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Economía

China, gran cliente del porcino español, dispara la producción propia e impone aranceles

El gigante asiático es el principal mercado importador, pero sus compras han ido disminuyendo paulatinamente

China, gran cliente del porcino español, dispara la producción propia e impone aranceles

Carne de cerdo en un mercado de Madrid. | Reuters

Las turbulencias en el mercado global amenazan la producción cárnica en España. El asedio proteccionista de Xi Jinping y Donald Trump contra la economía europea puede golpear este sector, que tradicionalmente ha exportado tanto a Estados Unidos como a China, especialmente al gigante asiático. Por ello la guerra comercial preocupa a empresas y ganaderos, puesto que hace unos días han entrado en vigor los nuevos aranceles de entre el 15,6% y el 62,4% al porcino europeo impuestos por Pekín desde el pasado 10 de septiembre.

Por lo general, las empresas españolas no están entre las más castigadas del Viejo Contienente, con gravámenes que rondan el 20%. Sin embargo, esto preocupa a la industria cárnica, puesto que este tipo de productos suelen tener una demanda muy elástica a cambios en el precios; es decir, el consumidor es sensible a su encarecimiento y a menudo busca alternativas. Por esa razón, cualquier movimiento en el mercado internacional puede provocar cambios impredecibles y tiene en vilo a los productores. Como contó THE OBJECTIVE, esta situación de máxima incertidumbre preocupa mucho al sector porcino español.

Mientras que las exportaciones al mercado estadounidense no llegan al 1% del total, las que parten rumbo a China fluctúan entre el 20 y el 25%. Brasil es el principal productor de carne de cerdo a nivel mundial, mientras que EEUU y Europa compiten por el segundo y tercer puesto. Dentro del bloque comunitario, España es el principal productor, es decir, el más afectado por la crisis arancelaria, que golpea especialmente a Aragón y Cataluña, dos comunidades que concentran cerca del 65% de la producción nacional. En el último caso, la población porcina es destacable, con cerca de un gorrino por cada catalán, proporción que aumenta significativamente en la comarca de Osona -sede de empresas como Casa Tarradellas-. En los últimos meses, la patronal catalana ha sido una de las más activas en intentar que Bruselas suavice su choque con Pekín para no dañar estas exportaciones.

En los últimos años, China se ha posicionado como un «buen cliente» para la carne de cerdo española, ya que en este mercado se puede «comercializar manos y pies», según explica Ignasi Pons, secretario general de la Federación Empresarial de Carnes e Industrias Cárnicas (FECIC). «Es uno de los éxitos del mercado chino», asegura, en referencia a la oportunidad que plantea por la demanda de partes del animal que en España se consideran desechables o de menos valor, de forma que al vender en ambos mercados se diversifica la demanda. «Uno de nuestros principales mercados se está viendo perjudicado».

Recuerda que China llegó a adquirir el 35% de la carne porcina que se vendía al mercado exterior, una cifra que en los últimos años se ha reducido en cerca de diez puntos, en parte «porque el sector ha intentado no depender de un único mercado». Sin embargo, interviene en la ecuación un segundo elemento: «Sus producciones mejoran y cada vez necesitan importar menos», señala en referencia a los cambios graduales que ha protagonizado el país asiático en este aspecto.

Pons considera que el sector se encuentra actualmente en una fase de intentar coordinarse entre productores, importadores y autoridades para negociar con los chinos, que «han impuesto un incremento de entre un 15 y un 20% más de lo que se pagaba hasta ahora, aunque en el caso de Dinamarca y Holanda la tasa es más alta». «Hay que mirar si tenemos margen», apunta el representante sectorial, si bien destaca que esta industria «es muy resiliente», ya que «ha ido afrontando todas las turbulencias y diferentes crisis: la energética, la del incremento de los costes laborales y, ahora, los temas arancelarios».

Un interlocutor del sector apunta que, en algunas zonas de la provincia de Gerona -donde también se produce porcino en grandes números-, se detectó hace unos pocos años una caída de la productividad que resultaba inexplicable, puesto que ni se había incrementado la mortalidad del ganado ni aparentemente intervenía ningún otro factor que pudiera haber provocado esta caída súbita.

Al poner la situación en común entre varios productores, se constató que compradores chinos habían acudido a diferentes explotaciones de la región para adquirir no la carne, sino ganado vivo. Lo que resultaba todavía más enigmático era su interés por cualquier tipo de cerdo, no solo el autóctono, que muchos ganaderos locales consideran de mejor calidad, sino también las variedades traidas del norte o este de Europa. «¿Qué hacen los chinos comprando gorrinos extranjeros en Cataluña?», se preguntaban.

No obstante, otras fuentes minimizan este relato, subrayando que las complicaciones logísticas que implicaría transportar ganado vivo desde España hasta China limitarían significativamente la escala de una operación de este tipo. Tampoco son frecuentes, añaden, las granjas de empresarios chinos en España. Lo que sí ven viable y potencialmente interesante para el gigante asiático es «exportar la genética» europea, es decir, cruzar diferentes variedades para incrementar el rendimiento. «Han venido a Europa a aprender cómo se hace la producción porcina o cómo se hacen los jamones», concluyen. Y es que Europa siempre ha sido uno de los principales referentes y exportadores en este ámbito, aunque su gran cliente -y rival- asiático le ha ido comiendo terreno.

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