La otra cara del 'milagro' económico: PIB per cápita estancado y pérdida de poder adquisitivo
Estancada en poder adquisitivo, España tiene el doble de paro que la UE y la mayor alza de precios de Europa occidental

La sede del Banco de España, en Madrid, en una imagen aérea tomada desde un dron el pasado julio. | Reuters
España crece más que sus socios europeos. Su economía ha resistido como pocas las turbulencias internacionales que han ido in crescendo en los últimos meses y el turismo sigue siendo una fuente de ingresos considerable que actúa como motor de la demanda. Todas estas afirmaciones son ciertas, pero también lo es que el producto interior bruto (PIB) per cápita está estancado y que el poder adquisitivo de los españoles no solo es inferior al de otros países de la UE que crecen menos, sino que lleva años en claro retroceso, un proceso agravado por la inflación, la mayor de Europa occidental.
Ante la complejidad de unos datos aparentemente contradictorios, unos se fijan en la evolución objetivamente positiva del PIB y el empleo, mientras que otros hacen hincapié en los problemas latentes del mercado laboral, la productividad o el empobrecimiento relativo de las familias. La opinión de los economistas consultados por THE OBJECTIVE también está dividida al respecto, aunque todos ellos, en mayor o menor medida, detectan tanto elementos favorables como motivos de preocupación en los indicadores macroeconómicos. Ángel de la Fuente, director de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA), explica que «los datos son relativamente buenos en comparación con el resto de Europa, pero no por méritos propios, sino por suerte, ya que otros países europeos se han visto más afectados por el tema ruso y de Ucrania y eso se nota».
«Nos comparamos con un continente que normalmente va mejor que nosotros y ahora va bastante mal», añade. El economista asevera que «tenemos vientos de cola que ayudan a explicar este desempeño, como la entrada de fondos Next Generation o que el sector turístico va muy bien, en parte porque nuestros competidores en esa área tiene problemas de inseguridad». También ve relevante la «entrada muy fuerte de población inmigrante, que contribuye mucho al crecimiento, pero en el PIB per cápita, que es importante, la cosa es distinta y si miramos hacia atrás, llevamos tiempo perdiendo, aunque con un repunte en los últimos años». Define este periodo como «atípico», porque «vamos relativamente bien y estamos rebotando tras la caída del Covid a un ritmo bastante mayor que la media, la cosa va relativamente bien, pero no podemos estar tranquilos porque es porque hemos tenido suerte, no porque hayamos hecho las cosas bien», alerta.
La mitad de la pujanza económica en términos numéricos se explica por el alza de precios; es decir, se gasta más porque el dinero vale menos. «Si crece el PIB nominal, es porque crece la inflación y la inmigración legal, y si crece el PIB real es por la inmigración», sintetiza Ferran Brunet, profesor de Economía Aplicada de la UAB. Subraya que «el crecimiento de la población es negativo desde 2008; tenemos un problema demográfico grave y crece la inmigración legal, no nos quejaremos porque es lo que nos aporta crecimiento, pero los inmigrantes no vienen por los servicios de más valor añadido, más bien al contrario, y de hecho hay una emigración importante de jóvenes españoles hacia el resto de Europa».
Por ello, el doctor en economía considera que «el problema de fondo es la productividad». Y sospecha que la calidad de las instituciones, o más bien su ausencia, impide que lleguen proyectos e inversiones extranjeras de alto valor añadido. Es lo que ocurrió con la «decadencia de Cataluña» a raíz del procés independentista, y algo similar puede estar ocurriendo, por ejemplo, en el paulatino descenso de iniciativas para instalar grandes centros de datos internacionales en España debido al «déficit energético». La energía, el mal estado de las infraestructuras -por ejemplo las ferroviarias- y de los servicios públicos lastra, según Brunet, la evolución económica. «Si una farmacéutica tiene que poner un centro de investigación y desarrollo, quizá lo dejan en Suiza y se dirigen menos hacia España que en el pasado».
«Nuestros amigos del Banco de España nos hablan de un crecimiento del PIB este año del 2,4%, y otros bancos nos hablan del 2,7 o 2,8%, que, comparado con el resto de economías de nuestro entorno, es de lo más significativo», indica Ernesto Poveda, presidente ejecutivo del grupo consultor ICSA. Sin embargo, «cuando miras a nivel de PIB per cápita, la cosa no queda demasiado bien, y dependemos del factor exógeno del turismo en un 12 o 13%», alerta, de modo que «según la manera en que gestionemos este componente importante de nuestros ingresos anuales, podemos tener un problema a corto plazo» en un momento en que «estamos llegando a un nivel de saturación».
Josep Lladós, experto del Colegio de Economistas de Cataluña, considera que la economía española «es resiliente y tiene mecanismos internos que ayudan a sostener la actividad, que está más protegida, al menos temporalmente», que la «construcción se ha reactivado y las empresas están aprovechando los fondos para la digitalización», mientras que el turismo sigue como impulso importante y todavía no se detectan presiones inflacionistas significativas. Atribuye al mayor crecimiento económico a que el IPC suba más que el de otras economías y no considera que esté en niveles alarmantes, con el «precio de la energía contenido» y «la contención de la baja cotización del dólar».
Sin embargo, el doctor en economía y profesor de esta materia en la UOC también apunta a la «intestabilidad internacional», y cree que hay que estar «más vigilantes por la incertidumbre» en un momento en que «Alemania e Italia están en una situación de decrecimiento». Esto afecta a los flujos comerciales, y las turbulencias en el mercado germano o en Estados Unidos pueden afectar a nuestro crecimiento. Pese a este contexto «ni de lejos libre de incertidumbres», destaca que «los últimos datos de empleo siguen siendo buenos».
Poveda añade que, a pesar de las «medidas que nada tienen que ver con la economía» de la vicepresidenta Yolanda Díaz, como la por ahora frustrada reducción de la jornada laboral -que el empresario atribuye al desconocimiento del tejido productivo-, las compañías son quienes generan riqueza y «los empresarios y directivos son los que más poder adquisitivo han perdido porque sus ingresos están muy vinculados a los resultados de la empresa». Aun así, todos los grupos, también los trabajadores, pierden riqueza relativa, y en el caso de los mandos intermedios, sufren especialmente como suele ocurrir en fases de transformación económica, por ejemplo por la irrupción de la IA.
Otras fuentes del ámbito empresarial lamentan que España «se haya colocado en tercera posición en Europa por la cola en empleo juvenil». Echan de menos «un plan de Gobierno a diez o 15 años vista, lo cual es complicado cuando ves la economía en una sola legislatura», lo que dificulta el crecimiento a largo plazo. Asimismo, creen que las universidades deberían crear incentivos económicos para que las carreras con más demanda laboral sean las que tengan más alumnos -ahora ocurre lo contrario- y avisan: «Tenemos que mirar hacia EEUU, porque sus movimientos marcarán la economía a nivel europeo».