma de burocracia e ineficiencia. La llamas «el Museo del Mundo», pero en la clasificación de ciudades más habitables que elabora The Economist, las tres primeras (Copenhague, Viena y Zúrich) son europeas, y no hay ninguna estadounidense entre las 10 primeras. ¿No se vive mejor en Europa que en el resto del mundo?

R.- Me acabas de corroborar que es el Museo del Mundo. En todas esas ciudades se vive maravillosamente bien, siempre y cuando tengas dinero, claro. ¿Sabías que Zúrich es la ciudad más cara del mundo?

P.- Te confesaré que yo tampoco comparto las valoraciones, pero no deja de ser The Economist.

R.- Es un ejemplo clarísimo de cómo también los medios de comunicación han basculado hacia el blanqueamiento del estatismo depredador, pero me da exactamente igual. Lo importante aquí es otra cosa. Mira, la Unión Europea es el mayor éxito político de la historia y el euro el mayor éxito monetario. Son una maravilla y hay que defenderlos, pero el modo de hacerlo no es asentir a todas las salvajadas que están haciendo la Comisión y el BCE.

«Si imprimir moneda funcionara, Argentina y Venezuela serían los países más prósperos del planeta»

P.- ¿A qué te refieres?

R.- Al Pacto Verde [que pretende alcanzar la neutralidad en la emisión de carbono para 2050]; al euro digital del que hemos hablado antes; al mecanismo antifragmentación [que permite comprar deuda de los miembros de la eurozona cuya prima de riesgo se dispare], y a todas las medidas adoptadas en 2021 y que son las responsables de la inflación actual. La manera de defender Europa es ser crítico y se equivocan quienes piensan que hay que decir amén a todo. Si seguimos así, nos vamos a cargar el juguete. ¿Por qué? Porque aparecerá alguien que dará un golpe encima de la mesa y dirá: «Esto no funciona, hay que romperlo», y yo no quiero que se rompa.

Por desgracia, quienes discrepan de este consenso plañidero y no rinden la debida pleitesía al BCE o a la última aberración que se le ocurre a la Comisión Europea, se arriesgan a sufrir represalias. Se supone que vivimos en sociedades democráticos, pero yo he recibido todo tipo de ataques personales y profesionales por decir que el desmantelamiento de las nucleares y el peso excesivo de las renovables en el mix energético nos iban a hacer más dependientes de Rusia y de China. Me han llamado de todo y ¿tenía o no razón?

P.- Hemos sufrido un apagón general por esos mismos motivos.

R.- Exacto. Es lo que hablábamos antes de la autocensura. Muchos de los que blanquean esas políticas progres lo hacen por miedo y por comodidad, pero no podemos permitirnos el lujo de ser cómodos. Tenemos que decir alto y claro lo que se está haciendo mal, porque yo quiero que la Unión Europea sobreviva y he visto cómo pasaban del 3% al 30% los euroescépticos en el Parlamento… Los partidos que se llaman moderados cada día me aburren más. Lo que tienen que hacer es dejar de ser tan moderados con el socialismo y ser más radicales en la defensa de la libertad.

«Muchos estatistas miran a China y piensan que se ha enriquecido gracias a la planificación. Es lo contrario. El progreso ha sido posible gracias al capitalismo salvaje»

P.- Me imagino que serás muy crítico con España, pero estamos creciendo más que nadie.

R.- Ya nos vale. Con la tarjeta de crédito de otro, todos los restaurantes son baratos.

P.- ¿Todo nuestro crecimiento es prestado?

R.- Vamos a hacer el cálculo. ¿En cuánto ha aumentado nuestro producto interior bruto entre 2019 y 2024 de España? En unos 350.000 millones aproximadamente. ¿Y en cuánto ha aumentado la deuda? En 430.000 millones. ¿Y qué cantidad hemos recibido en fondos europeos por ser el país con más paro de toda la UE (algo que nunca se acuerda de decir el Gobierno)? Unos 138.000 millones. Esos son los números. Nos han dado una tarjeta black y el presidente dice: «Somos ricos», pero no. Lo que estamos es muy endeudados.

Es más, lo alucinante es que teniendo el mayor estímulo fiscal y monetario de la historia, crezcamos únicamente el 3%. Y eso se explica porque la inversión privada lleva estancada desde 2019 y porque el consumo apenas está un poco por encima de los niveles precovid. Sánchez está haciendo lo mismo que hizo el PASOK en Grecia: disparar el gasto público, disparar el empleo público y disparar todos los desequilibrios públicos utilizando la tarjeta de crédito de la UE. ¿Recuerdas cuando en 2005 Grecia crecía el 3,6% y alguno comentaba que era el motor económico de Europa? Cuidado con los motores económicos…

P.- También dices que España es uno de los países donde más ha retrocedido la libertad y el método empleado ha sido el miedo. Hablas en concreto de que el Gobierno aprovechó el covid para encerrarnos en casa y ahora invoca la emergencia climática para arrogarse poderes extraordinarios.

R.- [Afectando extrañeza]. ¿Qué significa eso de «emergencia climática»? El modo en que se utilizan determinadas expresiones es muy llamativo. Por ejemplo, «cambio climático» no significa absolutamente nada.

P.- Me refiero a la subida de las temperaturas…

R.- [Interrumpiendo]. Eso no es el cambio climático. Eso es el calentamiento global, que es otra cosa.

P.- Se usan de forma indistinta en el debate público…

R.- No, te equivocas. El calentamiento global no se usa. ¿Por qué? Porque si hablas de calentamiento global y te toca una primavera como la que hemos pasado, la gente puede decir: «Pues no se debe de estar calentando tanto la cosa». Hay que recurrir a términos ambiguos, pero inquietantes, como «emergencia».

Yo prefiero por eso hablar de medio ambiente, y lo que la evidencia empírica enseña es que si quieres protegerlo y reducir las emisiones contaminantes (que no son solamente las de dióxido de carbono), lo que debes hacer es promover la libertad, la innovación, la tecnología y la competencia. Desde la represión no se consigue nada. ¿Cuál es el país que más contamina? China. ¿Y por qué? Por las empresas públicas.

«Muchos de los que transigen con el socialismo lo hacen por comodidad, pero no podemos permitirnos el lujo de ser cómodos. Hay que decir alto y claro lo que se hace mal»

P.- Vamos ya, si te parece, con Estados Unidos, que es el único país que se libra del descenso general al infierno socialista, y gracias a Donald Trump, que es el político más vituperado del mundo, pero que a ti te cae fenomenal. ¿Por qué?

R.- Porque no miente.

P.- [Escéptico]. Bueno…

R.- Hace aquello para lo que le han votado 77,8 millones de personas en Estados Unidos. Y déjame que recuerde que ha ganado en todos los estados bisagra y que tiene mayoría en el Congreso y en el Senado. Es importante que tomen nota de ello todos esos a los que se les llena la boca hablando de legitimidad democrática aquí, donde vivimos con una coalición Frankenstein.

Y no es que Trump me caiga bien o mal, es que lo que está haciendo en Estados Unidos es muy destacable. Fíjate: desregulación en los sectores energético e inmobiliario, que han sido una aberración en los últimos cuatro años; compromiso de eliminar 10 legislaciones absurdas por cada nueva que cree; bajada del IRPF y supresión de los gravámenes sobre las propinas y las horas extraordinarias; la mayor reducción del gasto público de la historia de Estados Unidos, y apertura de negociaciones para abatir las barreras no arancelarias que otros países han levantado.

Todos estos factores son muy positivos, especialmente comparados con el escándalo de haber tenido un presidente ausente [Joe Biden], el mayor brote inflacionario en dos décadas y un déficit público de dos billones de dólares.

«España crece más que nadie, pero con la tarjeta de crédito de la UE es fácil. Lo alucinante es que teniendo el mayor estímulo de la historia, crezcamos solo el 3%»

P.- ¿No es contradictorio que alguien tan liberal como tú defienda a un presidente que está poniendo tantas trabas al comercio internacional? No digo que no las hubiera antes, pero el Día de la Liberación sacó aquel cartel, que parecía el menú de un kiosco de playa, y anunció aranceles hasta para un archipiélago donde solo hay pingüinos.

R.- ¿Sabes quién le pone aranceles a esa isla en la que dices que solo hay pingüinos? La Unión Europea.

P.- Pues mal hecho, pero Daniel…

R.- ¿Y sabías que los países bálticos no tenían aranceles y tuvieron que adoptarlos para ingresar en la Unión Europea? ¿O que la Unión Europea mantiene mayores aranceles y barreras no arancelarias sobre los productos estadounidenses que Estados Unidos sobre los productos europeos?

P.- No lo discuto, hay un gráfico del Bank of America muy explícito al respecto, aunque también muy cuestionado…

R.- Es muy fácil opinar, pero el caso es que yo no veo coches de producción estadounidense en España. [Haberlos haylos, aunque son efectivamente muy pocos].

«Sánchez está haciendo lo mismo que hizo el PASOK en Grecia antes de 2008: disparar el gasto público, disparar el empleo público y disparar todos los desequilibrios públicos»

P.- Lo que digo, en cualquier caso, es que este señor está subiendo los aranceles, y eso es un hecho objetivo. ¿Por qué lo defiendes tú?

R.- Yo no defiendo los aranceles, pero tampoco la hipocresía. Los aranceles son la norma en el comercio internacional.

P.- Pero aunque sean la norma, da igual lo que hagan los demás. El libre comercio es ventajoso en sí mismo. Eso es al menos lo que defendía David Ricardo…

R.- Es que no vivimos en un mundo de libre comercio. Los liberales debemos darnos cuenta de que el déficit comercial estadounidense no tiene nada que ver con la cooperación espontánea entre empresas libres que describía Ricardo. Por ejemplo, yo tengo un déficit comercial con el supermercado de enfrente de mi casa, porque él me vende a mí mercancías y yo no le vendo nada a él, y no pasa nada. Ese es un buen déficit comercial.

Pero eso no es lo que ocurre entre Estados Unidos y sus socios. Lo que hay es un supermercado mundial al que se le permite vender todo lo que quiera, como quiera, cuando quiera y donde quiera, y otro supermercado, que es Estados Unidos, al que se le imponen barreras arancelarias y no arancelarias, diciéndole, por ejemplo, que su carne no supera determinados criterios sanitarios.

Entiéndeme. Yo estoy en contra de los aranceles como concepto, pero me parece correcto que Trump los use, igual que estoy en contra de la bomba atómica, pero entiendo que Estados Unidos no renuncie a ella. ¿Por qué? Porque disuade a otros de que la usen y evita el holocausto nuclear. ¿Y para qué usa Trump los aranceles? Para obligar a la Unión Europea, a China, a la India y a tantos otros a que tumben sus gigantescas barreras al comercio, fundamentalmente no arancelarias. El que el déficit comercial de Estados Unidos con la UE supere los 300.000 millones no se debe a que los europeos fabriquemos más barato y con mejor calidad, sino a un estatismo depredador que ha utilizado la Organización Mundial del Comercio y otros foros multilaterales para poner y quitar obstáculos a quien le place.

«Donald Trump no me cae bien ni bien ni mal, pero no miente y hace lo que dice que va a hacer»

P.- A mí lo que me choca de Trump es que quiera desmantelar un orden con el que a Estados Unidos le ha ido muy bien. Pero según tú, solo está negociando.

R.- Llevan meses llamándome mentiroso y diciéndome que Trump es un proteccionista. Los hechos y todos los acuerdos comerciales desmienten que sea así, pero ya nadie pide disculpas.

P.- Otra iniciativa de Trump ha sido la rebaja fiscal contemplada en la Big Beautiful Bill y, nuevamente, la acogida ha sido muy crítica. La Oficina Presupuestaria del Congreso calcula que engordará el déficit público hasta el 7% del PIB, a lo que la Casa Blanca replica: «No os preocupéis, porque lo que no recaude por IRPF lo voy a recaudar por aranceles». Pero la mayoría de los expertos son escépticos.

R.- Permíteme que te lo explique. Supongamos que tú tienes un gigantesco superávit comercial conmigo, que has acumulado gracias a las barreras que me has puesto. Si nos sentamos a negociar y llegamos a un acuerdo, yo exportaré más e importaré menos y, por lo tanto, recaudaré más, ¿no? Vale. Supongamos ahora que tú te cierras por banda y mantienes tus medidas proteccionistas. Muy bien, pues entonces yo te pongo aranceles y con lo que me pagues compenso lo que me cuesta el déficit comercial.

«No defiendo los aranceles, pero tampoco la hipocresía. Los aranceles son la norma en el comercio internacional»

P.- Lo que pasa es que ese esquema tuyo no considera los efectos dinámicos. [Si al país de origen le pones unos aranceles exagerados, igual deja de exportar y acabas por no recaudar nada].

R.- [Abriendo mucho los ojos y con abierto sarcasmo]. ¿Qué curioso, no? Resulta que la Oficina Presupuestaria del Congreso sí considera los efectos dinámicos para la recaudación de aranceles, pero no para la reducción de impuestos, la desregulación o los billones de dólares de inversiones que se han comprometido ya con Estados Unidos.

P.- Tú crees que al final le van a cuadrar las cuentas y no va a aumentar el déficit presupuestario.

R.- Lo que sé es que Estados Unidos tiene hoy al primer secretario de Estado del Tesoro [Scott Bessent] consciente de que el problema es de gasto y no de ingresos, y que ha impulsado una reducción del gasto obligatorio de 1,7 billones. Y no deja de sorprenderme que tengamos este debate ahora y no lo tuviéramos cuando la Administración Biden presentó unos presupuestos que contemplaban un déficit de casi dos billones [para el ejercicio que finalizaba en 2024]. No escuché entonces ninguna queja.

«Yo estoy en contra de la bomba atómica, pero entiendo que EEUU no renuncie a ella. ¿Por qué? Porque disuade a otros de que la usen y evita el holocausto nuclear»

P.- Ya había acuerdo en que el déficit presupuestario de Estados Unidos era enorme y preocupante.

R.- No, señor. Es más, 23 premios Nobel firmaron una carta en defensa de la agenda económica de Kamala Harris, que añadía otros cuatro billones de dólares al déficit. Por no hablar de los problemas de deuda que tienen Francia o España.

P.- Todo ello no hace más aceptable la situación de Estados Unidos…

R.- Seguro, pero contra lo que me rebelo es contra el modo en que nos lo están vendiendo todo. Tenemos la primera Administración desde Ronald Reagan que ha reconocido el problema del déficit. Si tú, como liberal, crees en el efecto dinamizador de la bajada de impuestos, de la desregulación y de la entrada masiva de inversiones gracias a los acuerdos comerciales, y añades a todo ello los ingresos adicionales que te van a procurar los aranceles, si reconoces todo eso, yo he hecho los cálculos y te salen 8,8 billones de dólares de reducción de déficit.

«¿Y para qué usa Trump los aranceles? Para obligar a la Unión Europea, a China, a la India y a tantos otros a que tumben sus gigantescas barreras al comercio»

P.- Bueno, pues nada.

R.- Estamos ante la misma campaña que sufrió Isabel Díaz Ayuso. También entonces dijeron que las bajadas de impuestos iban a disparar la deuda y el déficit y que las cuentas públicas se iban a descontrolar y que Madrid iba a quebrar…

Y acuérdate de Reagan. ¿Qué decían de Reagan? Que era tonto, que nos iba a llevar a la Tercera Guerra Mundial, que iba a hundir la economía… La Unión Soviética, por el contrario, era un paraíso y [Mijaíl] Gorbachov, un tipo sensacional… Es la misma propaganda abyecta, incesante y repugnante que sufrimos en los años 80. Están lanzando contra Trump las calumnias que lanzaban contra Reagan, que fue el mejor presidente en la historia de Estados Unidos.

Y no digo que Trump vaya a ser también un gran presidente, me es indiferente. Lo que sí sé es quiénes son los políticos que defienden mis intereses y los de la población general: Javier Milei, Giorgia Meloni, Trump y pocos más.

«El déficit comercial de los EEUU con la UE no se debe a que fabriquemos más barato, sino a un estatismo depredador que ha utilizado la OMC para levantar obstáculos»

P.- Para cerrar en un tono menos beligerante esta entrevista, me gustaría leer la cita de Reagan que reproduces al final de tu libro. Decía: «La libertad nunca está a más de una generación de su extinción. No la transmitimos a nuestros hijos en el torrente sanguíneo. La única manera de que hereden la libertad que hemos conocido es luchar por ella, protegerla y defenderla. La lucha por la libertad no termina nunca».

R.- Y eso es precisamente lo que estamos viendo al otro lado del Atlántico. Es una maravillosa manifestación de esa libertad que el hombre más rico del mundo [Elon Musk] plante cara al presidente. Mientras tanto, aquí nos inculcan que los emprendedores y los creadores de riqueza deben callarse y mantener la cabeza baja.

P.- Bueno, Trump ha amenazado con retirar subsidios a las empresas de Musk. No parece un comportamiento ejemplar.

R.- La diferencia es que allí el sistema te protege de los abusos poder. La Constitución estadounidense es la única diseñada específicamente para defenderte del Gobierno. Quien odie a Trump sabe que dentro de cuatro años se irá y Estados Unidos seguirá siendo el ícono mundial de la libertad.

P.- ¿No crees que eso también ocurrirá aquí?

R.- ¿El qué exactamente?

P.- Que dentro de dos años Pedro Sánchez se irá.

R.- ¿Dentro de dos años? Si continuamos con esta inacción y este buenismo, convencidos de que el problema es Trump y no China, es posible que nos encontremos con una sorpresa.

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