Federico Ávila (Lantania): «Nadie está preparado para un concurso de acreedores»
Este emprendedor repasa su trayectoria en el podcast ‘Así empecé’

THE OBJECTIVE.
Cuando Federico Ávila recuerda aquellos meses de 2017, todavía se le nota una mezcla de vértigo y alivio. «Yo lloré… pero lloré por la tensión acumulada», admite al evocar el día en que Isolux Corsán —la empresa donde llevaba años construyendo su carrera— entró en concurso de acreedores. De ahí nacería Lantania, una compañía que hoy factura 400 millones de euros y emplea a más de 1.300 personas. Nadie imaginaba que serían él y un pequeño grupo de directivos quienes darían el paso de comprar lo que quedaba de un gigante industrial en caída libre. Ávila protagoniza el nuevo capítulo de Así empecé, una serie de entrevistas que tienen como objetivo acercar historias de personas que tuvieron una idea, un sueño, de crear o mejorar algo, y que a base de ingenio, determinación y pasión consiguieron sacar adelante. En definitiva, son historias de emprendedores contadas por ellos mismos.
Ávila empezó su carrera lejos del hormigón. Era ingeniero de telecomunicaciones y trabajaba en Comunitel en plena liberalización del sector. «Fueron diez años maravillosos», recuerda. Después pasó a Ya.com, que también terminó vendiéndose. Y entonces recibió la llamada que lo llevó a un terreno totalmente nuevo: Isolux Corsán. Cuando regresó a España desde Estados Unidos para asumir la dirección general corporativa, lo primero que encontró fue una montaña de problemas: proveedores sin cobrar, nóminas al límite, planes estratégicos que no cuajaban. «Era como ver venir una avalancha e intentar pararla… y es imposible», recuerda.
En verano de 2017 llegó el golpe final: concurso de acreedores. La cúpula dimitió en bloque y el administrador concursal le pidió asumir el puesto de consejero delegado. Aun sin experiencia en estos procesos, aceptó: «Nadie está preparado para dirigir un concurso de acreedores… yo hice un máster acelerado».
El fin de semana que lo cambió todo
El momento decisivo llegó cuando se abrieron las ofertas para quedarse con el negocio español. Apenas había propuestas, y ninguna salvaba más que unos pocos empleos. En aquel instante, Federico y su socio de confianza, Luis Corrales, empezaron a pensar en algo que sonaba a locura: hacer una oferta ellos mismos.
«Hicimos un business plan… que lo veo ahora y me entra la risa», recuerda. El problema era que tenían solo 72 horas para reaccionar, sin estructura, sin sociedad constituida y sin margen de error. Acabaron comprando una empresa inactiva, Inscrito Eventos, para usarla como vehículo. A las once de la noche del viernes enviaron la oferta. Y ganaron. «No éramos valientes, éramos temerarios», admite con honestidad.
La compra se firmó el 22 de diciembre de 2017, aunque la empresa no nació formalmente hasta septiembre de 2018, cuando obtuvieron la clasificación oficial necesaria para contratar obra pública. El nombre viene de una flor texana, la lantana, que Federico recordaba de sus años en Estados Unidos. «Nos gustó a todos… y de ahí viene Lantania».
El miedo al «melón a catas»
El mayor temor del arranque era claro: la cartera heredada se agotaba. «Nos vamos a comer el melón a catas», le soltó un empleado. Y era verdad: nadie conocía a Lantania y muchos concursos exigían presentar tres años de cuentas auditadas… justo lo que no tenían. Pero los clientes empezaron a confiar en ellos. La buena reputación técnica que venía de Isolux y la seriedad en la transición de los proyectos ayudaron a que llegaran los primeros contratos.
Lantania fue expandiéndose: infraestructuras, agua, energía renovable, edificación y servicios. Compraron empresas, integraron equipos y ampliaron mercados. Pero nada fue fácil: llegó la pandemia. «Estaba convencido de que el proyecto se nos iba de las manos», confiesa. Apenas se recuperaban cuando estalló la guerra de Ucrania. Incluso así, avanzaron con decisiones atrevidas, como comprar una empresa en Polonia el mismo día en que comenzó el conflicto.
«Yo no sé si sé lo que hay que hacer, pero sí tengo claro los errores que habíamos cometido y lo que no debíamos de hacer», reconoce. Ahora su objetivo principal es mejorar la rentabilidad después de años marcados por subidas de costes y márgenes al límite.
